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Página:Visión de paz (1915).pdf/287

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de espanto ; la sombra de un olivo prestaba consistencia a un espectro de carne, quimérico y real, No era una estatua, ni tampoco la imagen del juez. El aparecido sonreía ; él avanzó : la sombra de la higuera se esfumaba, y la transparencia del cuerpo adquirió esplendor de lumbre. —Rabí —dijo el soldado,— ¿eres, en verdad, el Hijo de Dios? En la diestra, inválida, los bordes de la herida, vibrantes como labios, se estremecieron, y una voz repuso : «La paz sea contigo.» El legionario se prosternó : había comprendido: Aunque aquella boca no hablase, la llaga abierta proclamaría eternamente su ignominia. «Señor—suspiró,—haz olvidar al mundo mi nombre.» Akis vió entonces que la mano cicatrizaba, resplandeciendo, y que murmuraban los verdaderos labios de Jesús: «Haz penitencia» ; quiso besar sus pies, mas la visión había desaparecido... El San Juan del icono parece decirnos : «Eso no está en los Evangelios, y sólo conozco a Tomás, que metió los dedos en la herida del Maestro.» Ya, en efecto, también el Redentor había con-