Album de un loco: 32

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Segunda parte de Album de un loco
de José Zorrilla

La inteligencia[editar]

XVI[editar]

l'armi pietose, e'l Capitano
Che'l gran sepolcro libero de Cristo.

Con fe profunda y por cumplir su voto
de consagrar su espada y su existencia
al servicio de Dios, en penitencia
de haber entrado en lid y lanzar roto
en apoyo del cisma contra Roma,
el alma libre de avaricia y miedo,
con voluntad sincera, Godofredo
la cruz sagrada con las armas toma.

Tan entusiastas, pero más prudentes
que las turbas vulgares,
que sólo en Dios fiándose, creyentes,
perecieron incautas a millares,
van tras de Godofredo a Palestina
los más nobles guerreros de la Italia,
la prez de la nobleza de la Galia,
de la raza germana y la latina;
y a través de peligros y de azares,
atropellando idólatras naciones,
ganando tierras y salvando mares,
triunfando de asechanzas y traiciones,
el valeroso capitán cristiano
con prudencia sagaz y firme mano
condujo del Oriente a las regiones
sus numerosas huestes militares.

Del infierno el furor le opuso en vano
de Asia entera y de Livia el pueblo mixto;
porque su fe, con el favor del cielo,
plantó sus tiendas en el sacro suelo
y en derredor de la ciudad de Cristo.
Godofredo es el símbolo viviente
de su edad, la expresión del cristianismo
de su tiempo. Sólo él, veraz creyente,
atesorando, incólume, en sí mismo
de la Europa el valor y la fe entera;
sólo él, exento de avaricia y dolo,
realizó el pensamiento de su era;
con unos pocos de su temple, sólo
él los pendones de la cruz latina
tremoló vencedor en Palestina.

Los demás, que eran sólo aventureros,
que llevaban sus almas devoradas
de terrena ambición por la carcoma;
que eran sólo en el nombre caballeros
de la cruz, dieron fin a sus jornadas
en las ciudades sirias conquistadas,
enlodando la cruz que les dió Roma
en los harenes torpes de Mahoma.

De cuatrocientos mil que con él fueron,
sólo cincuenta mil con él llegaron
hasta Jerusalén; pero vencieron,
y el sepulcro de Cristo rescataron.
Y sólo él, el piadoso Godofredo,
el fiel Raimundo, el liberal Tancredo,
y unos cuantos valientes capitanes
de su ejército ruin, cuyos afanes
fueron cumplir la fe de su promesa,
llevando a cabo la sagrada empresa
de librar a Salem de musulmanes,
son los nobles soldados
que merecen el nombre de cruzados.
A este puñado de héroes solamente
debe su porvenir y su existencia,
su libertad, su religión, su ciencia,
la civilización de Occidente.

Cuando, de fe cual de valor ejemplo,
Godofredo elevó la cruz triunfante
sobre las santas cúpulas del templo
de la santa ciudad, al resonante
grito de triunfo de su escasa tropa,
tembló el Islam y respiró la Europa.

¡Dios tome en cuenta de sus nobles pechos
la fe no más del corazón cristiano,
y no la sangre y los atroces hechos
que en nombre suyo prodigó su mano!

A Godofredo, en su bondad suprema,
Dios de Jerusalén dió la corona;
pero el mejor florón de su diadema,
el escudo mejor, y el mejor lema
con que el tiempo su túmulo blasona,
es del Tasso el magnífico poema.
Y éste, de un genio personal tributo,
fué para Europa de tan gran victoria
la única adquisición, el mejor fruto;
la Europa hizo ventaja transitoria
su hazaña colosal; y sólo este hombre,
poeta posterior a aquella historia,
con su canto inmortal hizo su nombre
cifra perenne de perpetua gloria.