Y Lindoro tomó a toda prisa su sombrero, preparándose á salir.
— Ah! Se me olvidaba! exclamó Armando.
— Qué?
— Tienes dinero?
— Sí. Necesitas algo?
— Solo algunos pesos que me prestarás y te devolveré en tiempo oportuno.
— Toma.
Y el jóven sacó algunos billetes de su cartera, entregándolos á Armando, que los colocó cuidadosamente en la suya.
— Y por qué hiciste lo del viaje al Rosario? preguntó Lindoro, que tenia aún sus dudas.
— Voy á decirte la verdad. Queria que me dejases libre para poder entregarme por completo á los planes que tenia para favorecer tus amores.
— Permíteme que no lo crea.
— Te debo tantos favores, Lindoro, que si no hiciera por tí todo cuanto está en mi mano, dijo Armando con acento conmovido, seria reo de ingratitud para contigo. Trato de pagarte á mi manera y te pido no lo dudes.
Y luego añadió para sí: