Historia de las sociedades secretas, antiguas y modernas en España y especialmente de la Francmasonería/Capítulo II

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CAPITULO II.[editar]

LA FRANCMASONERÍA EN ESPAÑA DESDE EL SIGLO XVIII.

§ XVI.[editar]

Primeras lógias españolas de que hay noticia.


Llegamos ya al punto principal de nuestra historia, y por tanto á tratar de la francmasonería en España, como síntesis que viene á ser de todas las sociedades secretas, antiguas y modernas y que las resume organiza y sistematiza á todas, lo mismo aquí que en el extranjero. Todas las sociedades secretas anteriores de que se ha tratado, solamente son pobres ensayos y pequeños preludios de ella. Comprendiéndolo así la francmasonería, busca su entronque y origen en algunas de éstas para presentar su alcurnia y nobleza con cierta antigüedad ficticia.

Del origen de la francmasonería en España nada cierto se sabe: los masones mismos lo ignoran, pues sus fábulas relativamente á los templarios son poco creíbles, y al pare- cer, por lo que hace á nuestra patria, completamente infundadas, á ménos que se descubran vestigios y documentos de que al presente carecemos.

Refiere Gyr, en su obra acerca de la francmasonería (1) que en el archivo de la lógia Frederich Vredehajl, en El Haya, se encontró en 1637 un documento curioso, que contiene el acta de una reunion masónica celebrada en Colonia el año de 1535, á la que asistieron los directores de las diez y nueve lógias principales de Europa, suscribiendo entre ellos, en el duodécimo lugar, un tal Ignacio de la Torre, que figu-

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(1) GYR: La Francmasonería en si misma, pág. 241, traducción y edición de Vitoria, 1867. No siendo esto documento peculiar de España, ni verdadero, omito su inserción. ra como director de la de Madrid (1). El objeto de semejante documento fué vindicar á la francmasonería de las imputaciones que se le hacían como perturbadora del órden público. Pero en mi juicio es apócrifo y falsificado por los francmasones, para probar entre los crédulos su gran antigüedad,o propalar entre los francmasones ideas de cierta reforma. Le creo tan falso como la supuesta acta de trasmision del Maestre de los templarios, de la cual se sabe ya hasta el nombre del falsificador, que la hizo por divertirse á costa de tontos (2). Los belgas y holandeses dan gran importancia á ese documento, entre cuyos firmantes aparece Coligny; firma no la más á propósito para probar que la francmasonería no era perturbadora y revoltosa, pues Coligny fué un revolvedor, vendido á Inglaterra y traidor á su patria.

Pero ¿quiénes eran en 1535 los que acusaban de sediciosa á la francmasonería? Dónde están los escritores coetáneos que la citen con ese ó con otro nombre? Señalen los defensores de ese documento un pasaje en que los católicos de Alemania, Francia, Flandes ó Suiza acusen á los pretendidos reformados de ser francmasones. Para mí, el supuesto francmason, llamado Ignacio de la Torre, es un ente de razon, que lo mismo pudiera llamarse Juan Fernandez; y la lógia de Madrid en 1535 no pasa de ser lo que llaman los franceses un castillo en España, y nosotros castillos en el aire.

El francmason Clavel, en su Historia pintoresca de la francmasonería, tampoco da importancia á este documento, y aun se deducen de su contexto los motivos que hubo para fingirlo, en obsequio, o por encargo, del príncipe Federico de Nassau, hacia el año 1819 (3).

En un periódico que desde 1865 principió á ser en Madrid el órgano reconocido de la francmasonería y de la propaganda protestante combinadas, se consignaron algunas noticias sobre el origen de aquella en España, reduciéndolo al siglo pasado, pero sin alegar pruebas ni documentos (4). «En España, dice, la primera logia se estableció en 1726 en Gibraltar. Al año siguiente se estableció otra en Madrid, y en 1731 otra en Andalucía. En la Habana se ha establecido una lógia recientemente, durante el mando del general Dulce (5); pero tanto las lógias de España como las de las demás posesiones, siempre han merecido descrédito entre los demás masones de

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(1) Hubo,en efecto, un español de éste apellido, que hubo de emigrar. Teniendo noticia de esto el falsario, le hizo francmason.

(2) CLAVEL, en la Historia pintoresca de la franemasonería, pag. 355, da noticias curiosos sobre esta supercheria.

(3) Clavel, pág 221 y siguientes de la traduccion española.

(4) Numero 15 de La Reforma, correspondiente al 18 Octubre de 1865. El Masonismo, comunicado por el corresponsal de Londres, D.R.S. y F.

(5) De 1727 a 1860 hay un salto mayor que el de Alvarado, y que de Cádiz á la Habana. otras partes, por las tendencias y carácter que encubren en con el falso nombre de masonería.»

Que la francmasonería española, durante este siglo, ha sido siempre levantisca, indócil é indisciplinada, refractaria á los reglamentos masónicos y poco dúctil, á pesar de los martillazos orientales, son verdades indudables, y ya las sabíamos por acá, como tambien las buenas mañas del delicioso general Dulce. En cuanto á los orígenes de 1727 y 31 hubiéramos agradecido algunas pruebas y aun más noticias; pero si eran tan ciertas como el suponer que no había masonería en la Habana antes de los tiempos del general Dulce, ha hecho bien al callarlas. A pesar de esta falta de unas y otras, yo me inclino á poner el origen de la francmasonería española hacia la época de 1727.

El supuesto John Truth, en su obra titulada La Francmasonería, que ha dado varias noticias acerca del origen de la de España, aunque apenas se puede sacar una verdad de entre todas ellas, dice á la pág. 28 lo siguiente:

«En 1726 la Gran Lógia de Inglaterra expidió patentes de constitucion á una lógia establecida en Gibraltar, y al año siguiente á otra erigida en Madrid, y cuyo taller estaba en una casa de la calle Ancha de San Bernardo.»

Se vé que el autor de esta noticia la bebió en la misma fuente que el corresponsal de La Reforma en 1865, y que sólo añade lo del taller de la calle Ancha, que aquel omitió. Pero como las obras de donde tomó estos datos, y que el mismo cita en el prólogo, están llenas de dislates y repiten con pueril ignorancia todas las consejas acerca del origen de la francmasonería, parece que tampoco deben inspirar gran confianza respecto á estos datos mas modernos, si no nos dicen de dónde les constan. ¡Quién no se reirá de ver á los piadosos Esenios israelitas convertidos en francmasónes" y á Numa Pompilio echando tambien los cimientos de la francmasonería en Roma el año 751 antes de Jesucristo! Estos pobres historiadores masónicos cuentan demasiado con el candor de sus benévolos lectores.

La obra del supuesto Truth pretende hacer datar la reforma dé la francmasonería de 1703, y que entónces en manos de los ingleses, tomó ésta un carácter puramente filosófico, merced á los esfuerzos que más adelante desplegaron Sayer y Payne (1717-1723). Lo del carácter filosófico lo creerá el que quiera. Lo que hallará en el origen de la francmasonería el que la estudie con algun criterio y desapasionadamente, será un carácter puramente utilitario subjetiva y objetivamente considerado, con cierta especie de cosmopolitismo y no poco de ese indiferentismo religioso, de que adolecen los marineros y comerciantes, precisados, por razon de su oficio, á recorrer varios países y tratar con gentes de distintas creencias. De ahí la propension de los judíos á la francmasonería, y por razones análogas se dedicaron á la marina los protestantes para eludir persecuciones, evitar los riesgos y sorprender á los católicos. A esto más que á las escaseces de su suelo debió Holanda su pujanza marítima. A esto se debió tambien que la Rochela fuera por más de un siglo el Gibraltar de Francia, y que los ingleses dominaran en los puertos calvinistas mas que los Reyes de aquel país. El mismo Coligny puso la marina en tal estado, que se le llegó á acusar, y con razon, de traidor á Francia.

En el saqueo de Cádiz por los ingleses, en 1596, se observó que éstos tenian noticias puntuales de todo lo que sucedía dentro de la plaza, y que desde dentro se les avisaba con bocina (trompetilla bastarda) los movimientos y preparativos de los españoles. «Entiéndese y tiene por sin duda, dice un testigo ocular de aquel desastre, que extranjeros tratantes y ladinos en España daban avisos al enemigo, así los de Cádiz como algunos de Jerez (1).»

Conviene mucho tener en cuenta estos antecedentes para calcular por qué la francmasonería cunde tanto en la marina y tiene sus focos principales en los puertos de mar (2). La primera prohibicion de la francmasonería en España da á entender que esta, al parecer, cundía en el ejército y en la marina, segun veremos luego.

Llorente, en su Historia crítica de la Inquisicion de España (3), dice que Felipe V, en 1740, hizo publicar la Bula In Eminenti, de Clemente XII, seguida de una pragmática contra los francmasones, en virtud de la cual un gran número de ellos fueron presos y condenados á galeras. Llorente, tan pródigo de noticias en otros casos, fue muy parco en este y áun en todo lo relativo á la francmasonería, copiando lo que halló en la obra masónica Acta Latomorum.

¿Será cierto lo que dice Llorente de la pragmática y de los castigo? Yo tengo motivos para ponerlo en duda, y creo que los tendrá cualquiera que lea la pragmática de 1551, que copiaremos luégo. En ella ninguna mencion se hace de la pragmática de once años antes. La pena que se impone, lejos de ser reagravatoria, es más ligera, pues se contenta el Rey con privar de su empleo ignominiosamente, lo cual es

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(1) Historia del saqueo de Cádiz por los ingleses en 1596 escrita por Fr. Pedro de Abreu, impresa en Cadiz año 1866. Véase a la pág. 71.

(2) El Sr. D. Cesáreo Fernandez ilustrado marino y archivero del ministerio de Marina, trató de vindicar a la española en está parte. Respetando sus razones, no me di por satisfecho y le contesté con la mesura y urbanidad debidas.El diablo, que no huelga, hizo que por los dias en que se publicaba mi réplica, el fervoroso Sr. Anrich, ministro federal de Marina, y ahora carlista, pusiese la escuadra en manos de los cantonales de Cartagena, con lo cual se supieron casas muy buenas, y muchos incrédulos se pusieron de mi parte.

(8) Tono IV, cap. 1.x1, art. 2.º mucho menos que echar á galeras. La expulsion sólo cabia con respecto á los soldados y marinos, pero no con respecto á los que no tuvieran empleo ni cargo público. Por otra parte, el lenguaje de la pragmática de 1751 es tan vago, que se echa de ver á la primera lectura que el legislador apenas tiene idea de lo que es la francmasonería; llámala invención, la califica de sospechosa, le da el título de Congregación, pues los de sociedad y asociacion no eran usuales, y funda la prohibicion en la que acaba de hacer la Santa Sede, reservándose el Rey poder imponer otras penas arbitrarias.

$ XVII.[editar]

Decreto de 1751 prohibiendo la francmasonería en España.

Dejando á un lado las noticias poco seguras y no probadas acerca del establecimiento de una logia en Madrid el año 1727, y la supuesta persecucion de 1740, vengamos al primer documento cierto y verdaderamente histórico, que nos acredita la existencia de la francmasonería en España en 1750, de un modo indudable. Pero antes de llegar á consignar la verdad, conviene desembarazar el camino de las sempiternas consejas de los historiadores francmasones, los cuales, aun cuando citan hechos históricos ciertos, los mezclan con mil patrañas inventadas á su sabor. Con esto las personas amantes de la verdad verán lo poco que se debe fiar en ésas relaciones masónicas, áun relativamente a los hechos modernos que se presentan con cierto aparato de erudicion.

La obra titulada Acta Latomorum (1) contiene la noticia siguiente: «2 de Julio de 1751.—Fernando VI, rey de España, da un edicto que prohibe las juntas de los francmasonesnes, bajo pena á los contraventores de ser considerados los jefes como reos de Estado y juzgados como tales. Este edicto fue dado en virtud de acusacion presentada al Consejo Por Joseph Torrubia; revisor del Santo Oficio: El acta de acusación se encuentra traducida del español al aleman en el Journal fur Tzey-m, impreso en Viena en 1784: un volúmen fol. pág. 175, núm224."

El supuesto John Truth inventa ó copia sobre esto la siguiente fábula, en que hay casi tantas mentiras como palabras: «El clero español ultracatólico se mostró, como de cos-

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(1) Tomo 1, pág. 65. tumbre, más que ningún otro, enemigo encarnizado de la institucion. Para poder mejor perder á los adeptos, el fraile José Torrubia, censor y revisor del Santo Oficio de la Inquisición en Madrid, fue encargado en 1751 de hacerse iniciar con un seudónimo en una lógia masónica, á fin de penetrar todos sus secretos y conocer a fondo todas sus doctrinas. Con este objeto, recibió del Legado del Papa las dispensas necesarias relativamente á los juramentos que se viera obligado á prestar para ser recibido mason. Despues de haber visitado las lógias de varias comarcas de España, se presentó al Supremo Tribunal de la Inquísicion, y denunció la francmasonería como la institucion más abominable que existia en el mundo, y sus miembros como manchados de todos los vicios y todos los crímenes. Presentó una lista de noventa y siete lógias establecidas en el país, contra las cuales solicitó todo el rigor de la Inquisicion.

»La importancia de las lógias y el gran numero de sus miembros, que pertenecian á las clases ricas é influyentes. hizo reflexionar al Santo Oficio, que juzgó más prudente provocar una prohibicion de la francmasonería por parte del Rey. En efecto: Fernando VI. por un decreto de 2 de Julio de 1751, prohibió el ejercicio da la masonería en toda la extension de su reino, bajo el pretexto de que sus doctrinas eran peligrosas para el Estado y la Religion, y pronunció la pena de muerte contra todo individuo que la profesase:»

La simple lectura del documento oficial, que se insertará luego, basta para probar la falsedad de este relato, pues nada se habla en él de pena de muerte.

No es ménos falso lo relativo al P. Torrubia. Tengo a la vista la obrita que escribió dicho padre, y que se titula así Centinela contra francmasones. Discurso sobre su origen, instituto, secreto y juramento. Descúbrese la cifra con que se escriben,y las acciones, señales y palabras con que se conocen. Impúgnanse con la pastoral del Ilmo. Sr. D. Pedro Maria Justiniani, obispo de Vintimilla, traducida del italiano al español por Fr. Joseph Torrubia, cronista general de la religión de nuestro Padre San Francisco en el Asia, etc. Con licencia: Madrid, imprenta de D. Agustin e Gordejuela y Sierra, calle de Preciadas, año 1.752(1). Tiene esta primera edición una lámina detrás de la portada, que representa la construccion de un templo masónico, que se derrumba, con andamios y arquitectos, heri-

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(1) En la primera adición de esta obra solamente pude dar noticia de la del P. Torrubia por la cuarta edicion, que se reimprimió en 1815, y no tiene mas lámina que la de la cifra. Posteriormente he adquirido un ejemplar de la primera, que describo aquí. dos por un rayo del cielo. En primer término un francmasón con su mandil , compás v escuadra, se arranca con rabia los pelos y la redecilla. La otra representa la medalla acuñada por los frailes franciscos con motivo del Capítulo general que celebraron en Roma en 1750. Al describirlo dice, que el rayo que derriba la francmasonería es la Bula de Benedicto XIV, que despues publica. Allí advierte, que en la Gaceta había salido un juicio dogmático-moral sobre cinco proposiciones masónicas, de que no hacia caso, pues sabía que no eran opiniones masónicas. A la pág. 10 trae la cifra de los francmasones descubierta, en una lámina igual á la que algunos años despues publicó el abate Barruel. Trae también el decreto de 1751, entónces reciente. El Padre Torrubia había viajado por Francia é Italia, y cita las obras masónicas publicadas hacia 1745 y 47. Lejos de haberse inscrito como francmasón y denunciado que hubiese en España noventa lógias, se infiere de su narración la falsedad de esto. Oigamos al mismo P. Torrubia: «Oí decir a un francmasón en París que tenian ya trescientas ocho lógias conocidas. Lo cierto es que el año 1735 sólo nos dieron razon de ciento veinte y nueve en una tabla, donde las figuraron magníficamente, con sus antigüedades y blasones, empezando en el núm. 1.° con la de Lugdale Street, y colocando en el ciento veinte y nueve la de Plimouth.» (Pág. 45).

"Cuando estuve en Italia pude conseguir una copia legítima do esta notable pieza (la Pastoral de Mons. Justiniani). Se que muchos españoles, por falta de instruccion sobre este punto, han prevaricado con el comercio preciso que tienen con los francmasones en el giro que hacen por el mundo, así en las colonias extranjeras de la India Oriental, que frecuentan nuestros filipinos, como especialmente en las de la Occidental, Jamáica, Nueva-Orleans... Grandes insidias se preparan en todas estas partes á nuestros españoles pasajeros, estimando los francmasones más agregar así á uno de nuestra nacion, que á cinco de otra,» (Pag. 52 y 53) (1).

Esta narracion sencilla no se aviene con la supuesta iniciacion y las quiméricas noventa logias de España.

Veamos ahora el real decreto de 2 de Julio de 1751 prohibiendo la francmasonería, como cosa ya existente en España (2). Copiárnoslo del impreso que se conserva en la biblioteca de la Real Academia de la Historia, que es el de la edicion oficial.

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(1) Este pasaje está copiado de la cuarta edicion : en la primera dice lo mismo, con algunas pequeñas variantes, y está sin foliar.

(2) La redacción de este documento es bastante desgraciada: se imprime con su propia ortografía. El P. Torrubia le insertó a la pag. 71 de su libro, con alguna ligera variante: en lugar de francmasones escribe france-masones.

«REAL DECRETO.


Hallándome informado de que la invencion de los que se llaman Franc-Masones es sospechosa á la Religion y al Estado, y que como tal está prohibida por la Santa Sede debaxo de Excomunion, y tambien por las Leyes do estos Reynos que impiden las Congregaciones de muchedumbre no constando sus fines é instituto á su Soberano: He resuelto atajar tan graves inconvenientes son toda mi autoridad, y en su consecuencia prohibo en todos mis Reynos las Congregaciones de los Franc-Masones debaxo de la pena de mi Real indignacion, y de las demas que tubiere por conveniente imponer á los que incurrieren en esta culpa: Y mando al Consejo, que haga publicar esta prohibición por edicto en estos mis Reynos, encargando en su observancia, al zelo de los Intendentes, Corregidores, y Justicias asseguren á los contraventores, dándoseme cuenta de los que fueren, por medio del mismo Consejo, para que sufran las penas que merezca el escarmiento: En inteligencia de que he provenido á los Capitanes generales, á los Gobernadores de plazas, Jefes militares é Intendentes de los Ejércitos y Armada naval, hagan notoria y zelen la citada prohibicion, imponiendo á cualquier Oficial ó individuo de su jurisdicion, mezclado ó que se mezclare en esta Congregación la pena de privarle, y arrojarle de su empleo con ignominia. Tendrase entendido en el Consejo, y dispondrá su cumplimiento en la parte que le toca. En Aranjuez á 2 de Julio do 1751.—Al Obispo Gobernador del Consejo.

Es copia del Real decreto quo original, etc.»

John Truth, ó el inventor de la patraña de que el padre Torrubia se hizo iniciar como francmason y denunció noventa logias en España no podia figurarse que había de llegar un dia en que su fábula fuese careada con la narracion del mismo P. Torrubia. Dudo mucho tambien de la autenticidad de su acusacion, que las Acta Latomorum dicen que se publico en Viena en 1784: me parece todo ello inventado á placer.

Otro dato hay más curioso é importante, que acredita la existencia de la francmasonería en España, y con gran número de afiliados, antes del año 1750 y del edicto de Fernando V. El abate Hervás y Panduro, en el libro titulado Causas morales de la revolucion francesa, dice que el embajador español en Viena avisó á nuestra corte, que el año 1748 se había hallado en una logia alemana allí descubierta un manuscrito intitulado Antorcha resplandeciente, en el cual, entre otras lógias correspondientes, se contaban las de Cádiz, y afiliados en ellas ochocientos masones.

Sé por conducto muy seguro que en Barcelona habia ya logia en 1753. Quizá la denuncia hecha desde Viena contribuyese á la persecucion, que Llorente puso en 1740, equivocando el último número en la fecha, por hallarla así en las Acta Latomarum; pero el tono de la pragmática hace creer que por entónces se averiguó poco.

$ XVIII.[editar]

La francmasonería española en tiempo de Carlos III en Madrid.

Aparece ya como indudable la existencia de la francmasonería en España en el reinado de Fernando VI y en la primera mitad del siglo XVIII; y no solamente en Madrid, sino en Cádiz y probablemente en otros puertos de mar. Las razones utilitarias de cosmopolitismo, indiferencia religiosa por efecto del trato con protestantes y judíos, y de conveniencia para hallar amigos y protectores en países remotos y desconocidos, las indicaba ya el P. Torrubia, y son fáciles de creer, tratándose de lógias en puertos de mar y entre mercaderes y marinos, gente de escasas creencias religiosas, por lo comun, y de costumbres demasiado libres.

Mas al advenimiento de Cárlos III al trono do España, procediendo de Nápoles, donde reinaba la francmasonería, tomó ésta gran incremento, sobre todo en Madrid: se hizo aristocrática y cortesana, y adquirió mucha influencia política; y no porque fuese francmason Carlos III, sino porque lo eran las aristocracias nobiliaria, literaria y militar que le rodeaban.

La francmasonería era más antigua en Nápoles que en España, y la familia real estaba afiliada en ella. Piuede conjeturarse que muchos de los cortesanos que de allí vinieron con Cárlos III estarían inficionados, y quo no dejarian de reforzar las lógias de Madrid. La mayor parte de aquéllos se adhirieron bien pronto á la política del ministro Wall, conocido por su dócil adhesion á las miras del embajador Keene, y a las fementidas maquinaciones de Inglaterra, encaminadas á destruir nuestro comercio y pujante marina, tan fomentados por el católico y piadoso Ensenada.

Yo no me atreveré á decir que los individuos apandillados por Wall y afiliados á la faccion británica perteneciesen todos a la francmasonería; pero las malas ideas religiosas y peores mañas de aquel ministro, la impiedad de una parte, no pequeña de la grandeza y de los literatos y abogados do la corte, el indiferentismo de una porción de generales y oficiales del ejército, y la molicie y cínica inmoralidad en que vivían muchos americanos ricos y opulentos establecidos en Madrid, dan motivo á vehementes sospechas para creer que Wall y su británica pandilla fomentaron la masonería en España.¿Cómo, en medio do la piadosa córte de Fernando VI, se había formado este núcleo de impiedad, tan de pronto y con tal pujanza?

Nota oportunamente el protestante Ranke (Leopoldo) que en todas las córtes europeas se formó en el siglo pasado un partido que hostilizaba abiertamente al Papa, á la Iglesia y áun al Estado en su forma monárquica, y otro que los defendia con teson (1). Esto es un hecho histórico ya indudable para los que conozcan las vicisitudes de aquellos tiempos; pero ¿cuál era la causa y, sobre todo, quién reunió y organizó esas huestes de nobles, literatos, abogados, militares, banqueros y marinos que, en medio de sus mútuos ódios y rivalidades, coincidían en insultar al Papa, al clero y á la Iglesia, y obraban como de comun acuerdo? Miéntras se ha negado la existencia de la francmasonería, y se ha ridiculizado, como á gente crédula, á los que hablábamos de ella, ha podido dudarse acerca de este misterioso agente: hoy será ya muy necio el que no vea claro en la materia, pues tan fuera de toda razon es el creer lo que no debe ser creido, como negarse á dar asenso á lo que se debe creer. La calificacion de este partido, hecha por el criterio mismo de la Santa Sede, la oiremos luégo. Que los enemigos del Catolicismo no acepten este criterio, se comprende; pero que los católicos lo desechen, ni se comprende ni se explica.

Aparece casi fuera de duda que Wall y el duque de Alba dirigieron todas las infames y ocultas tramas que tenían por objeto preparar la expulsion de los Jesuitas, de acuerdo con el protestantismo inglés y la francmasonería europea. Ellos, siguiendo las inspiraciones de Keene, falsificaron la correspondencia que suponían remitida á los Jesuitas del Tucuman por su hermano el P. Rávago, confesor del Rey. Ellos fueron tambien los que inventaron la patraña de que los Jesuitas querían sublevar las misiones del Uruguay y del Paraguay (2), á fin de formar allí una monarquía independiente, al frente de la cual habian puesto un coadjutor, con et título de Nicolao I, acuñando moneda con su nombre (31.

Los elogios de Voltaire al conde de Aranda como filósofo y como regenerador de España, comprometen tambien su reputacion en este concepto; y el abate Barruel, en su Historia del Jacobinismo, le considera justamente como uno de los más poderosos agentes de las sociedades secretas en Es-

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(1)Histoíre de la Papauté; tomo IV pág. 486.

(2) L'Espagne sous les Rois de la maison de Bourbon, tom. IV. Véase sobre esto la obra de CRÉTINEAU-JOLY, Clemente XIV y los Jesuitas.

(3) Tengo una moneda de las que se dice acuñaron, y que me regaló como tal, un amigo, Tiene un Rey sentado entre dos Obispos. Pero habiendo hecho notar al que me la enseñaba que aquellas eran las armas de Sevilla, con el célebre ño8do, se convenció de su error, y tuvo la amabilidad de cedérmela, una ves que no tenía la importancia que él le daba. paña, como amigo de los enciclopedistas y embriagado con sus aplausos. Con todo ; es preciso convenir en que el conde de Aranda era el ménos malo de todos ellos, pues tenía ciertos principios de probidad y honradez á su modo, de que carecian la mayor parte de los otros.

Hallábanse éstos divididos en dos bandos, que se odiaban y hostilizaban mútuamente en materia de intereses, destinos é influencia, pero que se avenían para combatir á la Iglesia. Llamabase el uno el partido aragonés,o militar, en el cual entraba gran parte de la aristocracia de nacimiento y de los generales y marinos, sin perjuicio de tener sus abogados y literatos, como Roda, Azara y el conde de Fuentes, todos ellos aragoneses. De este partido era jefe el conde de Aranda. El otro, denominado de los golillas, contaba tambien con no pocos nobles y algunos militares, pero en general estaba formado por consejeros y abogados, y á él pertenecian Grimaldi, Floridablanca, Campomanes y otros curiales. Este partido prevaleció sobre el otro, y lo venció, por fin, en tiempo de Carlos III, y definitivamente en el de Carlos IV.


Veamos ahora alguna de las habilidades principales de esta francmasonería.


§ XIX.[editar]

La familia real de Nápoles en sus relaciones con la francmasonería durante el siglo pasado.


La Civilta Cattolica (1) publicó hace años unos artículos muy curiosos relativos á la francmasonería, y especialmente á la italiana. Hay en ellos algo que atañe á España; y como por otra parte las familias reales de ambos países han vivido en gran intimidad, de un siglo á esta parte, no sólo por su entronque en la estirpe de Borbon, sino tambien por frecuentes enlaces matrimoniales, conviene saben algo acerca de la francmasonería napolitana.

De los Borbones de Francia, nada hay que decir, pues se sabe que muchos individuos de la familia real, y casi toda la nobleza, eran francmasones. Los Orleans lo han sido siempre. El regente Orleans lo era ya en 1715, y se hizo Gran Maestre de los templarios. El duque de Chartres, despues

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(1) Número 413. correspondiente al 18 de Mayo de 1867. duque de Orleans, aceptó la direccion de la francmasonería en 1771, pero era francmasón mucho antes. Dejemos esto por muy sabido, para hablar de la familia real de Nápoles.

Refiere Findel, que el rey Carlos III publicó en 1731 un edicto contra la francmasonería, la cual se hallaba entónces en estado muy floreciente en Nápoles, tanto por el número como por la calidad de los sócios; pero que habiendo sabido en 1751, el Breve en que Benedicto XIV la condenaba, hubo de bastar esto para que el Rey la tomase bajo su proteccion, en odio al Papa.

La Civilta responde á esto que mal podia Cárlos III condenar la francmasonería en 1731, cuando él no era todavía Rey de Nápoles, pues no lo fué hasta tres años despues, y que entónces la francmasonería aún no se había fijado en Italia. Errores y anacronismos de este género son muy comunes en los escritores francmasones, pues en las cosas del siglo pasado no saben ellos más que nosotros los profanos, y no basta que un historiador francmason asegure una cosa para que vaya á creérsele, como si lo dijera un oráculo (1). Por mi parte tampoco creo lo de la proteccion dispensada en 1751, aunque no extrañaria que la condenacion hecha en España en aquel año sonase de distinto modo en Nápoles. Fernando VI y Cárlos III no se profesaban gran cariño.

Añade el mismo Findel que Carlos III llegó á tener tanto afecto á los francmasones, que al venir de Nápoles á España para ocupar nuestro trono, encargó á éstos la educacion de su hijo el jovencito Fernando, dándole á uno de ellos el título de confesor. En esto hay otro error, pues el príncipe de San Nicandro, si bien era francmason y ayo del príncipe, no podía ser su confesor, porque pertenecia al estado laical. El ayo se portó como era de esperar; pues siguiendo las instrucciones de Tanucci, dueño absoluto de aquella monarquía, le enseñó poco, y eso malo, dejándole hebetarse en las diversiones y placeres. Por ese lado no saca mucha honra la francmasonería.

A la sombra de la regencia, y con el favor de Tanucci y de la reina Carolina, la francmasonería arraigó en Nápoles y cundió prodigiosamente, desde 1760 á 1775. Organizóse en 1760, formando lógias regulares con patente de la Gran Lógia de Holanda. Celosos los ingleses de aquella dependencia, dieron una patente de la Gran Lógia de Inglaterra, para que las napolitanas formasen provincia dependiente del Gran Oriente inglés. No les gustaba mucho á los aristócratas napolitanos, afiliados en aquella francmasonería,

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(1) Ya hemos visto que abundan entre ellos los documentos apocrifos y las noticias falsas La misma historia de la francmasoneria por John Truth, publicada en castellano, es un gran almacen de patrañas. ni á la gran protectora de ellos la reina Carolina, depender de Inglaterra; y así es que desde 1764 proyectaron una masonería nacional, á fin de sacudir semejante tutela. Anduvieron en estos tratos el príncipe de Caramanico, Gran Maestre y virey de Sicilia, y el príncipe de Caracciolo, venerable francmasón y ministro de Estado ó de Relaciones exteriores, ambos favoritos de la Reina y sus consejeros íntimos. Por fin, el príncipe de Caramanico convirtió la Gran Lógia provincial de Nápoles, dependiente de Inglaterra, en Lógia nacional napolitana independiente, de la cual se declaró Gran Maestre en 1767. Esta fecha es memorable por la expulsion de los Jesuitas, y á la verdad que será bastante corto de vista quien no alcance á divisar en aquella medida la mano de la francmasonería, tanto en Madrid como en Nápoles y otros puntos, y hasta entre los degenerados caballeros de Malta, afiliados muchos de ellos en esa secta.

No le gustó mucho á Tanucci esta trastormacion de la francmasonería napolitana, y por otra parte los francmasones ingleses no se avenian tampoco á mirar á los napolitanos como independientes, pues les tenía más cuenta que dependieran del Gran Oriente de Lóndres. Los diplomáticos ingleses del siglo pasado, y áun los del presente, no solamente eran francmasones y suelen serlo, sino que se prestaban á ser dóciles instrumentos del Gran Oriente de Inglaterra. De ese modo ejercian influencia entre la aristocracia de los países cerca de los cuales estaban acreditados: tenian con ella servidores buenos y baratos, medios de adquirir noticias y propalar rumores calumniosos, y aun de influir en la marcha de los acontecimientos políticos. Así se explica el ascendiente de Keene en Madrid sobre Wall y su pandilla de nobles y golillas contra Ensenada, buen católico, Amigo do Francia y enemigo de Inglaterra, y los medios inicuos con que se abusó de la confianza del Rey, falsificando cartas que se atribuian á los Jesuitas y se suponían interceptadas. ¿Cómo habian, pues, de consentir los diplomáticos ingleses que la francmasonería italiana se les escapara de entre las manos, que la aristocracia se pusiera en desacuerdo con ellos, en vez de servirles dócilmente, y que de ese modo la reina Carolina se emancipara algun tanto ,de su oficiosa tutela? Y por otra parte, Tanucci, ¡el gran Tanucci! tampoco llevaba en paciencia aquellos conatos de la reina Carolina, aspirante por ese medio á mandar absolutamente, cosa desagradable para su ministro y sábio Mentor, que había cogido apego al despotismo ilustrado, durante los largos anos que lo ejercitó en Nápoles. Principiaron, pues, las grandes luchas entre la francmasonería nacional y la inglesa, ó sea los llamados dissidenti.

Por arte del diabló, que á veces sé porta con los franc

____________________ masones como padrastro, más que como padre, ocurrió en una lógia nacional una desgracia, que no era la primera, ni fué la ultima. Al recibir en una lógia á una señora, perteneciente á una familia distinguida, hicieron los masones tan á lo vivo sus fantasmagóricas majaderías, que la pobre mujer, mal preparada, y tomándolo por lo sério, se tragó la muerte, como suele decirse; dióle un accidente, hubo que llevarla á su casa, donde enfermó gravemente, y murió poco despues. Este suceso es indudable (1). Los disidentes y Tanucci se aprovecharon de él para combatir la masonería nacional, no por suprimirla, sino por despique y á fin de abatir la influencia que tenía en palacio. El resultado fué magnífico, pues enfadado Fernando IV, y excitado por Tanucci, reprodujo en 1775 la ley de Carlos III en 1751 prohibiendo la francmasonería. Findel atribuye este golpe á Tanucci (2), y parece indudable que lo preparó y lo explotó, pues se formaron algunas causas criminales; pero, como sucede en esos casos, y entre buenos hermanos, los encausados salieron absueltos, sin más pena que el susto, en castigo de su imprudencia. El mismo Oriente ó Gran Lógia nacional se lamentó de este suceso en circular dada el 6 de Diciembre de 1776, en que decia Lenning, que «esta medida fatal había sido provocada, no por alguno do nuestros hermanos, sino tan sólo por la conducta imprudente y escandalosa de esos infelices cismáticos, que, extraviados por las intrigas del duque de la Rocca y d el príncipe de Otaiano, se empeñan en trabajar obstinadamente segun el estatuto inglés.»

Pero como esto era muy duro de confesar, y no convenia propalar mucho estas riñas domésticas, se inventó un cuento ridículo echando la culpa al fanatismo religioso. Al efecto, no habiéndose licuado á su tiempo la sangre de San Genaro, el dia de su fiesta, salieron una porcion de mujeres pagadas; gritando por la calle que la francmasonería tenía la culpa de que el Santo no hubiese hecho el milagro á tiempo, como en otros años.

Añádese que un tal G. Pallante, profesor de lenguas, francmason vendido á Tanucci, invitó á varios á un convite, que daba un supuesto príncipe polaco, para conocer á los venerables hermanos de Nápoles. A lo mejor de la fiesta los cogió la policía, y los puso presos. Pero la buena reina Carolina, habiendo obtenido para entónces permiso de despedir á Tanucci, dió libertad a los masones presos. Esto le valió á la Reina grandes elogios. ____________

(1) La Civilta Cattolica cita á este propósito la curiosa obra de Thory, titulada Acta Latomorun, tomo I, pág. 117 y el tomo III de L'Encyclopedie. Tambien habla de ello el francmason Clavel, véase la pág. 264 de la traducción española.

(2) Tomo I, pág. 428 de la Historia de la francmasonería. Clavel, pág. 284, explica en el mismo sentido aquellas persecuciones, atribuyéndolas á Tanucci, y refiriendo otras intriguillas en este concepto. De resultas de algunos nuevos disgustillos, que dieron los hermanos, prohibió el Rey nuevamente la francmasonería en 1781; pero la Reina volvió á pedir por ella, y se derogó en 1783 el anterior decreto.

Cuando los franceses se apoderaron de Italia, tuvieron buen cuidado de reformar las lógias, echando á pique las influencias británicas y estableciendo lógias dependientes del Oriente francés. Hubieran sido muy necios si dejaran á los ingleses seguir explotando aquel comercio. El pobrecito Murat, que era un santo, al decir de los hermanos, fué hecho Gran Maestre de la francmasonería napolitana en 1809, y en 1812 admitió la gran encomienda del Consejo Supremo del grado 33.

$ XX.[editar]

El motín contra Esquilache: expulsion de los Jesuitas.

Mientras se pudo dudar de la existencia de la francmasonería en España durante el siglo XVIII creyendo que la Inquísicion había impedido su establecimiento, y miéntras se acogian con sarcástica y desdeñosa sonrisa las noticias que se daban acerca de ella, considerando á los que las vertían como gente crédula y de criterio escaso, pudo dudarse tambien que la francmasonería tuviese parte en la expulsion de los Jesuitas (1). De hoy en adelante seremos nosotros los que respondamos con sarcástica sonrisa á los que lo niegen, y sabremos á qué atenernos respecto á ellos. Ya la francmasonería española confiesa que la expulsion de los Jesuitas fué obra suya; y no solamente eso, sino que lo proclama como una de sus principales hazañas, segun veremos.

En el tomo VI del Semanario pintoresco publicó el señor Mesonero Romanos un papel inédito, muy curioso, acerca del motin de Esquilache, escrito por un testigo presencial, aunque, al parecer, algo crédulo, ó por lo ménos que astútamente aparentó serlo. Dicho escritor anónimo, fuese crédulo ó fuese bellaco, insertó unas «Constituciones y ordenanzas que se establecieron para un nuevo cuerpo; que en defensa de la pátria ha erigido el amor español, para quitar y sacudir la opresion con que intentan violar estos

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(1) En 1876, con motivo del aniversario de la expulsion de los Jesuitas, publiqué un folleto titulado 1767 y 1867 y al año siguiente una vindicación de aquel, titularla La Corte de Carlos III, probando las infamias cometidas por los cortesanos de aquel Monarca. Véanse allí las pruebas acerca de lo que se dice en este parrafo,si bien alli no se habló de la francmasoneria española.

TOMO I. dominios.» Concluyen los estatutos de esta sociedad secreta con cláusula siguiente: «Y así establecidas nuestras ordenanzas lo que hemos de pedir se establezca: que sea la cabeza del marqués de Esquilace, y, si hubiere cooperado, la del marqués de Grimaldi. Y así lo juramos ejecutar, fecha en Madrid, á 12 de Marzo de 1766 (1).»

Por mi parte, no creo se formasen tales estatutos, pues ni les Jesuitas ni los masones eran tan tontos que se pusieran á escribir las muchas sandeces que aquel documento contiene. Creo más bien que alguno de los fautores del motin lo redactó á su placer, para acumularselo á los Jesuitas, si es que no lo inventó el mismo autor de la narracion, que parece muy partidario del motín y poco amigo de éstos.

De mal español acusa al duque de Arcos, porque aconsejó se le permitiera cargar con su escuadrón de Guardias á los pocos y mal armados rebeldes, que comprometian el órden público, á lo cual se opuso el marqués de Sarriá, de quien sospecho algo por ese motivo. La Guardia española que mandaba éste, hizo una accion infame y cobardemente indigna de militares pundonorosos; pues habiéndose refugiado en un puesto suyo uno de los guardias Walonas, que habían hecho fuego, cometió la bajeza de entregarlo á los paisanos, que á su presencia lo mataron á palos y á pedradas. Dice el anónimo que las cuadrillas de amotinados no robaron nada, pero que entraban en las tabernas, aguardenterías, bodegones y panaderías comían y bebian sin pagar, y los dueños tenian que callar y franquearlo; pero no se quedaron sin satisfacer, pues de allí á pocos días andaban diferentes sujetos por dichas casas, con gran silencio y a deshoras, sin saberse quién eran, averiguando lo que habian hecho de gasto, y los daños y perjuicios bajo su conciencia, y luego satisfacían sin dilación su importe.»

Añade luego que á la gente que estuvo acordonada y en actitud hostil contra el Rey hasta que volvió el calesero Bernardo, digno plenipotenciario de aquella turba, «no les faltó que comer, ni que beber en abundancia, sin haberse averiguado quien proveia para ello, por lo que se sospechó que el fundamento del motin fué por sujetos de clase.»

¿Cómo el conde da Aranda, escogido y nombrado por el Rey para pacificador de Madrid, no procuró averiguar quiénes eran esos sujetos de clase, es decir, personas de alta posición social, que pagaban los gastos de aquella función, siendo lo que llaman nuestros modernos revolucionarios la mano oculta?

Pero, antes de entrar en comentarios, oigamos á otro

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(I) Véase el Apéndice mum. 1. testigo presencial, más desinteresado que el que se acaba de citar. Había en Madrid por entónces un americano rico y entremetido, al cual, aunque no era clérigo, se le cono- cia en la córte por el apelativo del Abate Hermoso. Este se halló en palacio durante el motín, y salió de Madrid para Aranjuez con el Patriarca de las Indias. Era hombre de ideas volterianas y enemigo de los Jesuitas, pero aun más de la pandilla infamé que urdió aquel motin, y cuyos manejos conocía muy á fondo. Perseguido por ella con gran ensañamiento, se le encerró en un castillo y se le enredó en un expediente inicuo y brutal, que es un oprobio para el gobierno y los magistrados que lo siguieron (I).

Hermoso en sus declaraciones compromete a los consejeros del Monarca y les achaca el haber hecho lo posible por exacerbar los ánimos y engañar al Rey(2). «Que el Viernes de Dolores, tres dias antes del gran tumulto, habían precedido otro casual en la calle de Atocha, á las cuatro de la tarde, que dió bastante cuidado... Que sobre este hecho y otros repetidos casualmente en los mismos días, se echó tierra, no se avisó á la Córte, no se tomaron precauciones, y siguieron los alguaciles su imprudente y violenta persecución.»

Hermoso dice en sus declaraciones que no era afecto a los jesuítas: pedía permiso para escribir y defenderse; pero el Consejo mandó en repetidas providencias que no manifestase sus escritos. Por ese motivo se le cree el verdadero autor de un cuaderno muy curioso, é inédito hasta pocos años há, que en un principio se creyó del P. Ceballos. Titúlado Juicio imparcial sobre el extrañamiento de los Jesuitas, por un ilustrado español. Éste, sea ó no sea el abate Hermoso, culpa abiertamente al duque de Alba como autor del motín y preparador de él, para achacarlo a los Jesuitas y asustar á Carlos III. Dice así:

«Vino ya el momento decisivo en que el duque de Alba volvió á la gracia del Rey y á la mayor intimidad con el Padre confesor, aunque sin amistad; pues dicen, por cierto, que no la tuvo ni con su madre. Este sólo era el hombre capaz de perfeccionar la máquina y de ponerla en movimiento. Tratóse entre los dos, y Campomanes principalmente, y dióse parte á muchos que habían de servir á su tiempo. Pero el duque sólo se hizo cargo de la dirección, dejando al confesor y fiscal como instrumentos, cada uno en su clase que

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(1) Lo publicó en extracto el fiscal D. Francisco Gutierrez de la Huerta, en su dictamen á Fernando VII á favor de los Jesuitas. Véase á la pág. 240 de la edición de este dictamen, impreso en Madrid el año de 1845, la barbarie de aquellos fiscales de Carlos III, que pedian contra Hermoso pena capital y tormento tamquam in cadavere. ¡Y luego se habla de la Inquisicion!

(2) Aunque se copian aqui algunos párrafos que hacen al caso para nuestra historia, pueden verse más por extenso en el folleto titulado La Córte de Carlos III,1767-1867. se atasen con otros segun pidiese el tiempo, y unidos todos al principal impulso del duque.»

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«En esta situacion se hallaba la máquina al tiempo de las turbulencias de Madrid, y desde el primer dia, anunciando no se podía menos de ignorar su origen, se dió el primer golpe de movimiento á la máquina, haciendo entender á S. M. que la novedad era más que de pueblo, y que la Compañía, acostumbrada á emprender trastornos, tenia á la nación contaminada, y que no había que fiar en aquella aparente tranquilidad del pueblo.

Logróse el efecto con el tiro, dejando S. M. aquella noche su real palacio de Madrid, retirándose á Aranjuez, donde, por temer mayores resultas que le persuadian (1), consintió prudentemente en que se cortasen las puentes de comunicacion, se acordonase la tropa de casa real, se estableciesen avanzadas y se acercasen tropas y artillería contra Madrid.

»Sabe el mundo que nada resultó, confirmándose con la repentina quietud del pueblo que todo ese alboroto fue humo, que se disipo con la remoción del marques de Esquilace, y que aún la vil ralea del pueblo español (2), que fueron los que gritaron, tienen sublimes pensamientos de amor y fidelidad á sus dichosos Reyes.

»Pero como el timen estaba puesto en la buena mano del duque, y maniobraban bien los de su gremio, no perdieron, y aunque al parecer se dejaban llevar de la corriente, en realidad avanzaban viaje y prometian puerto. Una de las maniobras fue hacer preciso el consejo de Estado, bien que secretamente y sin publicas funciones de ceremonia, compuesto del decano, el duque de Alba, el de Soto-Mayor, marqués Grimaldi y D. Cosme Mazones, y ponerlo en ejercicio privado por la interlocucion del Padre confesor, á la manera de lo que sucede con el Mufti y el gran Divan.

»La segunda maniobra fue el destierro del marqués de la Ensenada, con el pretexto de que algunos picarones, en el día del motin, le pidieron por ministro. Con ella se consiguió deshacerse de este enemigo, y dar una idea á S. M. de que la voz que le pedia por ministro dejaba sospechar alguna cábala de los Jesuitas, como sus apasionados, si no es que esto había sido el objeto de los alborotos: puesta la primera piedra, quedó trazado el edificio.

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(1)En tales térmimos asustaron al Monarca sus pérfidos consejeros, los maquinadores de le expulsion, exagerándole el motín, que al llegar a Aranjuez fué preciso sangranle.

(2) El autor del Juicio imparcial sostiene como testigo de vista que entre los amotinados no habla ni una persona decente, ni artesanos. Por ese motivo llama en ralea y en otro paraje canalla, a los que figuraron en aquel motín. »Siguieron desde luego la máxima pública de disimular y confirmar al pueblo en su quietud por medio de un generoso indulto, precedido de las representaciones humildes de la nobleza y gremios de Madrid, y del universal cumplimiento que se le hizo á S. M. en Aranjuez por todos los Prelados, cuerpos y comunidades del reino ; declarándose, a consulta de todo el Consejo Real, que los autores del motín habian sitio pocos, despreciables hombres de la plebe. Pero entre tanto, el minador, aplicado ya al ántes inexpugnable muro de la Compañía, trabajaba secretamente.

»Podía subsistir el temor de una contra-mina, viviendo la Reina: pero era más natural su dolorosa pérdida, que lloramos poco despues, y fue ésta una infausta resulta de la precipitada marcha para Aranjuez, y debió ser un reato atroz contra los autores del consejo (I). Tomó S. M. la resolución de nombrar un presidente de Castilla, que uniese en sí la fuerza militar con la política, pues una y otra era ocasion de desplegarse extraordinariamente, y eligió para tan superior encargo al conde de A randa, hombre á propósito para emprender y ejecutar. Fué esta eleccion un repentino nublado para el de Alba, su rival, y le fue preciso recurrir á los eficaces exorcismos del Padre confesor, y ahogar, por su parte, los ímpetus de la emulacion. Esto le es fácil á su excelencia, por lo mismo que goza un espíritu exterminador (2), y al Confesor fué fácil atar corto al conde para con el Rey, y así se vió que el conde, trasportado de gozo de que le diesen ocasion de ser violento, sólo pensó en serlo, y dirigirlo al mérito con que llegar á un favor despótico (3).

»Siguió el minador sus labores, por lo cual se encargó el Padre confesor de excitar denunciantes, de todas clases y estados, con honrosas recompensas, que á muchos se les anticiparon. Encargóse tambien del penoso trabajo de sembrar espías en Madrid y en las principales ciudades de España, y conferenciar con ellas a horas señaladas. Se avisó á Campomanes y á los demás subalternos que, imitando el celo del duque de Frias, era tiempo de recoger papeles y prevenir materiales para la obra; y como segundaban admirablemente los cuidados del de Alba y confesor, cuando vino a morir la Reina, en el mes de Julio, estaba casi perfecta la industriosa mina.

»Dos habian de ser los ramales de ella, dirigidos á otras dos recámaras, que una se habla de llamar la justicia y otra

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(1) Obsérvese bien lo que esto significa.

(2) Sospecho que haya errata en la copia: quizá el original dijera determinado.

(3) Entre los varios ahorcados por el conde de Aranda,fue uno de ellos un noble murciano llamado Juan Antonio Salazar, que decía que no había de parar hasta acabar con el Rey y su familia. la conciencia, y para cargarlas se hicieron dos maniobras excelentes. Por la justicia se aumentó el número de ministros del Consejo en cinco plazas, que se proveyeron con el cuasi-cóntrato de servir al incendio. El Consejo de Castilla fué siempre uno de los tribunales más justos y respetados de la Europa, y lo es tambien hoy; pero en todo gremio, por excelente que sea, siempre hay feble (1), y éste fué el que se extrajo para componer el Consejo extraordinario que habia de declarar y consultar segun las intenciones del Confesor; de manera que este tribunal extraordinario de ministros parciales, ó hechos de propósito, se puede llamar un procedimiento á la inglesa, siempre que esta nacion perdió su libertad, y para simularla con el órgano de las leyes eligió jueces comisarios por extraccion (2).

»Para la recámara de conciencia, aunque había de antemano un par de Obispos, hechos sobre el mérito de antijesuitas, porque no son muchos los obispados, y no se quitan ni vacan tan fácilmente, se logró la coyuntura de dar el de Avila al famoso dean de Coria, conocido por antijesuita, y se mandó detener al arzobispo de Manila, religioso escolapio, más conocido por aprobante del almacen de regalías del Sr. Campomanes.

»El conde de Aranda había de hacer el salchichon, y al propio tiempo había de dar fuego á la mina; porque el peregrino ingenio del de Alba quería ver volar el edificio. y complacerse en sus ruinas, sin ser reputado por el maestro del arte. Fue fácil lo uno y era preciso lo otro: el salchichon se hizo reconociendo por mano del conde algunos papeles manuscritos é impresos, que se atribuyeron á los Jesuitas ó á sus amigos, y averiguando las especies qué denunciaban los delatores de lá confidencia, y, los chismes de espías asalariados á millares. Trabajaban en esto el Conde, la sala de Alcaldes y cuantas justicias tiene el reino. Lo más era inútil, porque las espías comunmente mienten, y semejantes delatores calumnian siempre; pero al cabo se recogió algún material, que, queriéndolo beneficiar con el poder, se podía inflamar.

»¿Cuáles serian las especies de este material? Sólo importa saber por ahora que hubo algun Jesuita, tal como el padre López, que se dice haber echado por segunda voz, la de pedir al marqués de la Ensenada por ministro para la vacante de Esquilace, y que hubo tambien otros dos ó tres que copiaron é hicieron sátiras y otros papeles anónimos despues del motin, y que después las imprimieron en una ofici-

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(1) Débil, flojo; á veces significa falsificación.

(2) Observación curiosa para los que aplauden la expulsión de los Jesuitas á nombre de la libertad. Vean como se opinaba acerca de ella hace cien años. na de un colegio de España, contra ciertas personas del gobierno, y particularmente contra el padre Osma, sin duda para desacreditarle y hacerle la guerra del modo que podian, á un poseedor intruso, que le juzgaron, del precioso patrimonio del confesonario del Monarca, en que los padres habían reinado tanto tiempo (1). En alguno de estos papeles se disculpaba al pueblo, como oprimido del poder del marqués de Esquilace, para los tumultos y quejas en que prorumpieron, y declaman los atrasos del Monarca, y los agravios de la Iglesia, originados de su gobierno.

»Dicen tambien que hay testigos de haber visto al padre Lopez, disfrazado entre las gentes del motin, el martes por la noche. Tengo por cierto que los hay ; pero es muy fácil hacer que se jure que vieron un bulto parecido á un Jesuita, en otro hábito, en la oscuridad de la noche y conmocion del pueblo. Lo cierto es que es calumnia, y si el P. Lopez hubiera sido oido en justicia, así lo habria convencido. Le echaron de Madrid; hicieron esta inicua justificacion, recompensando perjurios con beneficios eclesiásticos, y esta es la conviccion de que los Jesuitas hicieron el motin. Veremos lo que hay en adelante sobre lo que estos mismos testigos han depuesto sobre los tres cómplices, que se hallan en otros tantos castillos, y el tiempo desimpresionará á los crédulos (2).

»Esta es la subsistencia y nervio contra dos ó tres indíviduos de la Compañía, con relacion á las públicas turbaciones, y esto lo que pasó en el tribunal del extraordinario; á que agregaron todos los cargos generales que la han hecho en Francia contra su instituto en materia de gobierno, enseñanza, ambicion, mercimonia, probabilismo,privilegios etc., de que trata la consulta de que hablamos; pero sin calificarlos más que en la voz comun, y en vista de los otros libelos y de algunas informaciones notoriamente sospechosas, pasó al extraordinario la resolucion, que se le había enseñado en el delenda Carthago, por una consulta á S. M. de 29 de Enero de 1767, y con esto obró su efecto la mina por el ramal de la justicia.

»pasó de aquí al de la conciencia de los obispos de Manila y de Avila, acompañados del célebre P.Pinillos, de los ermitaños de San Agnstin, de quienes darémos razon en su lugar; y con lo que dijeron los tres eminentes sujetos, incendiándose este otro depósito, voló el formidable baluarte

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(i) Los antiguos Monarcas siempre habian tenido por confesores frailes dominicos, y la familia real hacia alarde de su parentesco con la de Santo Domingo de Guzman.- Los Jesuitas entraron en el confesonario real con la casa de Borbon.

(2) Uno de los presos era el abate Hermoso, el otro el abate Gándara y el otro el abogado Flores. Véanse sus declaraciones en el dictamen del fiscal Gutierrez de la Huerta. de la Compañía, con la resolucion del 27 de Febrero, para su general extrañamiento, por arresto personal y confiscación de temporalidades.»

Resulta, pues, que el verdadero autor de la expulsion de los Jesuitas fué el duque de Alba, y que el conde de Aranda solo fué un instrumento. Que el duque de Alba fraguó y dirigió el motín de Esquilache y lo achacó á los Jesuitas, es ya hoy dia cosa corriente y generalmente creida (1). Que los, ministros que engañaron á Cárlos III y le persuadieron aquel acto de tiranía eran enemigos de Dios y de la Iglesia, lo dijo el Papa Clemente XIII (2) y lo repitió Pio VI al cardenal Calini, que los calificó de hombres sin religion. Roda, que precedió al duque en los preparativos contra los Jesuitas, y que era ministro de Gracia y Justicia, encubria su impiedad y ódio al catolicismo bajo la máscara de un regalismo exagerado y casi protestante, y en su correspondencia secreta con el francmason Choisseul, ministro de Luis XV, se proponia nada ménos que matar la Santa Iglesia Romana, es decir, el Catolicismo (3).

Por estas señas fácilmente se vendrá en conocimiento de lo que eran aquellos honrados cortesanos, que prepararon y dirigieron el motin de Esquilache para intimidar al Rey: que impidieron se atacase a los amotinados, á quienes hubiera sido facilísimo dispersar con una sola carga de la caballería española: que culparon á los Jesuitas del motin fraguado y pagado por ellos, y que, mediante esto, lograron la expulsión de siete mil españoles, arrojados de su patria de un modo bárbaro, inicuo, tiránico é inhumano, echando para siempre un borrón feísimo en la historia de la casa de Borbon, que hoy purga ese y otros pecados.

Yo no me atreveré á decir de seguro, y afirmar como cosa cierta, que Wall, el duque de Alba, el conde de Aranda, Roda, Campomanes, Floridablanca, Aura y otros muchos de los que anduvieron en aquellas intrigas fuesen francmasones; pero creo que lo eran, y me guardaré muy bien de combatir á los que lo afirmen.

El supuesto John Trulh, en su obra reciente sobre la francmasonería, afirma y sostiene como cosa corriente, con pruebas de propios y extraños, que la masonería, «casi siempre perseguida y proscrita, sin contar con más recur-

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(1) El protestante Cristóbal Murr, en el tomo IX , pág. 222 de su Diario para la historia de la literatura, asegura que el duque de Alba en 1776, estando para morir, declaró haber sido el autor del motín y de las patrañas contra los Jesuitas: escribía esto en 1780, y apoyaba su narracion en testimonio de personas que vivían a la sazón.

(2) En su tiernisima carta á Carlos III, llamada la Tu quoque, fili mi..!

(7) Carta de Roda á Choisseul en 17 de Setiembre de 1767, publicada por CRAÉTINEAU-JOLY, en vista del original. Escribe esta horrible blasfemia: Hemos muerto. al hijo: ya no nos queda más que hacer otro tanto con la Madre,nuestra Santa Iglesia Romana. sos que los ahorros de los asociados, supo minar el poder de los Jesuitas y de la Inquisicion (1).

El testimonio de este escritor significa muy poco : cítasele únicamente como muestra de lo que dice ahora la francmasonería moderna acerca de este punto histórico.

$ XXI[editar]

Los machines vascongados: Sociedad vascongada de Amigos del país.

Durante las sangrientas discordias o bandos que regaron de sangre el suelo vascongado, como casi todas las provincias y ciudades principales de España (2), en el desastroso siglo xv, hubo allí unos bandidos aventureros, especie de condottieri, que causaron grandes males. Formaban una especie de confederacion o sociedad malvada, y eran llamados los frailes de Castro, significando la palabra frailes lo mismo que fraires, cofrades, o hermanos, como muestra de su coalicion secreta. Pudiera decirse que aquellos malos fraires eran por el estilo de los actuales carbonarios. El escritor vascongado á quien debemos esta noticia los describe así (3): «Amorabieta, anteiglesia de la merindad de Zornoza, á la izquierda del rio Durango... Aunque han desaparecido muchas casas solares de este pueblo, todavía se conservan algunas... La de Zornoza... era la residencia del Merino, o juez mayor de merindad, y cuyo fundador fué Pedro Garcia Galindez, IV Señor de Ayala, á mediados del siglo XII; fue incendiada en Diciembre de 1.445 por los frailes de Castro, soldados del terror, incendiarios, que se ponían á sueldo de quien los pagaba. En esta época dependían de Pedro de Avendaño, quien sostuvo con algunos parientes mayores de Amorabieta guerras sangrientas, que la dejaron asolada durante algunos años (4).»

A principios del siglo pasado hubo en las Provincias Vascongadas una sublevación de machines ó bandidos, que duró poco tiempo, y que no tiene Apenas relacion con el objeto de esta historia (5).

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(1) Pág. 60.

(2) Apenas había entónces provincia ni pueblo, en que no hubiese tales bandos O partidos de linajes, que eran lo que ahora los partidos políticos.

(3) Henao: Antigüedades de Cantabria.

(4) Despues de la primera edición de esta obra, el pueblo de Amorebieta se ha hecho célebre por el convenio que allí se hizo en 1871, para poner término a la séptima sublevacion carlista, que principió en el año anterior.

(5) Machin en vascongado dicen que significa revolvedor, tronera o cosa tal. Diose este nombre por antonomasia á un célebre marino vascongado, muy notable por su valor y audacia. Alguna más tiene la de los machines de Guipúzcoa, en 1766, y hácia la época del motin contra Esquilache. Tambien de esto se quiso sacar partido contra los Jesuitas, suponiéndolos causantes, ó por lo ménos instigadores de todos los motines qué por entónces hubo en España, hijos en su mayor parte de la rapacidad de Esquilache y sus allegados, y de los intendentes puestos por él en casi todas las provincias, que robaban y cohechaban con el mayor cinismo y la más irritante tiranía.

El abate Hermoso, o quien quiera que sea el autor del Juicio imparcial antes citado, vindica tambien á los Jesuitas de este cargo, y dice de aquellos sediciosos lo siguiente:

«Los machines de Guipúzcoa, por hambre y escasez, irritados contra sus mismos paisanos, á quienes consideraban en la abundancia, hicieron este entremés ó farsa, que corre impreso á nombre de la victoriosa villa de Vergara: lo mismo fué este motin que sus carricadanzas, que de todo tienen ménos de danzas. Se emborrachaban á costa de sus paisanos, comian, venian de lugar en lugar, y de caserío en caserío, querian que todos fuesen iguales, que los clérigos no lo comiesen todo, y aquí dió fin el alboroto de Guipúzcoa.»

Las frases en que se encierra el objeto de aquella machinada, de la cual habla el Español ilustrado con su habitual y ruda franqueza; son notables: «Querian que todos fuesen iguales, y que los clérigos no lo comiesen todo.» A la verdad, estás ideas igualitarias y niveladoras no han sido inculpadas á los Jesuitas, que no han tenido entre sus símbolos el nivel y la escuadra, ni han sido desamortizadores. Otras manos muy distintas de las de los Jesuitas se traslucen en la agitacion de los machines.

Sospéchase que la masonería existia ya en las Provincias Vascongadas, y sobre todo en Bilbao y San Sebastian, como en Cádiz, Barcelona, Coruña y demás puertos de mar; y el contagio se extendia del comercio y la marina á los capitalistas, letrados y personas allegadas á aquellas clases, aunque en pequeña escala, pues la francmasonería, con sus apariencias de ilustracion y beneficencia, conservaba cierto carácter aristocrático al estilo volteriáno, si bien se dejaba ya entrever la tendencia política á que la empujaron con mayor violencia la seudofilosofía alemana y la revolucion francesa.

Algo de esto se dejó traslucir en las reuniones habidas en Azcoitia y Vergara, desde 1765 en adelante, de las cuales resultó la creación de la Sociedad vascongada de Amigos del país. No hay pruebas para asegurar que aquella asamblea (así la llamaban) fuese una reunion masónica; pero si bien se examina el lenguaje que allí se usaba, las ideas que prevalecian, los elogios que en sus tareas se dispensaron á los enciclopedistas franceses, las relaciones de algunos de aquellos amigos con los revolucionarios de aquel país, la desafeccion que ya algunos de ellos mostraban contra la Iglesia, la actitud recelosa con que fué acogida por el clero, que creyó desde luégo encontrar allí algo oculto y sospechoso, darán lugar para alguna conjetura en este sentido. La misma divisa de las tres manos unidas, que adoptaron, es un signo masónico de los más conocidos.

Con motivo de la invasion francesa en las Provincias Vascongadas á fines del siglo pasado, en medio de las grandes pruebas de lealtad que entónces se vieron, hubo ciertas infidencias y traiciones de mal género por parte de algunos afrancesados, conocidos como tales públicamente, y que sostenian relaciones criminales con los agentes de aquel pais, con sospechas graves de pertenecer á las sociedades secretas. Quien conozca la clave de la mayor parte de las victorias ganadas entónces por los franceses (1) y sepa que estas se debieron á las gestiones de la francmasonería más que al valor de los soldados ni á la pericia de los generales, no dudará mucho acerca de ciertos triunfos, tan rápidos como misteriosos, de los franceses en las Provincias Vascongadas. Afortunamente la actitud patriótica y decidida del clero, sublevando al país, contuvo no poco aquellas misteriosas gestiones. Para levantar en parte el velo que las cubre, léase el siguiente curioso párrafo, escrito por un magistrado español que tuvo que perseguirlas (2).

«Tambien dijo... que había chocado con el directorio ejecutivo francés, en el año 1796... En dicho año se formó causa en la Chancillería de Valladolid contra D. Pablo Carrese, sus hijos, su yerno Aguirre Martin Zuvivuru, D. F. Danglada y otros varios, por haber entregado á Tolosa en Guipúzcoa á los franceses: de estos unos fueron presos y conducidos á Valladolid, y otros se fugaron á Paris. La sala me comisionó para la formación de la causa; los fugados consiguieron tomase cartas en su favor el directorio ejecutivo,

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(1) Gyr, describe estos manejos.

(2) Representaciones que hizo a su Majestad el augusto Congreso nacional D. Antonio A lcala Galiano, sobre la Gaceta de Madrid de 21 de Setiembre del año próximo pasado y un extracto de sus procedimientos en la causa del Conde de Tilly: Madrid, 1812, pag, 32

A este conde francés, pariente del jefe de la francmasonería francesa, se le hizo torpemente individuo de la Junta Central por Sevilla. En Aranjuez estuvieron para matarle por sospechoso, después de la rendición de madrid, y logró escaparse tirando puñados de dinero al populacho. (Memorias españolas, por don Jerónimo Martin de Bernardo. pág. 94.) Luego quiso pasar á Méjico con 5.000 hombres para sublevar aquel país contra España, ofreciendo a los ingleses la plaza de Ceuta en recompensa de los auxilios que le dieran para aquella traicion. Con este motivo so le puso preso, y fué Galiano el encargado de la formacion de causa. y cuando me hallaba instruyendo el sumario, tuve carta de nuestro embajador recomendándome el proceso, y ofreciéndome la protección del gobierno francés...Continuó la causa y, sabiendo el curso que se le daba, se repitió la recomendacion con amenazas.»

Refiere que últimamente tomó Godoy cartas en el negocio, y que, habiendo sido condenados los reos, el gobierno se apresuró á indultarlos. El ménos lince podrá adivinar algo en este feo negocio.

$ XXII.[editar]

Causa del hebillero frances (1757).

Llorente tuvo la amabilidad de darnos por extenso el expediente del francés M. Tournon, procesado en la Inquisicion de Madrid el año de 1757, como agente de la masonería francesa.

El gobierno habia traido á este á Madrid, pensionado, para establecer una fabrica de hebillas de cobre y enseñar á obreros españoles. De paso que les enseñaba á hacer hebillas, quiso tambien dar á sus aprendices lecciones de francmasonería, pero con mal éxito. Díjoles que el Gran Oriente de París le habla comisionado para admitir hermanos, y que los títulos vendrian de Francia. Para un fabricante extranjero, la francmasonería siempre es un buen negocio; pues los operarios quedan sujetos á su autoridad por misteriosos lazos, le deben un respeto que de otro modo no se le tendria fácilmente, y algunas pesetas vuelven tambien sencillamente al bolsillo del fabricante, de donde salieron (1).Es un negocio en todos conceptos ventajoso, y por tanto no es de extrañar que los fabricantes y operarios extranjeros lo ensayen siempre con cierto afán.

Los aprendices españoles al pronto mordieron el cebo masónico de M. Tournon; pero cuando les habló de las pruebas que haría con ellos para ver si eran serenos y valientes, y del juramento terrible que habían de prestar, y les enseñó los signos astronómicos y cabalísticos de la masonería, llegaron á figurarse que habla allí algo de magia y brujería, de cuyas resultas uno de ellos le delató á la Inquisicion, la cual le prendió en 20 de Mayo de aquel año. Tres de los aprendices declararon unánimes lo que les había dicho el francés. ______________

(1) Para eso los masones tienen su que cepillo, llaman tronco, traduciendo así estúpidamente la palabra francesa tronc. No es esta la única barbaridad o barbarismo de traducción que notaremos. Llorente, tan parco y aun poco exacto en sus anteriores noticias, copia por extenso el diálogo entre los inquisidores y el francmason. En el interrogatorio aparece el inquisidor bastante tonto y el procesado bastante ladino. Repite todas las consejas masónicas sobre el objeto benéfico de la francmasonería, y entra á disputar con el francmasón acerca de si los francmasones son o no son indiferentistas, cosa impropia en un juez, que nunca baja de su tribunal y de su elevada posición al palenque de la discusion á medirse con el reo y pelear con él, rebajándose de superior á igual.

M. Tournon dijo que era católico, y bautizado en la parroquia de San Pablo en París. Aseguró que en Madrid no habia ninguna lógia: un francmason no podia decir otra cosa, y el juramento le importaba muy poco. Las respuestas del francés son muy calculadas y astutas, y se ve claramente la intencion del Sr. Llorente en consignarlas con tanta latitud, pues insensiblemente daba una lección de catecismo masónico ad usum recipiendorum, ó sea para catecúmenos francmasones. Sospechábase de él que lo fuese, y luégo le veremos citado en el Diccionario critico-burlesco como uno de tantos, aunque en son de burla; pero sus contemporáneos lo decian de veras. Atendidas sus doctrinas y las de muchos otros compañeros suyos en la Suprema Inquisicion, nada tendria de extraño, pues eran manifiestos jansenistas, y el jansenismo era en muchos clérigos una máscara para encubrir su iniciacion masónica y consiguiente ódio á la Iglesia. El modo favorable á la masonería con que habla acerca de ella, es muy notable en un clérigo. Por mi parte, dudo mucho de la autenticidad del interrogatorio, aunque suponga Llorente haberlo copiado de documentos auténticos que tenía á la vista. Copiaremos un trozo de él para compararlo con la narración de John Truth (1).

«Inquisidor. ¿Sabe el acusado o puede presumir por qué ha sido preso y traido á las prisiones del Santo Oficio?

»El preso. No, pero supongo que será por ser francmason.

»I. ¿Por qué lo supone V.?

»P. Porque he dicho á mis oficiales quo lo era, y temo me hayan delatado...

»I. ¿Asistió V. á las reuniones de los francmasones?

»P. Sí; cuando estaba en París.

»I. ¿Y ha estado en alguna de ellas en España?

»P. No, y aun ignoro que haya en ella logias de francmasones.

»I. Si las hubiera ¿también hubiera estado V.?

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Traducido de la edicion francesa de 1817, que tengo a la vista. »P. Sí.

»I. ¿Es V. cristiano católico romano?

»P. Sí; he sido bautizado en la iglesia de San Pablo de París, que era la parroquia de mis padres.

I. ¿Cómo, siendo cristiano, ha asistido á reuniones masónicas, sabiendo ó debiendo saber que son contrarias á la Religion?

»P. Jamás he sabido tal cosa, y aún ignoro que sea así, porque nunca he visto en ellas ni oído nada contra la Religion.

»I. ¿Cómo puede negarlo, sabiendo que la francmasonería profesa la indiferencia en materia de Religion?

»P. No es cierto que los francmasones profesen la indiferencia: lo que hay es que para ser francmason es indiferente que uno sea católico o no lo sea.»

Haremos gracia á nuestros lectores del resto del interrogatorio. Ahora compárese éste con la narracion de John Truth : «El año 1757 (1) se hallaba establecido en Madrid un francés llamado Tournon, que tenía una fábrica de hebillas. Era un mason celoso, y su espíritu de proselitismo atrajo sobre sí las persecuciones del Santo Oficio. Por esta época existían en Madrid algunos masones que se reunían en logias con el más profundo secreto y en épocas irregulares. Tournon, iniciado hacía más de veinte años en París, había sido reconocido por los hermanos de Madrid, quienes le hablan afiliado á su lógia y encomendado el cargo de orador. Deseando aumentar el número de miembros de la lógia, sondeó las disposiciones de vários obreros de su fábrica, en quienes creyó notar cierta aptitud para este objeto. A sus instancias les explicó claramente el objeto de la masonería y les dió noticia de las pruebas á que serian sometidos y de un juramento que les sería preciso prestar; por fin, les enseño el diploma, manifestándoles que otro igual les sería expedido despues de su iniciación. Habia sobre el diploma grabados vários instrumentos simbólicos de la masonería, muchos de los cuales eran desconocidos para los obreros. Creyeron que aquellas figuras debian tener relacion con la magia, y esta idea les llenó de espanto. En consecuencia, convenidos sobre lo que deberían hacer en tales circunstancias, resolvieron que no les era posible excusarse de hacer una denuncia al Santo Oficio. Obraron así, y el tribunal hizo arrestar á Tournon, que pronto fue sometido al primer interrogatorio. Confesó que era mason y había sido iniciado

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(1) Véase á Clavel, Rebold y otros autores:

A quien debia citar es á Llorente, que fue quién á éstos dió la noticia en su Historia. critica de la Inquisición de España, la cuál hizo traducir é imprimir en francés el año 1817. en una lógia de París; mas instado á que declarase quiénes eran los masones que habia reconocido en España y en qué lugar tenian sus asambleas, se negó rotundamente á satisfacer á estas preguntas (1).

»Interrogado sobre su religion, contestó que era católico. Entonces se le hizo presente que la Iglesia católica condenaba la francmasonería, á lo cual respondió que jamás había oido en las lógias doctrina alguna contraria á la religion cristiana. Se le dijo que los masones eran indiferentes en materias de religion. Tournon se esforzó, aunque inútilmente, en demostrar que de ningun modo la tolerancia masónica envolvía la indiferencia religiosa; que cada uno era libre para adorar á Dios segun el modo y forma que se le habia enseñado.

»Se le objetó que los masones eran idólatras, puesto que adoraban al sol, la luna y las estrellas. El reo manifestó que no se ponían estas imágenes en las lógias como objeto de culto, sino para hacer más sensible la grande, verdadera y continua luz que las lógias reciben del Gran Arquitecto del Universo, y á fin de que estas representaciones enseñasen constantemente á los hermanos á ser caritativos y misericordiosos.

»Poco satisfecho el tribunal con estas contestaciones, insistió en sus preguntas, conjurando de nuevo á Tournon para que confesase el uso de prácticas supersticiosas y los errores de la idolatría en que habia incurrido; mas no pudiendo conseguir tales declaraciones, se dispuso que fuese encerrado en un calabozo.

»Volvió Tournon á sufrir un nuevo interrogatorio, igual al anterior ; pero se encerró en, sus primeras respuestas, añadiendo que lo más que podía conceder era que habría faltado por ignorancia respecto á los estatutos y prácticas de la francmasonería; pero que jamás habia pensado que en todo cuanto ejecutaba como mason hubiese la más mínima cosa contraria á la Religion pues que en las lógias siempre habia visto y oído practicar y recomendar la beneficencia, sin que hubiese visto nunca suscitarse en ellas ninguna cuestion religiosa.

»Por fin, despues de ocho meses de calabozo y malos tratamientos, fué condenado á un año de encierro en las cárceles de la Inquisicion, y á ser despues arrojado del territorio español. Figuró además en un auto de fé, en las salas del tribunal, en presencia de los empleados del Santo Oficio.

(1) Véase cuántas tergiversaciones hace este escritor respecto de la narracion de Llorente. Tournon no se negó á satisfacer á estas preguntas, sino que negó rotundamente qua hubiera lógias en España, cometiendo en esto un perjurio.

Para encubrir esto el John Truth a su vez falsifica y altera la narracion, y otras personas, á quienes el Inquisidor general permitió asistir. El reo, hincado de rodillas y revestido con el traje de costumbre, oyó su sentencia; recibió una reprension, leyó y firmó una abjuracion de sus herejías, hizo una profesion de fe católica apostólica y romana, con la promesa de no acudir en adelante á las asambleas masónicas. El tribunal decia en su sentencia que el reo merecia ser castigado más severamente; pero que no lo era en consideracion á no haber nacido en España y por un efecto de la compasion y benignidad del Santo Oficio.

»Despues de cumplida su condena, el hermano Tournon fué conducido, bajo la custodia de los dependientes del tribunal, hasta la frontera de Francia, donde fue acogido por los masones con las muestras de simpatía que su desgracia inspiraba.

»Estas terribles persecuciones continuaron en España y Portugal durante todo el siglo XVIII, pero siendo impotentes para destruir por completo la masonería, pues hay lógia en alguna ciudad de España que ha continuado hasta nuestros días sin abatir columnas ni un sólo momento, es decir, sin interrumpir jamás sus trabajos, como lo prueban los documentos que conserva en sus archivos.

»En 1776, la lnquisicion portuguesa instruyó otro celebre proceso contra dos nobles francmasones de aquel país, el mayor D'Alincourt y Oyres de Ornelles-Parasao, que fueron tambien sometidos diferentes veces al tormento para obligarles á declarar los secretos de la Sociedad.»

Lo de los malos tratamientos es de la cosecha de John Truth: la narracion de Llorente no lo dice, como otras cosas que añade, y lo de las terribles persecuciones, pues apenas se halla noticia de ninguna causa seguida por este motivo en la Inquisicion.

John Truth dice además que Tournon habia sido reconocido por los hermanos de Madrid. En el interrogatorio publicado por Llorente dice Tournon todo lo contrario. Uno de los dos historiadores miente. ¿Cuál de ellos?

$ XXIII.[editar]

Causa de Olavide : su autillo.

D. Pablo Antonio Olavide, natural de Lima, descollaba en la córte de Madrid, á mediados del siglo pasado, por su elegancia y por su volterianismo y desafeccion á la Iglesia. La construccion de un teatro en Lima despues del terremoto, le trajo serios disgustos, y se le mandó venir á Madríd. Confinado en Leganés, logró casarse allí con una señora opulenta, viuda de dos capitalistas. No habiendo encontrado el Perú en el Perú, lo halló en Leganés; ¡cosa rara! y gracias al Potosí de la viuda, y á sus buenas relaciones, en breve se terminó la causa, y volvió á la córte.

En ella desplegó extraordinario lujo, puso casa á la francesa, gran biblioteca y teatro casero. Títulos de Castilla, magistrados, generales, diplomáticos y altos funcionarios frecuentaban los salones del jóven americano, y asistian á las zarzuelas y óperas que el mismo traducia, arreglaba, ensayaba y dirigia. Su morada era el templo de la moda en Madrid, y para colmo de orgullo seguía correspondencia con Voltaire, que le elogiaba ¡oh felicidad suprema! llamándole regenerador de España, humo de su ligero incensario.

Nombrósele asistente de Sevilla, y se le encargó la direccion de las nuevas colonias de Sierra-Morena, donde, si bien incurrió en algunos desaciertos y ligerezas, no debo negarse que trabajo con celo y buen exito en general. En Sevilla la francmasonería y el volterianismo le debieron fantos ó más favores que en Madrid, pues el teatrillo y los ensayos eran la pantalla de reuniones algo más intencionadas. El mismo no pudo desconocer que había obrado con demasiada ligereza, y, previendo lo que iba á sucederle, se apresuró á poner en Francia casi toda su fortuna. Mas á pesar de la publicidad de sus alardes de indiferentismo religioso y volterianismo, juntamente con otras cosas misteriosas que se susurraban acerca de sus amistades y reuniones en Madrid y Sevilla, apenas se atrevia nadie á acusarle, y fué preciso que lo hiciera el mismo P. Eleta, confesor de Carlos III y obispo de Osma. Se le acusó nada menos que de sesenta y seis proposiciones heréticas, muchas de las cuales tienen verdadero sabor masónico, y acreditan que quien las profesaba no podia menos de estar afiliado en la francmasonería, atendida la indudable existencia de esta secta en España, desde fines del reinado de Felipe V. Otras proposiciones eran impertinentes ó hijas de la ignorancia de les delatores. Acusábasele de haber defendido el sistema de Copérnico. Pero lo extraño es, que habiendo varias próposiciones heréticas ciertas y que indicaban la negacion de todo culto externo y la profesion de la religión llamada natural, con todo, no se hallará un cargo concreto de masonería. No es extraño que diga Llorente que la Inquisicion no andaba muy lista en esta materia , y que el secreto masónico lograba sobreponerse á la vigilancia inquisitorial (1).

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(l) El articulo sobre la francmasonería en España, publicado en la Biblioteca de religion, y que se insertara más adelante, lo reconoce así.

TOMO I. 7 Olavide fué preso en Sevilla en 1776, y despues traido á Madrid. El proceso duró dos años, y fueron examinados en él setenta y dos testigos. El inquisidor general, Beltran, mandó que el autillo para su castigo y absolución se celebrase á puerta cerrada, pero en cambio se obligó á que asistieran á el sesenta personas de lo más ilustre de la corte, y aun algunos dignatarios eclesiásticos.

Llorente nos dejo noticia de uno de ellos, que fué D. Felipe de Samaniego, arcediano de Pamplona y caballero de la Orden de Santiago. Este se asustó en tales términos en el autillo de Olavide, que se denunció espontáneamente al Santo Oficio, presentando después una retractacion escrita de su puño y letra, manifestando que se habia empapado en la lectura de Voltaire, Mirabeau, Rousseau, Hobbes, Espinosa, Bayle, d'Alembert y otros enciclopedistas, cuyas obras entregó. Exigiósele que declarase las personas con quienes habia comunicado estas doctrinas y las aceptaban, y el arcediano escribió otra relacion muy extensa, que comprometia a los más principales señores de la córte, y entre ellos al conde de Aranda, al general Ricardos, al conde de Truillas, al general D. Jaime Mazones, de Lima, al conde de Montalbo, al hermano del duque de Sotomayor, al duque de Almodóvar y á los condes de Campomanes, Floridablanca , O'Reilly, Ricla, Lacy y otros vários personajes.

Algunos de ellos ya habian sido denunciados antes al Santo Oficio, y con razón, como enemigos del Catolicismo, impíos y completamente incrédulos. Entre ellos cita el mismo Llorente (1) al duque de Almodóvar, autor de la Historia de los establecimientos de los europeos en Ultramar, traduccion del libro de Raynal, bajo el seudónimo de don Eduardo Malo de Luque (anagrama de su título), Aranda, acusado de incrédulo, como el anterior; Azara, de lo mismo; Jovellanos, Roda y Urquijo, de jansenistas, y Floridablanca como enemigo de la Religion y de la Iglesia.

En la mayor parte de estos procesos fue preciso sobreseer, por no resultar suficientes pruebas, segun dice Llorente; ó quizá más bien porque la Inquisicion no se atrevia ya á proceder, y temia las iras de la córte y del Consejo, si tocaba á personas de las que estaban en candelero. Además, se le habia prohibido á la Inquisicion desde 1768 entender en causas que no fuesen precisamente de herejía y apostasía, sin que las reclamaciones del Santo Oficio para extender su jurisdiccion á otros delitos fuesen atendidas. De aquí el que no alcanzase su accion á la francmasonería, pues

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(1) Véase el cap. XXVI, art. 3.° y último del tomo II de su Historia crítica de la Inquisición. los francmasones se decian católicos, y encubrian sus agresiones con el manto de la filosofía, ó a veces hipócritamente bajo el del jansenismo, siendo, por tanto, dificil probarles ni herejía ni apostasía, á ménos de ser tan locuaces é indiscretos como el pobre Olavide. Este sostuvo su papel en el autillo. diciendo que jamás habia perdido la fe interior, aunque fuese poco afecto a las exterioridades. La fé interior para él y sus correligionarios no era otra cosa que la Religion llamada natural, que es á la que los masones dicen atenerse. Al leerle la sentencia, cayo desmayado, diciendo: —«iYo nunca he perdido la fé, aunque lo diga el fiscal!» Este, podía haberle preguntado, como Pilatos á Cristo;----Quid est veritas? ¿Qué entiende V. por fé?

Olavide logró escaparse, y en Francia fué acogido triunfalmente. La Inquisicion reclamó su persona, el gobierno francés acordó la extradicion; pero el obispo de Rhodéz, Ilevado del ódio que todo el clero francés tenía entónces a la Inquisicion de España, le avisó con tiempo, y, cuando llegaron el alguacil y el notario del Sanfo Oficio á prenderle, ya habla escapado siete horas antes. Es de creer que el gobierno francés, casi en su totalidad masónico (1781). y el conde de Aranda, que exigió la extradicion, se burlasen del Santo Oficio, avisando previamente al Obispo para no comprometerse, y que apareciese la fuga como ocasionada por el aviso de un Obispo francés.

Poco despues Olavide regresó á Francia, tomó una parte activa en la revolucion, la Convencion le confirió cargos y honores, y compró gran cantidad de bienes nacionales. Pero no contaba con la guillotina. A vista de aquella carnicería el almibarado peruano, estremecido de horror, marchó de París á Meung; pero la Junta de seguridad de Orleans le prendió en la noche del 16 de Abril de 1794, y le trató mucho peor que el Santo Oficio, pues llegó á temer por su cabeza. En los calabozos de Orleans meditó mucho, y comprendió que los españoles no eran tan tontos como el habia creido, ni los enciclopedistas tan sabios.

Escapado á duras penas de la Inquisicion liberal de Francia, logró volver á España por mediacion del cardenal Lorenzana, en 1798, y murió en un pueblo de Andalucía, en 1803, dejando compuestas várias obritas en defensa del Catolicismo y reparacion de sus errores, entre ellas El Evangelio en triunfo, y los Poemas cristianos, que llegaron á ser populares, y muy leídos hasta el año 1834, en que se hundió toda la literatura del pasado siglo. No hay una prueba cierta de que Olavide fuese francmason en España: pero las conjeturas y los rumores que hasta nuestros días han llegado, son de tanto peso, que no le agraviará quien, por tal le tenga. Tampoco consta que la causa se le siguiera como á francmason, ni esto figura entre los cargos que se le hicieron. No hay, pues, motivo para incluirle entre los francmasones perseguidos como tales, y menos entre los muertos por la Inquisicion á consecuencia del edicto de 1751, de que habla John Truth (1).

$ XXIV.[editar]

Sociedad secreta de bailarines en 1778: separacion de las lógias españolas en 1779.

Por el mismo fiempo en que Olavide estaba preso en el Santo Oficio, los alcaldes de Casa y Córte prendieron á una pandilla de gente alegre y bulliciosa, que se entretenía bailando con cierto recatado misterio, aún cuando la ocupacion no sea de suyo la más á propósito para el recato y el misterio. Las mujeres eran todas del pueblo: ninguna de ellas se titula Doña. No así los hombres, pues figuran entre ellos dos condes y un pastelero, dos oficiales de la Guardia Española y dos bordadores, un marques y un pintor, un regidor de Toledo y un platero, un cadete de guardias de Corps, un cirujano, y otros varios personajes.

Por desgracia, el que poseía el expediente original lo inutilizó años pasados, y solo conservó una copia de la sentencia, en papel y letra de aquel tiempo. El sujeto se figuraba, y en mi juicio con fundamento, que en aquella misteriosa reunion había algo mas que deseos de bailar; y de fodos modos la mezcolanza secreta de artesanos, artistas y gente del pueblo con personas de la nobleza, en aquella época de los gotivambas, es muy difícil de explicar sin cierto calorcillo sectario, que trasciende á masonería. Sabido es que en Francia los francmasones propendian á estos ejercicios gimnásticos. Clavel, en su Historia pintoresca de la francmasonería, nos da noticia de la Orden de la Alegría, fundada en 1696 en honor de Baco y Cupido, la del Calzón en 1724, la del Cascabel, establecida poco ántes de la revolución, y hasta la de los Cornudos reformados, Orden burlesca de caballería, que parece establecida para parodiar á los francmasones reformados y por reformar, y mofarse de ellos. Es, por tanto, muy posible que aquellos danzantes fueran una cosa por el estilo de las sociedades secretas, y no muy

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(1) Asi dice, este veracísimo escritor a la pag 55 de su libro: En efecto, vários masones sufrieron en los años sucesivos el tormento y la muerde por orden de la Inquisición";¿Podría decir el apócrifo historiador los nombres de esos francmasones que fueron ajusticiados? limpias, del Calzon y del Cascabel, sus coetáneas. y mucho más habiendo de por medio guardias de Corps italianos, que no solian gozar de buena reputacion. Insertaré aquí la copia ó extracto de la sentencia, á fin de que cada uno opine como guste.

«Se destina al Hospicio de San Fernando por cuatro años á María Teresa García Perez. Dominga Casas, Ramona del Rio, Gertrudis Muñoz, Rafaela Guerrero, María Garrido, Lucrecia Donia, Manuela Carrasco, Maria Antonia de Oli, Manuela Cuber, María Teresa de Burgos, Bernarda Haubon, María Dros y Tomasa Aguado y cumplidos se las destierra de la Córte y sitios reales, veinte leguas en contorno con apercibimiento de ser recluidas en la galera por diez anos, por el solo hecho de encontrarlas.

»A José Cos, platero, cuatro años de presidio en el Peñon. »A Domingo Argentier, pastelero, cuatro años al de Ceuta. »A Higinio Perez, bordador, cuatro años al de Oran. »A Francisco Dalmau. bordador, cuatro años al de Melilla. »A Manuel de la Cruz, pintor, cuatro años al Peñon, todos en calidad de gastadores, y, cumplidos, no puedan entrar en la Córte ni sitios reales, pena de ser vueltos á los mismos presidios por diez años. »A D. Estéban de Orellana y D. Pedro de la Torre, cuatro años al castillo y plaza de la Coruña, y cumplido su tiempo no puedan volver á esta Córte ni sitios reales, sin expresa licencia de Su Magestad.

»A D. José Ordoñez, regidor de Toledo, cuatro años á la plaza de Cartagena, cumplido no pueda volver á esta Córte y sitios reales sin expresa licencia de Su Magestad.

»A Polonia Sanz de Mendoza que salga de esta arte y sitios reales dentro de ocho dias al de la notificación y no vuelva, pena de cuatro años de reclusion en el Hospicio de San Fernando.

»Por lo que resulta contra D. Estéban Espino, que alquiló su cuarto en cien reales para uno de los bailes, se le condena en doscientos ducados de vellon, y apercibe que en lo sucesivo se abstenga de contribuir por intereses á semejantes diversiones, pues será seriamente castigado.

»A la posadera de la calle de Silva, que alquiló su habitación por cuarenta reales para las funciones de baile, se la condena con cien ducados de vellon, aplicados estos y los antecedentes á los de la cárcel, y apercibe con cuatro anos de reclusion en el Hospicio de San Fernando, si vuelve á incurrir en semejantes excesos (1).

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(1) ¿Y por qué el bailar era exceso? ¿No bailaban en Palacio? Luego había en aquellos bailes algo mas que baile. »A D. Juan Rivera, cirujano, reo ausente, se le condena en cuatro años de presidio del Peñon, apercibido de que no vuelva á esta Córte ni sitios reales, pena de que será vuelto á él por diez.

»Vicenta Ruiz y Pedro de Laus, delatores, salgan de esta Córte y sitios reales dentro de ocho dias al de su notificación, lo que cumplan, apercibidos de cuatro años de presidio. Pedro Laus, y cuatro de reclusion en San Fernando Vicenta Ruiz.

»Al conde de Peralada, cuatro años al castillo de Pamplona, D. Cristóbal Cañaveral y Conde de Clavijo, Maestrante, en otros cuatro años al castillo de Alicante. A D. Andrés Melgarejo, cadete de Guardias Españolas y O. Andrés Nuñez de Haro, teniente de Milicias, en otros cuatro al castillo de la Concepcion. Al marqués de Chatafor (Chateaufort?), oficial de Reales Guardias Españolas, y D. Diego Adorno (1), guardia de Corps, en otros cuatro al castillo de San Sebastian, A D. José Calderon, oficial de reales Guardias Españolas y D. Tadeo Cubels, en otros cuatro al castillo de la plaza de Badajoz, etc.

»Madrid 8 de Marzo de 1778.» Cada uno pensará lo que mejor le parezca acerca de esta Sociedad, en que figuran diez y ocho hombres de todas las clases de la sociedad y quince mujeres, sin contar los duchos de las casas que les alquilaban habitaciones para sus ejercicios gimnásticos. Es muy posible que fuesen preludios de los célebres bailes de la Bella Union, que tanto dieron que hablar en tiempo de Cárlos IV, volviendo á reproducirse el uño 1822, en cierta casa grande de la calle Mayor de Madrid, de los cuales conservan tan gratos recuerdos los francmasones viejos, que alcanzaron aquellos deliciosos tiempos, en que los bailarines vestian solamente ligeras gasas, y los músicos eran ciegos.

La fecha de 1778 nos recuerda un suceso grave y trascendental en los anales de la francmasonería española, cuales su organizacion con carácter de independencia de las extranjeras. «La masonería española, dice John Truth, cruelmente perseguida por las autoridades civiles y eclesiásticas, tardó cincuenta y dos años (¿en qué tardó?), pues la lógia de que ya hemos hecho mención, fundada en Madrid en 1727, no se separó de la lógia madre basta 1779, teniendo ya logias filiales en Barcelona, Cádiz, Valladolid, Murcia y algunas otras ciudades.»

Aunque el escritor que nos da semejantes noticias sea

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(1) Como había un escuadrón de guardias do Corps italianos, y el apellido Adorno es napolitano, puede conjeturarse que este seria algun napolitano perteneciente a dicho escuadrón. muy poco seguro, y en no pocas cosas patrañero, parece que puede ser creida su noticia en este punto. Por otra parte, los conatos de establecer en Nápoles una francmasonería nacional, á cuyo frente estaba la Reina, en contraposicion á la masonería regular británica, nos dan la clave de lo que con el mismo objeto se trató quizá de hacer por entonces en España.


§ XXV.[editar]

La francmasonería española en tiempo de Carlos IV: Urquijo y el marqués de Caballero: estado de la Inquisicion y de la córte á principios de este siglo.

El ministro Urquijo mereció grandes elogios á Llorente en su Historia de la Inquisicion. El secretario de ésta se guardó muy bien de decir que era conocido por francmasón en la córte de Carlos IV, y que, como tal, fue acusado públicamente y lo incluyo satíricamente tíricamente Gallardo en su Diccionario crítico-burlesco. Y á la verdad, Llorente no debía ignorarlo, pues á él mismo se le denunció como masón, y luégo veremos que en aquella época la masonería y el jansenismo se habian apoderado de la Suprema.

D. Mariano Luis de Urquijo se dió a conocer con la traducción de la tragedia de Voltaire La muerte de César. Sus ideas eran enteramente volterianas, y estaba públicamente reputado por hombre sin religion, y de los muchos que entonces encubrian con el título de filósofos su desafeccion á la Iglesia, y el odio á toda idea cristiana. El mismo Llorente lo viene á indicar, aunque de un modo embozado. La In- quision lo sabia así, cuando fue elevado á oficial del ministerio de Estado en 1792. Habiendo entónces francmasonería en España, no es de extrañar se improvisaran carreras como se improvisan ahora. La masonería siempre ha sido Sociedad de socorros mútuos, para hacer ascender á los adeptos saltando por encima de los profanos.

A la edad de treinta años ya era ministro el Sr. Urquijo. Es costumbre ahora asustarse los que no han estudiado la historia, á vista de las rápidas carreras de algunos jóvenes, y echar la culpa de ello al sistema parlamentario, á la rovolucion y al liberalismo. Pero la historia del absolutismo sin religion presenta y presentará siempre los mismos y aun peores fenómenos que el gobierno representativo; y por lo que hace á la córte Carlos IV, era relajadísima en costumbres, impía, volteriana y escéptica; regalista en religion, para supeditar al Catolicismo, realista en política hasta el absolutismo rabioso, y, por fin, hipócrita en todo, á fin de engañar al Rey, cosa no difícil. Así que no es de extrañar que á la muerte del Papa Pio VI se diese el cismático decreto de 5 de Setiembre de 1799, mandando á los Obispos que usasen de la plenitud de sus derechos; decreto abortado por el volterianismo, el jansenismo y la francmasonería, que seguían dominando en la córte y hasta en la Inquisición. Pero aun fué peor que aquel decreto la adhesion que le prestó una gran parte del Episcopado español, horriblemente contaminado por el jansenismo (1). Llorente recopiló todos estos documentos, abiertamente jansenistas, en su llamada Coleccion diplomática.

¡Qué tal estaria entónces la Iglesia de España, cuando la tercera parte del Episcopado español faltó á sus deberes, o bien elogiando y apoyando una real órden, que luego condenó como cismática el Papa Pio VII, ó bien callando con criminal silencio! Pero ¿que habia de suceder, si el arzobispo de Burgos, inquisidor general de España, fué el primero que apoyó aquellas cismáticas y anticatólicas medidas, llevando su adulacion y desfachatez hasta el punto de llamarlas sábias y prudentes reglas? Nécios anduvieron Urquijo y el astuto marqués de Caballero, que lo manejaba á su antojo, en proponer entónces la extincion del Santo Oficio. ¿No era mucho mejor tener al frente de él un jansenista manifiesto (2)?

La inesperada elevacion de Pio VII al Pontificado desconcertó toda aquella artimaña de los pretendidos filósofos y jansenistas, con sus puntas de francmasones. El Papa se quejó á Carlos IV por conducto del Nuncio, al cual lograran desterrar aquéllos. El Rey consultó á Godoy, y éste le descubrió la bellaquería con que le habian engañado. El mismo Godoy lo refiere en sus Memorias, y hace una pintura algo picante de las arterías y malas mañas del salamanquino marqués de Caballero y de la petulancia del jovencito Urquijo, hechura del conde de Aranda (3). Carlos IV, conociendo que habían jugado con él, echó á pique aquel minis-

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(I) Véase sobre esto el art 5.° de la primera parte de los apéndices á mi Historia eclesiastica de España, tomo IV, pag 91 y siguientes. Se me ha echado en cara haber hecho estas tristes revelaciones, sin tener en cuenta que Llorente coleccionó las Pastorales de los Prelados.

(2) Las descripciones que hace el principe de la Paz sus Memorias del ladino Caballero y del petulante Urquijo, son muy causaticas.

(3) Como estos buenos señores pasan por modelos de probidad, ilustracion y liberalismo, no quiero defraudarar a los lectores de estos apuntes de la noticia curiosa acerca de la superchería que hicieron, mutilando todas nuestras antiguas leyes politicas.

El marqués de Caballero ha sido siempre idolatrado por los liberales y la francinasoneria. Por tanto, esas falsificaciones no pueden cargarse en cuenta á los realistas. terio, y sus individuos fueron á purgar su pecado en castillos y conventos. Más afortunado el Inquisidor general, logró seguir en su puesto, y gozar de la confianza del príncipe de la Paz, hasta el punto de tomar parte en aquellos festines celebrados en Chamartin, acerca de los cuales he oido referir á los que alcanzaron esos tiempos cosas que no son para creidas fácilmente, ni ménos para referidas. Lo cierto es que el bígamo Godoy, vendido á la política de Napoleon en cuerpo y alma, y dócil instrumento suyo, no era mejor que los Urquijos y Caballeros.

Persiguióse como redactor de la cismática órden de 1799 al capellan de honor D. José Espiga, atribuyéndole los datos canónicos allí consignados, pues nadie creyó á Urquijo sabedor de ellos. Pero ¿qué daño le habia de hacer el Inquisidor general á un clérigo que, en todo caso, no habia dicho sino lo que él llamaba buenas doctrinas?

Todas las causas que se siguieron por la Inquisicion desde 1797 á 1808, fueron una pura burla: los verdaderos católicos estaban comprometidos. Godoy tuvo buen cuidado de no separar al Inquisidor general, su amigote. Este conservó tambien en la Suprema á D. Lorenzo Villanueva, capellan de honor, y á D. Juan Antonio Llorente, secretario de ella, que luego trató de borrar sus servicios inquisitoriales apareciendo como enemigo acérrimo de aquel mismo tribunal que le halía dado de comer por muchos años. Oráculos eran en la Suprema los canónigos de la Real Capilla de San Isidro de Madrid, convertida en madriguera del jansenismo. El canónigo D. Baltasar Calvo cometió la imprudencia de acusar á sus compañeros de jansenistas, y señalar corno centro de aquel club jansenístico la casa de la condesa de Montijo, célebre tambien por su ódio á los institutos religiosos y por los epigramas burlescos contra los frailes de que se la supone autora, y que andan en boca de todos los que se educaron en los cinco primeros lustros de este siglo (1).

Pero el canónigo Calvo salió perdiendo, como no podia ménos. Los canónigos Rodrigalvarez y Posadas, apoyados por el inolvidable Marina y sus correligionarios en la Inquisicion, hicieron que aquél fuese casi condenado (2). Culpábase de todo esto á los Jesuitas que habían regresado en

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(1) Estos obscenos é impios epigramas eran recitados de sobremesa en los convites y francachelas, á que convidaba Godoy tambien á la autora, aunque se dice eran mas bien de otro poeta afrancesado. Én aquellos epigramas hace siempre el gasto un capuchino, algun confesor de monjas, o por lo menos alguna beata. Lo malo que se publica ahora apenas alcanza al cinismo de agnello. Ya veremos luego que en 1820 el conde de Montijo era el jefe de la francmasonería española.

(2) Fue ahorcado en la cárcel de Valencia como autor del asesinato de los franceses de aquella ciudad; suceso horrible por el asesinato, y aún más horrible por el modo de castigar á los asesinos. muy escaso número de Italia, como si aquellos excesos no saltáran á la vista. Con todo, esos mismos sujetos, al perseguir en Valencia al virtuoso arzobispo Fabian y Fuero, por querer poner coto á los escándalos del duque de la Roca, también bígamo, aparentaban apoyar á los Jesuitas, acusaban al Prelado de Tomista, y no pararon hasta expulsarle de Valencia de un modo inícuo, irritante y brutalmente tiránico. Urquijo (1), Caballero, Llorente, Arce el inquisidor, Godoy y todos los hombres de aquel tiempo, vivieron como afrancesados, y han muerto como traidores á la pátria. El Sr. Arce pudo ponerse al frente de la Junta en Santander y trabajar por reparar sus yerros, pero no quiso hacerlo, y dejó una reputacion funesta. Emigrado á rancia, alllí vivió y allí murió á mediados de este siglo.

Si eso era la Inquisición Suprema, ¿qué sería lo restante? Yo no puedo decir todo lo que se sobre el particular. Callo también no poco acerca del mal estado de los Seminarios y del claustro de Salamanca. Baste decir que en el Seminario de aquella ciudad explicaba religion natural, y casi materialismo, su rector, el ex-escolapio Estala (2), reputado porfrancmason hasta el punto de hallarle citado entre los que irónicamente propaló Gallardo. Los Seminarios de Osma, Córdoba y Murcia no estaban mejor que el de Salamanca. Tiempo es ya de que se diga la verdad, aunque cueste disgustos.

Para formar idea de los que, y de lo que, á fines del siglo pasado se decia que eran francmasones, conviene reproducir aquí el artículo que les dedicó D. Bartolomé Gallardo, en su Diccionario crítico-burlesco, en respuesta al Diccionario razonado manual.

«Francmasones.-Aquel célebre Piscator salmantino, almanaquista de por vida, filósofo y coplero todo en una pieza, matemático además, y como tal tenido por brujo y delatado á la Inquisicion. (aunque era buen cristiano), el doctor D. Diego Torres, en fin, cuenta en la historia de su vida que trajo no sé que tantos años consigo una onza de oro para dársela á la primera bruja que encontrase; y al cabo se fué al otro mundo sin desprenderse de la dichosa medalla. No quiero yo decir que tengo otra tal para el primer francmason que encuentre (3); pues en el dia por una onza, diablos encarnados, cuanto mas francmasones dirian mil que eran,

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(1) Urquijo murió en Paris en p de Mayo de 1817. En el epitafio le pusieron verdadero filósofo, cristiano, y Séale la tierra ligera. Llorente lo defiende como puede.

(2) Autor del Viajero universal; compilación pesada de viajes, que no hizo, y traductor de algunos dramas griegos.

(3) Pronto hubiera tenido el bueno de D. Bartolo que largar la pelucona entre los muchos compinches que él tenia bien conocidos por HH. aunque lo fuesen tanto como yo soy la Papisa Juana. Ni menos digo yo que la existencia de los francmasones está en igual predicamento que la de las brujas (1). Digo, empero, que los francmasones, que diz que hay entre nosotros, deben de ser como los diablos de teatro, que travesean en las tablas entre los interlocutores, sin ser de ellos vistos ni oidos. A muchas personas oigo hablar de francmasones; pero yo, aunque más diligencias he hecho por ver qué casta de pájaros son, jamás he columbrado ninguno. Dicen que son como los cárabos, aves nocturnas; serán todo lo que se quiera, menos cosa buena, que si buenos fueran, no se esconderían ellos tanto de los hombres de bien.

»Por último, dicen que para conocerlos es menester ser de ellos: el autor del Diccionario razonado manual parece que lo es, segun los pinta con pelos y señales. Los francmasones dice que son los «hermanos de una cofradía de hombres de todas naciones y lenguas, donde, aunque se admite »indiferentemente toda, casta de pájaros, se ha notado que sólo se adscriben los Reyes como Napoleón, los grandes como Campo-Alange, los ministros como O'Farril, los filósofos como Urquijo, los canónigos como Llorente, y los abates (no, sino ex-frailes) como Estala.»—¡Hola, hola! ¿Tambien danzais vos en casa de la Bella Union, buen escolapio? Estrañábalo yo que el P. Pedro... En fin, no hoy función sin fraile.»

Las palabras del uno y otro diccionarista nos ponen al corriente de los que en España eran reputados como francmasones de pública voz y fama, hácia 1808. ¿Será cierto que Urquijo, Llorente y Estala eran francmasones, comose dice en ese artículo?

—Yo no me atreveré á consignarlo como una cosa indudable; pero creo que no se acusará, á quien lo diga, de haber formado juicios temerarios. El párrafo anterior acredita que en ésa opnión se les tenía á principios de este siglo, y que se les denunciaba públicamente como tales. Que lo era Napoleón es indudable.

Llorente, secretario del Santo Oficio, al lado del Inquisidor general, negó que en el edificio mismo de la Suprema se hubiese establecido una lógia, como veremos luégo; pero entónces en España era costumbre negar constantemente la existencia de la francmasonería, y acusar de crédulos y necios á los que hablaban de ella. Ya hemos visto que el candoroso y buen católico D. Bartolomé hablaba de los francmasones como de cosa de brujas; ¿y quién que haya conocido al bueno de D. Bartolomé creera que él creía lo que decia?

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(1) ¡Pues ya! De todos modos, como por los frutos se conoce el árbol, y por los hechos á los hombres, concluiré este capítulo insertando el documento reservado, antes aludido, y que conviene divulgar mucho para arrancar caretas y conocer á ciertos hombres y á ciertas épocas.Suele pintarse á Urquijo, Caballero y otros afrancesados coetáneos suyos como eminentes liberales, y santos padres de la escuela liberal. Pues bien: esos ministros de Carlos IV mandaron adulterar las leyes políticas de España, relativamente á las verdaderas libertades y franquicias del país, estableciendo un absolutismo ilegal, y esto despues de la revolucion francesa, y entrado ya el siglo XIX; quedando, por tanto, los autores de esta superchería relegados á las filas de los falsarios, y por bajo de los Higueras y Lupianes de Zapata.Descubrió esta iniquidad un oficial del ministerio de Estado, y por aquella secretaría fueron remitidas á las Córtes en 1811 las reales órdenes expedidas por el ministro Caballero y sus adláteres, para mutilar y falsificar las leyes antiguas, tal cual se habian de publicar en la Novísima Recopilacion, y tambien los cánones de los Concilios toledanos en la edicion oficial que se pensaba hacer por entónces.Hé aquí los documentos presentados á las Córtes, para oprobio de los ministros de Cárlos IV:

Á LAS CÓRTES.

Deseando que la historia de las presentes Córtes generales y extraordinarias pueda dar á la edad presente y venidera una idea exacta del estado miserable á que el despotismo y arbitrariedad ministerial habían conducido á la nación, con el siniestro fin de sepultar en el olvido los restos de sus derechos imprescriptibles, remito á VV. SS. los adjuntos documentos originales para que los hagan presentes á su Majestad, etc. Isla de Leon 15 de Enero de 1811.--Nicolás María Sierra.

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Como tratándose de reimprimir la Novísima Recopilacion no ha podido ménos de notarse que en ella hay algunos restos del dominio feudal y de los tiempos en que la debilidad do la Monarquía constituyó á los reyes en la precision de condescender con sus vasallos en puntos que deprimian su soberana autoridad, ha querido S. M. que reservadamente se separen de esta obra la ley 2.ª, tít. 5.°, libro 3.° de D. Juan II en Valladolid, año de 1442, pet. 2.ª De las donaciones y mercedes que ha de hacer el Rey con su Consejo, y de las que puede hacer sin él: la 1,ª, tít. 8.°, libro 3.°D. Juan II en Madrid, año 1419, pet. 16: Sobre que en los hechos arduos se junten las Córtes y proceda con el Consejo de los tres Estados de estos reinos: y la 1ª.tit 15, libro 6.°, D. Alonso en Madrid, año 1329, pot. 67, D. Enrique III, en Madrid, año 1393, D. Juan II, en Valladolid, por pragmática de 13 de Junio de 1420, y D. Carlos I en las Córtes de Madrid de 1523, pet. 42: Sobre que no se repartan pechos ni tributos nuevos sin llamar á Córtes á los procuradores de los pueblos y preceder su otorgamiento. Las cuales quedan adjuntas á este expediente, rubricadas de mi mano y que lo mismo se haga con cuantas se advierta ser de igual clase en el curso de la impresion, quedando este expediente archivado, cerrado y sellado, sin que pueda abrirse sin órden expresa de S. M.—Aranjuez 2 de Junio de 1805.—Caballero.


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¡Estos eran los amantes á la libertad! ¡Estos los fundadores del liberalismo en España!

¿Creerian estos hombres poder borrar la historia?

Dos años despues se quiso hacer lo mismo con los Concilios de Toledo, sin saber el estupendo canonista salmantino, que ya en el siglo XVII los había impreso el Sr. Loaisa, y que era fácil verlos en la coleccion del cardenal Aguirre. Omito esta otra órden, pues para mi propósito basta con la anterior.


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