Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/252

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 250 —

La mujer bonita es coqueta y buscadora, eso lo sabe todo paisano, pero a veces por poner trampas se sabe quedar enredada.

Y para no mentir, yo presumía de que Paula no me miraba con disgusto.

El pobre guachito iba bebiendo el veneno como agua bendita. Aprendía poco a poco a mirar en lo que siempre desconoció y su corazón se mareaba en esas cosas que sólo había oído mentar: cariño de mujer, gusto de no hacer nada sino remover pensamientos de amor, tranquilidad larga de convalecencia.

¿Qué puede hacer un hombre, en tal situación, y para qué sirve un gaucho que se deja ablandar por esas querencias? Tras de todo veía mi libertad, mi fuerza. Sin embargo, me disculpaba con argumentos de circunstancia. Me era imposible partir antes de componerme y, en mi estado, todo trabajo remataría en nuevas dolencias. Todavía me anulaban dolorosos insomnios. Soñaba que metían en un pozo, poste de quebracho, y que apisonaban la tierra, haciéndome crujir los costillares y cortándome el aliento.

La viejita curandera volvió al tercer día de mi quebradura, según su promesa, y me trajo el alivio de aflojarme las vendas, dando con esto mayor