Página:Viaje a la Patagonia Austral - Francisco P. Moreno.pdf/229

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
— 226 —

mos dormido el primer día de nuestra marcha, cuando emprendíamos la fatigosa sirga; grandes fogatas de humos claros, señal de gozo y de próximo arribo, coronan las lomadas inmediatas, para avisar a los isleños el regreso de la expedición.

El río es ancho en extremo; la embarcación lo surca veloz sin riesgo alguno; no hay tropiezos y la alegría vuelve a renacer entre quienes se ven próximos al fin de las fatigas. Distinguimos el techo de la población de la isla y su chimenea que humea; está habitada pero no han conocido nuestras señales. Momentos después llegamos al islote que está situado antes de Pavón y donde los guindos y membrillos que ha plantado Piedrabuena reemplazan la pobre vegetación del valle. El blanco bote aparece en el canal frente a la isla. Hemos izado las velas y con ellas rasgamos las corrientes, haciendo doce millas. Las aguas se arrollan en la filosa proa que se levanta sobre olas de espuma; la embarcación ondula y los tripulantes saludamos gozosos la cultivad a ribera. Son instantes estos de grata emoción; hemos cumplido lo prometido y las nacientes del Santa Cruz han sido por fin desveladas.

La margen norte del río está ocupada por varios toldos, que no conozco; el tiro de rifle, salva que anuncia nuestra presencia, ha alarmado a sus habitantes. Grande debe ser el asombro de los tehuelches que contemplan atónitos el curioso espectáculo incomprensible para ellos, de la llegada de un bote tripulado, que desciende con velocidad increíble desde la cordillera, pues desde un recodo oculto los vemos ansiosos; los hombres observan en la orilla y las mujeres frente a las pintarrajeadas tiendas de pieles; los perros que presienten algo desconocido ahullan: todo representa la barbarie estática ante la civilización. De pronto el bote da vuelta a la pequeña isla y aparece esta vez nave-