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Aventuras

Ya estoy harto de ustedes y de sus gansos —gritaba.—Ojalá se fueran unos y otros al infierno juntos. Si vienen ustedes otra vez á fastidiarme con sus tontas preguntas, voy á echarles el perro. Traiga usted aquí á la señora Oakshot, y á ella le contestaré; pero usted qué tiene que hacer en este asunto? ¿Le he comprado á usted los gansos?

M


—No; pero uno de ellos era mio—aventuró el diminuto personaje.

—Entonces, á reclamarlo á la señora Oakshott.

—Ella me ha dicho que la pregunte á usted.

—Si? Pues puede nsted i & preguntarle al rey de Prusia, para lo que á mí me importa. Le digo á usted que ya estoy harto de la misma cuestión. Fuera de aquí!

El vendedor de aves saltó enfurecido hacia adelante, y el preguntón se desvaneció en la obscuridad.

—Jal Esto puede ahorrarnos una visita al Camino de Roxton—dijo por lo bajo Holmes.—Venga usted conmigo. Vamos á ver lo que se puede hacer con este sujeto.

Abriéndose paso por entre les dispersos grupos de gente que miraba las vidrieras llenas de luz, mi compañero alcanzó rápidamente al hombrecito y le tocó en el hombro. El individuo se volvió de un salto, y á la luz del gas vi que todo rastro de color había huido de su cara.

—Quién es usted? ¿Qué quiere usted?