Dupont quedó instalado. Esa noche fué á ver á Ernesto, como se lo habia prometido.
— Escondiéndome así, pensaba en el camino, Lindoro no podrá incomodarme con sus tonterias y no me pedirá que lo lleve á casa de Manuela. Las cartas, si es que me escribe, me pondrán al corriente de todo lo que haga..... Ganaré la partida!
Ernesto lo esperaba.
— Vas á ir ahora? le preguntó al verlo.
— Sí.
— Te acompañaré?
— No.
— Por qué razon?
— Porque necesito tener libertad ámplia y completa. Ya comprendes que ella delante de tí trataria de ocultar sus sentimientos, si son favorables.
— Es verdad.
— Al salir de casa de Arello entraré á verte.
— Te espero entonces.
Gonzalez quedó en la mayor ansiedad.
¿Qué resultaria de aquella prueba?
El lo ignoraba. Mil dudas hacian presa de su mente.
— Me amará? No me amará? ¡Dios mio!