mano por entre la pretino, de los calzones, y levantando una finísima cota de malla que le cubría el cuerpo hasta el vientre, llevó la mano hasta el costado izquierdo, y se entretuvo en rascarse esa parte del pecho, por cuatro ó cinco minutos, & lo menos; sintiendo con ello un verdadero placer esa organización en que predominaban admirablemento todos los instintos animales.
— No tardó en aparecer la joven bija dé Rosas, á prevenir á su padre que la comida, estaba en la mesa.
En efecto, estaba servida en la pieza inmediata, y se componía de un grande asado de vaca, un pato asado, una fuente de natas, y un plato de dulce.
En cuanto á vinos, había dos botellas de Burdeos delante de uno de los cubiertos. Y una mulata vieja, que no era otra que la entigua y única cocinera de Roses, estaba de pie para servir la mesa.
Rosas llamó con un fuerte grito & Viguá, que había quedado durmiéndose contra la pared del gabinete de Su Excelencia, y fué á sentarse con su hija, á la mesa de su comida nocturna.
—Quieres asado ?—dijo & Manuela, cortando una enorme tajada, que colocó en su plato.
—No, tatita.
—Entonces, come pato.
Y mientras la joven cortó un alón del avo y lo descarnaba, más bien por entretenimiento que otra cosa, su padre comía tajada sobre tajada de carne, rociando los bocados con repetidos tragos.
—Siéntese Su Paternidad—dijo á Viguá, que con los ojos devoraba las viandas, y que no esperó segunda vez la invitación que se le hacía.—Sirvelo, Manuela.
Y ésta puso en un plato una costilla de asado,