Carlos VI en la Rápita/V

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V

Samsa, mes de Nissan.- Feliz ha sido la primera etapa de nuestro viaje. De Tetuán a esta risueña y patriarcal aldea hemos venido El Nasiry y yo silenciosos, cada cual entretenido en arrullar sus pensamientos, para que se duerman al compás del andar cuidadoso de las mulas. En verdad, no he visto mulitas más discretas en el paso que las de esta tierra; su mansedumbre y la suavidad de sus movimientos superan a los encomios que todo europeo les tributa. Diríase que sienten interés fraternal por el ser humano que oprime sus lomos, y que es para ellas punto de honor llevarlo sano y salvo al término de su viaje. No quitan los ojos del terreno, como si éste fuera un libro en que van leyendo el orden y señalamiento de los puntos en que han de asentar sus cascos duros, dotados de cierta delicadeza pulsátil.

Pues, señor, aún no me ha dicho El Nasiry a dónde me lleva. Sólo sé que la razón de hacer escala en este pueblo es recoger al hijo de un grande amigo suyo, llamado Mohammed Requena, para llevarle con nosotros. Es este Requena un moro de casta granadina, anciano, rico, bondadoso y de sutil ingenio. El exquisito trato de tan noble señor serena mi turbado espíritu... Aún no sé cuándo saldremos: el adolescente por quien hemos venido está enfermo de tenaces calenturas.