Página:Amalia - Tomo I (1909).pdf/93

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 89 —

que pasó al mulato, quien, al tomarla, miró á Manuela con una expresión de enojo salvajo, que no pasó inadvertida para Rosas, — —¿Qué tiene, padre Vigué? ¿Por qué mira á mi Eija con esa cara tan fea?

—Me da un hueso—contestó ol mulato, metiéndose en la boca un enorme pedazo de pan.

—¡Cómo es eso! ¿tú no cuidas al que te ha de echar la bendición cuando te cases con el ilustrísimo señor Gómez de Castro, hidalgo portugués, que le dió ayer dos reales á Su Paternidad? Has hecho muy mal, Manuela; levántate, y bésale la mano para desenojarlo.

—Bueno, mañana le besaré la mano á Su Paternidad—dijo Manuela, sonriendo.

—No, ahora misino.

Tatita !

—¡Qué ocurrencia, tatita —replicó la joven entre seria y risueña, como dudando de la verdadera intención de su padre.

—Manuela, dale un beso en la mano á Su Paternidad.

—Yo, no.

—14, sí.

—Padre Viguá, levántese Su Reverencia, y déle un beso en la boca.

El mulato se levantó, arrancando con los dientes un pedazo de carne de la costilla que tenía en sus manos, y Manuela clavó en él sus ojos chiepeantes de altanería, de despecho, de rabia; ojos que habrían fascinado aquella máquina de estupidoz y abyección, sin la presencia alentadora de Rosas. El mulato se acercó á la joven, y ella, pasando de la primera inspiración del orgullo al abatimiento de la impotencia, escondió su rostro entre sus ma-