— Que las dirijes á Juan Murray ó Augusto Lúcas ó cualquier nombre que se te antoje, en aquella ciudad, y que ese individuo está encargado de entregármelas. ¿Has comprendido bien?
— Sí, señor.
— Te olvidarás?
— Oh! no!
— Toma para que no pierdas la memoria; el dinero es tan eficaz como los palitos de las pasas.
— Gracias, señor, no me olvidaré, pierda Vd. cuidado.
— Mañana á primera hora me buscarás un peon de confianza para que lleve los pocos objetos que tengo aquí.
— Sí, señor.
— Ahora puedes irte.
El criado salió.
A las doce del siguiente dia, Armando se alojaba en un pequeño hotel, situado cerca de la habitacion de Manuela.
— Va á permanecer el señor mucho tiempo en casa? preguntó el intendente ó mayordomo.
— Unos quince dias, poco mas ó menos, que le
abonaré ahora mismo.