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> conchaban en un campo alambrao, se va a andar pelando la cabeza contra los postes.

Nos reímos.

Como si hubiera sentido la oportunidad que le brindaba nuestra distracción de un momento, el animalaje remolineó en un aumento de instinto chúcaro y formó punta por donde menos resistencia se le ofrecía. Primero se llevaron por delante, atravesándose en chorros dirigidos a distintas partes, pero, muy pronto de acuerdo, se empeñaron para un solo lado con una decisión y una ligereza incontenibles.

Fué un entrevero brutal. Los toros, enceguecidos, cargaban por derecho, a pura aspa. Los terneros gambeteaban con la cola alzada. Los demás, medio perdidos, arremetían a la buena de Dios. El paisanaje se desgañitaba gritando. Los ponchos se levantaban en lo alto flameando. Sonaban los rebenques contra las caronas. Las atropelladas y los golpes llegaron a su máximo. No faltó quien se hiciera rueda por el suelo, en una confusión novillo, caballo y hombre.

Un toro barroso se empeñaba con más tesón que ninguno, en porfiar para el lado de los médanos. Le asenté fuertes porrazos pero no cedía.

El bayo excitado hacía fuerza en la boca hasta