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JOSÉ MANUEL HIDALGO.

lágrimas de amargura, pidiendo al cielo llamase al corazón de su hija para el arrepentimiento, la confusión y la penitencia que pudieran rescatar sus culpas, poniendo la pobre madre á Dios, como dice madame Swetchine, << entre el dolor y sí misma >>, Así la sorprendió el alba, y al oír tocar las campanas del convento cercano, recordó la hora en que en el suyo abría los ojos y el corazón para entonar los cánticos de alabanza al Señor, al saludar el nuevo día. Los crujidos del corazón de una madre deben resonar en el cielo y hacer llorar á los ángeles. Al ir á buscar algún reposo, se dijo tristemente como el Redentor: << Mi alma está triste hasta la muerte >> y al abrir los ojos, parecia buscar con amarga sonrisa á la hija que quería salvar.

IX

Al día siguiente se presentó Yolande con su sonrisa de costumbre, y se quedó sorprendida é impresionada al ver á su madre durmiendo á esa hora en un canapé, pálida como jamás la habia visto, palidez que realzaba el vestido negro que llevaba siempre. La