Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/202

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 200 —

te, iba a ser nuestra recogida un trabajo bruto y grande.

No hubo, antes de echarnos a dormir, ni muchas bromas, ni una alegría muy visible, ni guitarra. A la gente de esos pagos no parecía importarle nada de nada. Uno por uno enderezábamos al asador, cortábamos una presa, nos retirábamos a saborearla, en cuclillas. Los más salvajes y huraños desaparecían en lo oscuro, como si tuvieran vergüenza que los vieran comer, o temieran que los pelearan por la presa. Como muchos, por tratarse de hacienda chúcara, habían traído sus perros, estábamos rodeados de una jauría hambrienta y pedigüeña.

Ya los fierros estaban desnudos.

Antes de acostarme dije a mi padrino:

—Lo que eh'esta noche, ansina llueva, naides me hace dentrar al rancho. Más que el abrigo'e'las paredes con un loco adentro me gusta el amparo de Dios.

—¡Bien dicho, muchacho! comentó mi padrino, y no supe si pensaba así, o si quería simplemente que lo dejara en paz.

Antes de aclarar salimos. Me habían dado por compañeros dos mocetones de unos veinte años.

Uno alto, aindiado, lampiño. El otro rubio y fla-