Soliloquios/Libro VI

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Soliloquios: Marco Aurelio-Teofrasto-Epicteto-Cebes (1888)
de Marco Aurelio
traducción de Jacinto Díaz de Miranda
Libro VI
Nota: Se respeta la ortografía original de la época

LIBRO SEXTO.

La materia[1] del universo se rinde y se dispone con facilidad; la mente, que la rige y modera, de ningún modo es en sí maléfica, puesto que no es maligna ni propensa á dañar á otro, ni capaz de recibir agravio de nadie. En el mundo se ejecuta todo y se lleva, al cabo, como ella lo ordena.

Lo mismo se es el que tu cumplas con tu deber yerto de frío ó bien abrigado, falto de sueño ó harto de dormir, murmurado ó alabado, muriendo ó haciendo otra cualquiera cosa, porque también es una de las acciones del vivir la que ejecutamos muriendo, pues basta que cerca de ésta dispongamos bien lo que entonces tuviéremos entre manos.

[1] Marco Aurelio refuta dos errores : uno filosótico, que la imateria, d. suyo indócil, refractaria y sediciosa, impide los designios de artifice del universo; otro poético, que Dios es autor del mal.

Observa interiormente, y procura que en ninguna cosa se te pase por alto su cualidad ni su mérito.

Todas las cosas subsistentes se mudarán bien presto y se unirán al todo; ó bien exhaladas (si es que sea compaginada la substancia[2] universal), ó bien disipadas se derramarán.

La mente gobernadora[3] del universo sabe muy bien en qué estado se halla ella misma, y lo que hace, y en cual materia lo ejecuta.

[2] Algunos filósofos querían que las substancias compuestas, después de mudadas y disueltas, volviesen á una materia primigenia, la cual fuese simple y de una misma especie ; y asi, Thales fué de opinión que la tal materia común era el agua. Phericides Syro era de parecer que la tierra; Anaxímenes decía que el aire; Heráclito era de dictamen que el fuego. Otros pretendían que se restituyesen á sus respectivos elementos, entre sí diversos, de los cuales, como de sus diferentes mineros, habian sido extraídas; y así, sabemos que Parménides se contentaba con dos, tierru y agua. Onomácrito añadia uno más, fuego, y Einpédocles İlegaba al número vulgar de los cnatro. Aristóteles subió de punto hasta llegar á aquella quinta natura ó elemento del éter, para tener de dónde sacar los espíritus. Yo, sin embargo, supongo que Marco Aurelio, sin aludir á nada de todo esto, quiere decir en el presente párrafo que, perdida la antigua forma, sutilizada ya y evaporada la materia de los mixtos, ó pasará á unirse en este nuevo estado con aquella alma común de la naturaleza (la cual, en sentir de los estoicos, es una substancia compuesta de eterna materia y fuego divino, entre si unidos), ó cuando no, por vía de disipación, se volverá al caos y confusión de los átomos, como se explica Marco Aurelio en otros lugares.

[3] Esta reflexión, si es ética, está llena de resignación y conformidad, aun cuando Dios obre por sus ocultos y altos juicios; pero, si es dogmática, va á probar que la naturaleza no es una fuerza material que obre con arreglo, sin entender el orden con que obra (error de algunos impios), sino una virtud dotada de razón y próvida en sus disposiciones.

El mejor modo de vengar[4] la injuria es que no imites al que te la hizo.

En esto solo ten tu gusto y pon tu recreo en que, acabada una acción en pro de la sociedad, pases luego á emprender otra semejante, acordándote siempre de Dios.

Es la mente[5] la que se excita á sí nisma y convierte á los objetos; la que se finge tal cual ella quiere; la que hace que todos los acontecimientos la parezcan tales cuales ella los desea.

Cada una de las cosas se perfecciona y lleva al cabo, conforme apetece la naturaleza y alna del universo, porque no están regidas por alguna otra fuerza natural[6] que exteriormente contenga y[4] Jamás llegó la razón á estar tan obscurecida, que no reputase por una virtud heroicu el no vengar la injuria recibida.

[5] Este articulo contiene una quinta esencia de la Teologia Académica, de donde Zenón Citico, mudadas las voces, sacó su doctrina; pues, viendo que el alma, por razón de su facultad intelectiva, no podia ser corpórea, queria que fuese, ó un dios ó dirina, lo cual probaba con este discurso; el alma misma es para si el principio de su movimiento: luego, si una vez se mueve, como vemos, que entendiendo se mueve, siempre se moverá sin principio y sin fin de su movimiento : luego es, no sólo eterna, sino también divina, que, ni ha nacido, ni ha salido de otro. Esta es la suma, de lo que Platón escribe (in Phedro).

[6] Si Marco Aurelio quiere colegir que la fuerza gobernadora del mundo debe ser el alma de la naturaleza, nada concluye. ¿Cuál es su discurso? La naturaleza corpórea, privada por sí misma de razón, no siendo capaz de gobernarse por sí sola, será necesariamente regida por una fuerza intefigente. Prosigue después: «Si ésta se supone estar, ó fuera del mundo, como los hombres umbrátiles y sonibrios de Epicuro; ó andar girando alrededor, como fija en la circunferencia del orbe celeste, cual era la inteligencia motriz de abrace el mundo, ó esté dentro de él contenida, ó se halle fuera de él separada.

Ó el mundo es un conjunto de diferentes cosas, ya complicadas entre sí, ya nuevamente disipadas, ó un complejo bien unido y ordenado con método, al cual rija la Providencia. Si es, pues, lo primero, ¿por qué yo anhelo detenerme y vivir en medio de tan temerario desorden é igual confusión ? ¿Por qué yo pienso en otra cosa alguna que en buscar el modo cómo convertirme en tierra?[7]. ¿Por qué me perturbo? Pues, por más que yo haga vendrá sobre mí la disolución y separación de partes. Pero, si es verdad lo segundo, debo venerar á Dios ser constante en la virtud, y confiar firmemente[8] en el árbitro y gobernador del universo.

Cuando por la concurrencia de las circunstancias te vieres como necesitado á perder tu tranquilidad, vuelve al punto[9] sobre ti, y no te propases, sin Aristóteles; ó verse ceñida ó reducida á alguna parte interior del mundo, no podrá regir la Naturaleza, uesto que obraría donde no se hallase.» ¿Y qué se sigue de aqui? Que la dicha fuerza se halla en la misma naturaleza en la cual obra; pero, no por eso se infiere que deba ser alma de la misma naturaleza, pudiendo, sin que lo sea. obrar y regir la Naturaleza. Marco Tulio lo vió bien, cuando escribió en las Tusculanas: Nec vero deus ipse, qui intelligitur á nobis, alio mado intelligi potest, nisi mens soluta quædam, et libera, et segregata ab omni concretione mortali, omnia sentiens, et movens, ipsaque prædita motu sempiterno.

[7] Convertirse en tierra, ó morirse, todo es uno en la Sagrada Escritura.

[8] Stabile est cor ejus, confisum in Domino, sal. 112, vers. 7, lo que puede aplicarse al presente.

[9] Este consejo es muy sano, y, como tal, digno de ponerse en ejecución, aun respecto de los demás afectos, á que solemos dar lugar, llevados de nuestras malas inclinaciones.

necesidad, fuera de lo debido y justo, porque así te sentirás más esforzado para conservar la buena armonía en tus acciones, recuperándola frecuentemente.

Si á un mismo tiempo tuvieses madrastra y madre, procurarías obsequiar á aquélla, y, sin embargo, hacer continuas visitas á tu madre; imaginate, pues, ahora que éstas son para tí la corte y la filosofía: vuelve muchas veces á ésta, y con ella descansa, con cuya asistencia te parecerán soportables los negocios ocurrentes en la corte, y los hombres te podrán tolerar á tí.

Al modo que conviene sobre las viandas y otros comestibles semejantes hacer la reflexión, que este es el cadáver de un pez, esotro el cadáver de un ave ó de un lechón; y también advertir que el falerno es el zumo de la uva; que la púrpura es el pelo de la oveja, mojado en la sangre de la concha; y por lo respectivo á la generación considerar, que ella no es otro que un mero contacto y cierta excreción de humor, junta con una especie de convulsión (siendo realmente estas consideraciones muy eficaces, paraque penetrando lo más interior de las mismas cosas, y apartándolas el velo, se vea con mayor claridad, lo que son al fin): de esta suerte también importa mucho el que se haga la reflexión sobre todo lo ocurrente en el discurso de la vida; y cuando las cosas se nos presentan demasiadamente autorizadas, y acreedoras á nuestro aprecio, convendrá despojarlas y ver á las claras su vileza, poniendo á un lado la relación de elogios con que aparentan su fingida gravedad: porque el fausto es un fuerte impostor, y entónces nos encanta más, cuando especialmente deliberamos sobre cosas al parecer dignas de mayor aprecio. Mira, pues, con atención, lo que Crates[10] dijo hablando de Jenocrates.

Las más de las cosas, de que se admira el vulgo, pueden reducirse á ciertas clases ó géneros universales; conteniéndose las unas en la clase de sustancias dotadas ó de sola forma y figura inerte ó de naturaleza[11] y fuerza dinámica; cuales son ya las piedras y los maderos, ya las higueras, vides y olivos; perteneciendo otras, que aprecian las gentes de mediana esfera, á la clase de las que tienen alma sensitiva; tales son, por ejemplo, los rebaños de ganado mayor y menor; comprendiéndose otras á que se inclinan los hombres de más honor, en la clase de las que tienen alma racional, no en cuanto es alma universal del mundo, sino en cuanto se mire como cultura de las artes, ó de otro modo industriosa y diligente, ó en cuanto simplemente se considere como racional; tal es, por ejemplo, el ser dueño de un crecido número de esclavos. Mas aquél que honra debidamente á su alma racional, en cuanto es unirersal y amante de la sociedad, dejando aparte cualquiera otro cuidado procura ante todas cosas,[10] Gatakero no pudo hallar este dicho de Crates, y sólo por conjetura dice que asi como Diógenes se burló del fausto de Platón, también pudo haber hecho lo mismo de Crates, respecto de Jenocrates. Laërt. lib. 1v.

[11] Los estoicos daban á todo cuerpo su especie de vida, por estar unidlo con el alma universal del mundo ó bien sea con aquel su grande animal. La filosofia antigua no reconocia cuerp alguno natural, al cual no diese su principio eficiente, ó fuerza activa, como caracter é insignia con que la natura se diferenciase de la mecánica. Véase á Cic. Academetc., lib. cap I, VI.

que su alma se conserve en tal estado, en el cual se porte racional y sociablemente; y que también coopere á que otros de su naturaleza hagan esto mismo.

Unas cosas se apresuran para recibir su ser, otras se dan prisa en perderlo, y aun una misma cosa al momento de hacerse ya en parte se extingue, y así las disoluciones y alteraciones renuevan continuamente el mundo; al modo que la incesante sucesión del tiempo representa la eternidad siempre nueva.

En esta precipitada corriente, en donde no es posible fijarse, &quién podrá apreciar cosa alguna de estas así pasajeras° Sería lo mismo que si uno empezara á enamorarse de una de las aves, que, volando por el aire, al instante desaparecieron de la vista.

A un modo semejante viene á ser la vida de cada uno, que es como una exhalación de la sangre ó como la respiración y atracción del aire; pues cuál es el respirar una vez y atraer el aire, lo que todos hacemos cada momento, tal es en verdad, el volver á dar toda la fuerza de respirar á aquel principio, de donde la habías tomado antes y adquirido, naciendo ayer ó antes de ayer.

No es cosa digna de mucha estimación, ni el transpirar como las plantas, ni el respirar como las bestias, ni el estamparse en la fantasía las ideas, ni el agitarse el apetito con los afectos, ni el vivir congregados, ni el nutrirse con el alimento, porque esto es una cosa semejante á la que sucede en el expeler las superfluidades de la comida. ¿Qué cosa, pues, merecerá nuestro aprecio? gel ser aplaudido con palmoteo? Ni esto tampoco: luego ni menos lo será el ser aclamado con los gritos de viva y más viva; porque las alabanzas del pueblo no son otro, que un estrépito y sonido de la lengua. Dejada, pues, tambiér la gloria del aplauso popular, ¿qué restará digno de estima? esto es, según yo juzgo, el portarse conforme á su propio estado, y atarearse á lo que los cuidados y las artes nos mueven é incitan. Porque toda arte tiene su mira, en que lo dispuesto y preparado sea muy á propósito para aquella obra, para la cual se había ordenado y destinado: esto pretende el labrador cuidando de la vid; el picador domando el potro y ei cazador amaestrando el perro. Y la educación y disciplina de la juventud á qué otra cosa aspira con su afán y diligencia? luego en esto consiste lo apreciable; y si esto te saliere bien, no será necesario que procures adquirir para ti otra cosa más. Es posible que ni aun por eso dejarás de apreciar otras muchas cosas ? Pues, haciéndolo así, ni te verás libre de cuidados, ni estarás contento con tu suerte, ni vivirás sin pasiones; por necesidad serás envidioso,.

y competidor; tendrás por sospechosos á los que pueden privarte de lo que gozas; armarás asechanzas á los poseedores, de lo que tienes en tanta estima: y así es absolutamente necesario, que, hallándote necesitado y privado de alguna cosa apreciable por tí, te perturbes é inquietes, y aun te quejes muchas veces de los dioses. Al contrario, la veneración y estima hecha de tu propia alma, hará que vivas contento y pagado de tí mismo; que te avengas y acomodes con los demás hombres; que te conformes y resignes con los dioses: esto es, alabándoles y aprobando cuanto ellos dispensan y determinan.

El movimiento de los elementos es hacia arriba[12],[12] Parece que alude á la doctrina peripatética que daba M. AORELIO,-SOLILOQUIOS.

113 hacia abajo, al rededor; pero el curso de la virtud no está sujeto á ninguna de estas variaciones, sino que tiene un no sé qué de divino, de modo que, caminando por una vía oculta é incomprensible, hace felizmente su jornada.

¡Qué tal es el desatino que cometen los hombres! no quieren hablar bien de sus contemporáneos y compañeros, y los mismos tienen en gran estima ser alabados por los venideros, á quienes no han visto, ni verán jamás. Esto es casi lo mismo que si se contristasen porque los antepasados no hubiesen hecho honorifica mención de ellos.

No debes suponer que si á tí te parece difícil de practicar alguna cosa sea esto un imposible[13] á todo hombre; antes bien, te has de persuadir que si es posible y correspondiente á un hombre, también es asequible por tí.

En los ejercicios de la lucha, aun dado que alguno nos arañase y que, arremetiendo con la cabeza, nos hiciese alguna herida, sin embargo, no damos señal de enojo, ni nos enfadamos, ni le calificamos en lo sucesivo de traidor; y si bien nos guardamos de él, pero no como de un enemigo, ni por sospecha ó desconfianza, sino que con buen modo y ánimo benévolo le huimos el cuerpo. A este modo debemos hacer en el resto de la vida, no parando mientes en muá los elementos un movimiento propio hacia su respectivo centro, hacia arriba al fuego y aire, hacia abajo á la tierra y agua, hacia al rededor al éter ó cielo.

[13] Los estoico8, contra quienes se había extendido la voz Nimis magna promittitix, nimis dura præcipitis; non homunciones sumus; omnia nobis negare non possumus, eran acérrimos defensores de las fuerzas de la Naturaleza.

8 chas de las cosas que hacen los hombres; mirándolos como si fuesen nuestros antagonistas ó competidores; porque, como yo decia, es permitido huirlos el cuerpo sin tenerlos por sospechosos ni odiarlos.

Si alguno pudiese convencerme y hacerme patente que yo no pienso con rectitud ú otro bien, con mucho gusto mudaría de dictamen y de conducta; porque yo busco la verdad, la cual jamás dañó á ninguno, siendo así que quien se obstina en su error é ignorancia queda malamente burlado.

Yo hago y cumplo con mi deber; las demás cosas no me llevan la atención; porque, ó son inanimadas, ó irracionales, ó van fuera de razón é ignoran el camino verdadero.

Como hombre dotado de razón, usa con magnanimidad y libremente de los animales, y en general de las cosas y sustancias que carecen de razón; empero á los hombres, como participantes de racionalidad, trátalos sociablemente; y en todo pide á los dioses su favor y amparo; ni te interesa saber en cuánto tiempo podrás hacer tus cosas, porque el solo espacio de tres horas bien empleado te basta y sobra.

Alejandro el de Macedonia y su mozo de mulas, habiendo muerto, vinieron á parar en una misma cosa; porque, ó bien fueron reasumidos en los mismos principios y razones seminales del universo, ó fueron igualmente dispersos y reducidos á sus átombs.

Considera para contigo qué de cosas pasan á cada uno de nosotros en un mismo punto de[14] tiempo[14] Este concurso de ideas, de acciones, de movimientos en un mismo instante de tiempo, es un argumento clásico contra los materialistas.

indivisible, tanto por parte del cuerpo cuanto respecto del alma, y de este modo no te maravillarás si muchas cosas más, ó por decirlo mejor, si absolutamente todas las cosas hechas en este singular universo que llamamos mundo se producen al mismo tiempo.

Si alguno te preguntase cómo se escribe el nombre —de Antonino, ¿por ventura proferirías cada una de las letras levantando la voz? ¿Pues qué: dado caso que se irritasen, te enfadarías tú también? no sería mejor que tú, pasando adelante, pronunciases con quietud cada una de las letras? A este modo, pues, hazte ahora la cuenta que toda obligación consta de ciertos puntos, los cuales conviene observar, llevando al cabo con buen orden lo que estés haciendo, y no alborotándote ni disgustándote de los que se indignasen contra ti.

Viene en cierto modo á ser una crueldad el que no se permita á los hombres dejarse llevar de las cosas que á los mismos les parecen propias y conducentes. Y cierto que tú de alguna manera no permites que ellos lo hagan así, cuando te irritas porque pecan, puesto que entonces se dejan absolutamente tirar como de cosas propias y convenientes á los mismos. Pero no es así: díselo[15], pues, á ellos, y muéstraselo sin enojarte.

La muerte es el fin y descanso de las impresiones[15] Alude á lo que escribe Epicteto, Disert., lib.1, cap.XVIII: dettov th Thivny, xzl 8yst naç dolatavtan tóv duaptnudtwv.

De lo cual se colige que M. Aurelio no aprueba la libertad de conciencia, pretendiendo además que se corrija al prójimo, si va fuera de camino, engañado con la idea forniada acerca de algún objeto.

de los sentidos, de la agitación del apetito, del discurso de la mente, de la servidumbre y cuidado cerca del cuerpo.

Muy mal parecido es que el alma afloje y desmaye en el deber de la vida antes que en el cuerpo se pierda y disminuya el vigor para las funciones humanas.

Mira bien no te transformes en César de pies á cabeza, ni te revistas de este carácter de soberanía y majestad, como suele suceder: consérvate, pues, en un aire de simplicidad, de bondad, de entereza, de gravedad, de seriedad; prosigue siendo amante de lo justo, religioso, benévolo, sincero en tu afecto, constante y esforzado en el cumplimiento de tus obligaciones. Pretende con empeño que te mantengas tal cual quiso hacerte la Filosofía: venera á los dioses; protege á los hombres. La vida es breve, uno el consuelo y fruto de vivir sobre la tierra, que todo consiste en una disposición de ánimo piadoso, juntocon el ejercicio de acciones benéficas.

Procura en todo portarte como discípulo de Antonino: imita su tenor constante en obrar según razón; su conducta en todo uniforme; la piedad y apacibilidad del semblante; la afabilidad y desprecio de la vana gloria; el estudio y empeño en hacerse bien cargo de los negocios, y en tal conformidad, que nada dejaba absolutamente por hacer, mirándolo antes con atención y madurez, y reflexionando con prudencia y sabiduría: observa cómo también sufria á los que sin razón le vituperaban, no quejándose contra ellos; cómo en ningún negocio se apresuraba; cómo no admitía fácilmente las delaciones; cómo era exacto y mirado en sus costumbres y hechos; no injuriador, no medroso, no suspicaz, no sofista.

Nota su parsimonia, contentándose con poco, por lo que mira á la habitación, cama, vestido, comida, familia; siendo amante del trabajo y sufrido; pudiendo perseverar en un mismo sitio desde la mañana hasta la noche, efecto de su vida frugal y parca; no teniendo precisión de hacer sus necesidades corporales fuera de su hora acostumbrada; permaneciendo constante y siempre el mismo en las amistades: admira también que llevase con paciencia .á los que con libertad se oponían á su dictamen, y que se alegraba si alguno sugería mejor pensamiento, y cómo era pio y religioso, sin escrúpulo ni superstición. Imitale, pues, en todo esto, para que la última hora de la muerte te coja con tan buena •conciencia como á él le cogió.

Recupérate y recapacítate un poco, y después de bien vuelto sobre ti y considerando que era una ilusión lo que te perturbaba, mira bien despierto y con atención segunda vez estas cosas de acá como habias mirado aquellas.

Yo consto de cuerpo y de alma: al cuerpecito, pues todo le es indiferente, porque no puede discenir nada ; al alma también es indiferente todo aquello que no sea acción suya peculiar, pero penden de su arbitrio todas sus obras particulares, aunque entre éstas sólo se deben contar las que presentemente estuviere haciendo, puesto que los hechos pasados[16][16] Esta doctrina no vale en sentido moral, porque la acción durará habitualnmente en la voluntad del que no la hubiere retractado; y así los yerros pasados no se deben mirar .con indiferencia, sino llorarlos amarganiente. Sobre lo fuy los que podrán sobrevenirla, también la son del mismo modo indiferentes.

Mientras que la mano haga lo que es propio de la mano, y el pie lo que asimismo es peculiar del pie, ni la mano ni el pie tienen un trabajo que no sea natural; del mismo modo, pues, en tanto que el hombre haga lo que es privativo del hombre, su trabajo no es superior á sus fuerzas naturales; de consiguiente, tampoco es para él mal alguno no siendo fuera de lo natural, su fatiga.

Cuántos deleites suelen percibir y gozar los ladrones, prostituidos, parricidas y tiranos! ¿No ves cómo los artífices mecánicos, aunque suelen condescender algún tanto con los idiotas é ignorantes de su arte, no por eso dejan de alegar contra ellos sus razones é insisten en no separarse de ellas? Ahora bien: gno sería mal visto que un arquitecto ó un médico hiciese más aprecio de lo que prescribe su arte, que un hombre hace de lo que le dicta la razón, la cual es común al mismo hombre y á los dioses? El Asia, la Europa, son unos rincones ó ángulos del universo: el mar entero es una menudísimaparte de agua del universo; el monte Athos es un pequeñito terrón del mundo; todo tiempo presente es un punto de la eternidad; todas las cosas son de turo á que uno no haya dado libremente ó dé causa, dice bien M. Aurelio, que nada nos va ni viene en ello, y por lo mismo cualquiera puede cerca de esto in utramque aurem dormire; si bien no falta quien para averiguarlo dice lo del Poeta, A en., lib. VIII.

Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo.

poco momento, caducas, perecederas, vanas; todas .vienen de allá, de aquella mente común ó ya de propósito pensadas y dispuestas ó bien naturalmente consiguientes; así pues, la grande abertura de la boca del león, el maleficio y cuanto es nocivo como las espigas y el lodo, vienen á ser como unas adiciones ó apéndices naturales de los demás vistosos y hermosos efectos de la naturaleza, ni por eso te imagines que tales cosas sean indignas ó ajenas[17] de aquella mente universal á quien veneras; antes bien, contempla y reconoce por ellas el origen de todo lo existente.

Quien ha visto lo presente ya lo vió todo, no sólo cuanto sucedió desde la eternidad, sino también cnanto acaecerá por toda una infinidad de tiempo, puesto que todas las cosas son de una misma naturaleza y uniformes entre sí.

Considera muchas veces la mutua conexión que tienen entre si todas las cosas del universo y la relación de las unas con las otras; pues en cierto modo están entre sí enlazadas, y por este respecto se comunican amigablemente, y asi las unas son consiguientes á las otras, ya por el movimiento local, ya por la conspiración[18] y simpatía, ya por la unión de la materia.

[17] M. Aurelio quiere desvanecer la duda ó escrúpulo en que parece le metían los epicúreos cerca de la Providencia Divina, pretendiendo ser indigno de un Dios próvido la producción de muchas de las cosas que vemos por su naturaleza nocivas ó monstruosas é inútiles; asi discurrían estos tales, cuando la razón y tradición ensefñaban á los hombres que este mundo era obra de un Artifice supremo, del cual todo mana, ó pretendido ó permitido.

[18] Esta es un vinculo y enlace sagrado, que de todas Ajústate y acomódate á lo que el hado te ha destinado, y ama á los hombres con quienes te cupo ensuerte el vivir, pero que sea de veras.

La máquina, el instrumento, todo preparativo, si sirve para lo que fué dispuesto, tiene su aprecio aun estando lejos de allí el que lo dispuso. Mas en los efectos que produce y contiene en sí la Naturaleza, siempre se queda dentro y reside en ellos la virtud y principio que los había hecho; según lo cual convenía que uno venerase más á la Naturaleza y que se persuadiese, que si él mismo viviese y perseveráse conforme con lo que ella quiere, le sucedería todo á medida de su deseo y del mismo modo que al universo le salen todas sus cosas como apetece.

Si supieses que algo de aquello que no está en tu mano, sea lo que se fuere, es para tí bueno ó malo, sería necesario que en la incursión en el tal mal y en la separación de semejante bien formases tus quejas contra los dioses y concibieses odio contra los hombres, reputándolos por autores ó sospechando que podrían serlo de tu caída en el mal ó pérdida del bien. Y en efecto, sucede que muchas veces obramos contra justicia y razón por la discordia de opinión cerca de estas cosas. Pero si nosotros juzgásemos por bienes ó males, los que solamente penden de nuestro arbitrio, no nos quedaría motivo alguno, ni de culpar á Dios, ni de hacer la guerra á hombre alguno.

Todos cooperamos á un mismo fin: los unos sabiendo y comprendiendo bien lo que hacen; los otros las naturalezas particulares hace aquella común Naturaleza 6 diosa viviente y animada de un estoico.

sin entenderlo, del mismo modo que Heráclito dice, si no me engaño, que también los dormidos son operarios, que por su parte coadyuvan á lo que en el mundo se está haciendo. Bien es verdad que otro contribuye de distinto modo, excediéndose el que se queja, el que intenta hacer resistencia y el que pretende destruir lo hecho, porque aun de este tal se aprovecha y sirve el universo, y así mira al cabo y reflexiona con quiénes te querrás alistar; supuesto que absolutamente hará buen uso[19] de ti, el que[19] Este artículo trata de la economia de la Divina Providencia en el destino y gobierno de las causas libres, punto el más recóndito é intrincado de todos. Nuestro Emperador quizá tendría por absolutamente necesario que en el mundo hubiese operarios de iniquidad, y más admitiendo el hado á quien los estoicos sujetaban al mismo Júpiter; el hado que hacía obrar con gusto, pero no sin necesidad natural aun respecto del gobernador del universo, el hado que todo lo llevaba enredado de antemano y con una fuerza ineluctable, no podía dejar de arrastrar y meter entre la hez de los ruines operarios á los que tanto antes hubiese puesto el lazo ó atado con la cadena de la maldad. Pero sea de esto lo que fuere, lo que la razón alcanza en esta materia tan ardua es, primero, que siendo Dios de sabiduría y virtud infinita, pudiera muy bien haber ordenado de modo y gobernado con tal economía algún sistema de causas segundas, que por más que ellas pudiesen pecar, con todo no pecasen, no apareciendo de esto repugnancia alguna; segundo, que Dios santísimo y óptimo, en ningún sistema de causas libres pudo proponerse por fin primario ni pecado alguno ni consecuencia alguna de pecado, siendo error que choca contra la idea del verdadero Dios; tercero, que Dios de suyo perfecto en sus obras jamás podía permitir el desorden y mal moral de las causas libres, sin saber y poder reducir á orden y método el exceso y desorden sacando bien del mismo mal; cuarto, que Dios en la providencia actual tiene sus fines justísimos en la permisión del pecado, el cual no está obligado á impedir habiendo acordado el libre albedrío. Por último, Dios todo lo rige; y te recibirá en alguna de las clases de los operarios que mutuamente se ayudan en su trabajo. Pero guárdate bien de que no hagas en el mundo un papel semejante al que hace en el drama aquel verso vil y ridiculo del cual hace mención Crisippo.

¿Por ventura el sol anhela hacer lo que es propio de la lluvia? ¿Acaso Esculapio pretende hacer lo que es privativo de la tierra? ¿Qué diré de cada astro en particular? no es verdad que siendo ellos diferentes entre si, conspiran todos mutuamente á un mismo efecto? Si es, pues, cierto que los dioses hubieren acordado ya sobre mí y lo que me debe acontecer bien resuelto estará; porque no es fácil formarse[20] la idea de un Dios inconsiderado y sin reflexión: &pues con qué motivo se habían ellos de mover á la resolución de hacerme mal? qué provecho resultaría de aquí á los mismos ó al común del universo, de quien ellos tuviesen especial providencia? Pero si es que no hubieren determinado sobre mí en particular, por lo siendo libre en la elección de cualquiera sistema posible, eligió este presente, no porque fuese el óptimo, sino porque así lo quiso por los motivos justos que él mismo tiene reservados en los tesoros profundisinos de su eterna é infinita sabiduría. Entendiendo la doctrina de M. Aurelio en la forma insinuada, coincidirá con la que enseña el Maestro de las SS. libro 1, d. 46 y con la que defienden los teólogos, apoyados en la autoridad de los Santos Padres que tratan este punto.

[20] Dice bien M. Aurelio, que no es fácil imaginarse un Dios estúpido y sin providencia, cuando la idea que todos tenemos de Dios nos lo muestra espiritu perfectisimo en el saber y santísimo en el querer. Véase á Epicteto Disert., libro III, cap. XXIV.

menos habrán decretado en general cerca de las cosas del mundo, con las cuales también tienen enlace mis cosas particulares que debo abrazar con gusto y darme por contento con ellas. Y dado que los dioses de nada[21] tuviesen providencia (que es una impiedad creerlo), entónces de ningún modo sacrificariamos, oraríamos, juraríamos, ni haríamos otras cosas que en particular hacemos, como para con unos dioses entre nosotros existentes y que viven compañía. Mas si los dioses[22] no deliberasen sobre ninguna de nuestras cosas; sin embargo, me sería lícito mirar por mí, estando en mi mano la inspección de lo que es conducente y cierto que á cada unoconviene, lo que dice bien con su condición y naturaleza. Por último, mi naturaleza es racional y sociable: mi patria y ciudad en cuanto Antonino es Roma, pero en cuanto hombre es el mundo: y así lo que estas ciudades Roma y Mundo fuere útil, esto será mi único biennuestra á Cuanto sucede á cada individuo, todo conduce al universo y esto debería bastar: pero aun hay otra[21] El argunento que se hace M. Aurelio, es incontrastable y á favor de la Providencia divina: y así este rayo de la luz natural podria abrir los ojos á tanto materialista enemigo declarado contra un Dios, espíritu próvido. También es innegable, que debemos tributar homenaje y culto á un Numen supremo, presidente en todos los negocios humanos, haciendo los oficios propios de nue-tra sagrada religión, con los cuales protestamos la suma dependencia que tenemos de Dios por el derecho de creación, conservación y protección.

[22] M. Aurelio apura más la dificultad y nos hace ver que aun en la suposición impía é imposible de que Dios no tuviese providencia, deberian los hombres seguir los dictámenes de la razón, á fin de buscar en la virtud su única bienaventuranza.

cosa, como verás, haciendo la observación en general, que lo conducente á un particular también conduce á los otros hombres: bien entendido, que ahora se debe tomar la palabra conducente en sentido común, aplicada á las cosas medias é indiferentes.

A la manera que suelen ofenderte los espectáculos representados en el teatro y en otros lugares semejantes, porque el ver siempre lo mismo y sin mudanza de aspecto, causa tédio á la vista: del mismo modo podrá sucederte en todo el curso de tu vida; porque todas las cosas superiores é inferiores son siempre las mismas y provienen de los mismos principios. Y hasta cuándo[23] durará esto? Medita sin cesar qué de hombres de todas condiciones, de todas profesiones, de todas naciones murieron ya; de suerte que desciendas de este modo, hasta dar con Philistión[24], con Phebo y Origanión[25]: entónces pasa con la consideración á otras clases de gente; pues es preciso que nosotros hagamos el mismo camino que hicieron tantos oradores elocuentes, tantos filósofos venerables, un Heraclito, un Pithágoras, un Sócrates; tantos héroes primero,[23] Séneca de Tranquil., cap. 1I, nos hace ver que el hastio ocasionado de no hillar novedad que deleite, fué á muchos antiguos motivo de darse la muerte, prorrumpiendo en estas palabras: Quousque eadem?[24] Dos Philistiones saca á plaza Gatakero, el Philistión Niceo cómico y contemporáneo de Sócrates y el Philistión Locrense, médico, á quien se atribuyen los libros de Diaeta, que corren bajo el nombre de Hipócrates, como dice Galeno in comment. ad lib. de Diaet. in morb. acut.

[25] De Phebo y Origanión, yo digo con el intérprete francés: je ne connais ni l un, ni l autre: y lo que más es, que ni Gatakero habla de ellos.

tantos generales y tiranos después: además de estos, un Eudojo[26], un Hipparcho, un Archimedes y otros de agudo ingenio, de corazón magnánimo, de industria singular, de suma astucia y de mucha arrogancia: hasta los mismos motejadores satíricos de estavida caduca y casi momentánea, cual fué Menippo[27] y otros tales, y cerca de todos estos haz la reflexión, que mucho hace fueron sepultados: si bien, qué mal les vino por eso á ellos? qué daño á otros muchos, de quienes absolutamente ni queda el nombre? Así que una sola cosa hay en este mundo, de que debemos hacer mucho aprecio, que es el saber vivir entre hombres falsos é injustos y tratarlos con benevolencia, siguiendo la verdad y la justicia.

Cuando quieras darte un rato de contento, ponte á considerar la ventaja[28] de los que viven contigo: por ejemplo, de éste lo industrioso, de aquél lo modesto; de uno lo liberal y de otro cualquiera otra prerogativa: porque ninguna cosa nos deleita tanto, como el contemplar las imágenes de las virtudes que resplandecen en las costumbres de los que viven[26] Laërcio, lib. vIn, describió la vida de Eudojo, llamándole grande Astrólogo, farnoso Geómetra, célebre Médico é insigne Legislador en tiempo de Dionisio el Tirano y de Platón. De Hippaurcho Niceo, excelente matemático, habla Strabón lib. 1, et II. De Archimedes, también sobresaliente matemático, escribe entre otros Plutarco ex Marcell. vit ad lib. v, §. 1. Y es quien dijo, según Pappo in Mechan. Des ubi consistam, et dimnturus sum terram. Cicerón hace un grandísimo elogio de Archimedes en el lib. 1, Tusculan.

[27] Laërcio lib. vI, bace mención de Menippo Cinico, al cual censura hablando de sus escritos.

[28] Es propio de un alma grande é ingenua alegrarse de las virtudes con que se halla adornado el prójimo, y más conociéndose la ventaja.

con nosotros; y que de tropel, por decirlo asi, se nos entran por los ojos: por lo cual conviene tener á mano esta consideración.

¿Por ventura llevas á mal el que seas de peso de esas tantas libras, y que no llegues al de trescientas? no te inquietes según eso, porque hayas de vivir hasta un determinado núnero de años y no puedas pasar más adelante; pues al modo que conviene contentarse[29] con el tamaño de la estatura, así también con la cuantidad del tiempo prefijado.

Insistamos en persuadir á nuestros prójimos, lo que sea justo y razonable, ni dejemos de hacerlo, bien que se resistan[30] cuando así lo pida el derecho de justicia; más si alguno, usando de violencia se te opusiese, vuélvete á tu ánimo plácido y tranquilo y aprovéchate de la resistencia para ejercitar otra virtud; y acuérdate que con la debida excepción emprendías el asunto y que no pretendías imposibles.

¿ Qué cosa, pues, era la que deseabas? Era este mismo conato: el cual consigues, aunque no tenga efecto aquello á que habías puesto la mira.

El que es ambicioso juzga por bien propio la acción ajena; el que es dado á los deleites cree que su bien consiste en el goce de sus pasiones; pero el que tiene juicio[31] conoce que en su proceder estriba toda su felicidad.

[29] Séneca reprende á los que no están contentos con sus dotes particulares.

[30] Si este aviso lo observasen aquellos, que tienen más autoridad para mandar que constancia y valor para hacerse obedecer y temer, no sucedería tan frecuentemente que á la desobediencia del súbdito se añadiese un uuevo desórden por la condescendencia del superior.

[31] Al verdadero sabio lo describe con perfección San Puede uno muy bien no formar juicio cerca de esta ú otra cosa, y no inquietarse en su interior; pues las cosas no tienen por si tanta fuerza, que nos precisen á calificarlas de buenas ó malas.

Acostúmbrate estar con atención á lo que dice el otro, y en cuanto te sea posible intérnate dentro del alma del que hablare contigo.

Lo que no es bueno para el enjambre, tampoco es —conducente para la abeja.

Si los marineros tratasen malamente al piloto, ó los enfermos injuriasen de palabra al médico, gá qué otro podrían apelar? ¿ó cómo sería posible, que los unos ejecutasen lo que conduce á la conservación y seguridad de los navegantes; y los otros, lo que sirve para la sanidad y cura de los enfermos? ¡Cuántos de aquellos con quienes entré en el mundo, ya salieron de él! A los ictiriciados les parece amarga la miel; á los mordidos de un perro rabioso el agua les es una cosa formidable; á los niños la pelota les parece una bella cosa: ¿pues á qué viene el enojarte? acaso te parece á tí que ha de poder menos el engaño de la mente, que un poco de cólera en el enfermo de ictericia y el veneno en uno que padece mal de rabia? Nadie te impedirá el que vivas, según dicta la luz de tu razón, y orden de la naturaleza común.

Clemente Alejandrino, diciendo: que tirado del amor de aquel bien honesto, que solo es digno de ser amado, y llevado de su deber, sigue y obedece á Dios: y esto en tanto grado, que ni aun en la suposición imposible que Dios le diese permiso para hacer lo que de suyo está probibido ó sin el peligro de incurrir en la pena, ó con la promesa de darle en pago una entera felicidad, no dejaría de cumplir con su obligación. Strom. lib. v.

Piensa bien cuálesson aquéllos á quienes deseamos agradar, con qué miras, y esperanzas los queremos complacer; por qué especie de servicios los queremos ganar y verás como en breve sepultará el tiempo todas estas cosas y cuántas ha sepultado ya.


  1. 1,0 1,1
  2. 2,0 2,1
  3. 3,0 3,1
  4. 4,0 4,1
  5. 5,0 5,1
  6. 6,0 6,1
  7. 7,0 7,1
  8. 8,0 8,1
  9. 9,0 9,1
  10. 10,0 10,1
  11. 11,0 11,1
  12. 12,0 12,1
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  16. 16,0 16,1
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  22. 22,0 22,1
  23. 23,0 23,1
  24. 24,0 24,1
  25. 25,0 25,1
  26. 26,0 26,1
  27. 27,0 27,1
  28. 28,0 28,1
  29. 29,0 29,1
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  31. 31,0 31,1