Página:Don Segundo Sombra (1927).pdf/340

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 338 —

de hombre insultado de un modo rebajante, sin razón. ¡Qué diablos! Tenía ganas de disparar o de embestir contra cualquier cosa, para inferir sangre de carne por la sangre de alma que sentía chorrear dentro mío.

Alcancé a Don Segundo y a Pedro. Mi padrino me dijo que, siendo ya imposible para mí seguir con la tropa, había arreglado con el capataz, proponiéndole reemplazarme por otro peón.

—¿Y, usté?

interrumpí con brusquedad.

—Yo te acompaño quila.

338— fué su contestación tranSintiendo aquel cariño a mi lado, la rabia se me transformó en congoja. Realicé que era un chico, un guacho desamparado, y que de golpe perdía algo a lo cual había vivido aferrado. Me encaré con mi padrino:

—Don Segundo, hágame el favor de decirme que ese papelito miente. Yo no soy hijo de nadie y de nadie tengo que recibir consejos, ni plata, ni un nombre tan siquiera...

La imagen de Don Fabio ocupó un momento toda mi atención interrogante:

—¿Y, cómo era ese finao mi padre mentao, que andaba de güen mozo por los puestos, sin mucha vergüenza...?