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Al poco rato, lo sacaron al paisano, colocándolo sobre un cuero de vacuno soliviado por dos hombres. Me levanté en el cuarto solo y fuí hasta la puerta, para presenciar su partida. En un carrito de pértigo, (el de las carneadas) lo acomodaron, con la espalda afirmada contra uno de los bastidores.

—Que se mejore! . le grité.

—Igualmente contestó.

¡Aura vamos lindo no más! — y echó las necesarias nubecitas de humo, para convencernos de que siempre era el mismo.

— Se fué el carrito y la gente que lo despedía entró a la cocina, a matear seguramente. Yo también quería ir; dolor no sentía ninguno y como no me habían desnudado, me eché el pañuelo al pescuezo, mordí una punta para poder hacer el nudo, me reí de mi inhabilidad de manco y me apronté para enderezar a la cocina, que estaba en otro rancho más chiquito, hariendo escuadra con la casa. Antes de llegar a la puerta para salir, me topé con la mocita risueña.

—¿Ande va tan güeno? me preguntó.

..¿güeno?... güeno soy no más. Manquera tengo pa un rato cuarti más y ya la estoy sintiendok