Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/229

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 227 —

— 227 los juncos, porque no hay que entrar así ofuscado en la lucha.

1 —Fíjese si me ha corniao — pregunté al rubio.

Patrocinio se puso detrás de mi lobuno.

—Una nadita. A gatas le ha alborotao el pelo.

Debe haberlo tocao con el costao del aspa. ¿Qué va a hacer? Me preguntó viéndome armar el lazo.

—Quebrarlo. contesté.

Aunque fuera temeridad mi intento y él tuviera cierta responsabilidad con el dueño de la hacienda, no me dijo nada. Un hombre en la pampa sabe mirar a otro hombre y comprende lo irreparable de ciertas decisiones.

Por mi parte, la rabia se había asentado en mí, tomando cuerpo de una resolución decidida a ir hasta el fin. Me había propuesto quebrarlo al toro y lo quebraría.

Patrocinio armaba también su lazo. ¡Lindo! En :

la voluntad de matar que ya estaba en nosotros, nacía el sentimiento de una amistad fuerte. Dos hombres suelen salir de un peligro tuteándose, como una pareja después del abrazo.

Unas cuantas veces invité con el ademán y el grito al toro, para que me atropellara y, como era voluntario, conseguí sacarlo a un abra. Le ladić