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CLXXX.

El sabio puede faltar alguna vez á las leyes de la perfecta virtud; pero ellas son superiores á las fuerzas del malo.

CLXXXI.

No engañes al Príncipe; atrevete á desengañarlo quando él mismo se engaña.

CLXXXII.

¿El que ama, puede disimular faltas graves al objeto amado? ¿Y el Ministro fiel puede dexar de advertir á su amo sus deberes?

CLXXXIII.

Quando el Príncipe olvida sus obligaciones, el Estado puede sobstenerse todavia, si el Ministro es capaz y virtuoso.

CLXXXIV.

Se halla freqüentemente unida á la mas brillante riqueza de palabras, una grande pobreza de acciones.

CLXXXV.

Los antiguos estudiaban para ellos mismos: cultivaban las ciencias para adquirir la sabiduría; pero hoy se estudia para brillar á los ojos de los otros, y merecer honores, riquezas, y vanos aplausos.

CLXXXVI.

El sabio se avergüenza de sus palabras, quando exceden á sus acciones.