admitir un compromiso formal, ya por no tener concluida su carrera, ya por otra circunstancia que calló, y de de que á su tiempo enterarémos al lector, le suplicaba que le concediese quince dias para reflexionarlo y tomar su determinacion; resuelto sin embargo en su interior á romper sus relaciones, sino podian seguir como hasta allí. Anita, que de ningun modo esperaba esta contestacion, creyó ver realizados los funestos presentimientos que habia tenido la noche antes del dia que se comprometió con él, pero confiada en el cariño que hasta entonces le habia manifestado, accedió á su súplica, despues de haberle recordado sus promesas de fidelidad y constancia.
Deseando el padre de D. Luis, que conocia á fondo su corazon, que no sacrificase demasiado pronto su libertad, habia hecho, al separarse de su hijo, que le prometiese no pensar en contraer matrimonio hasta tener concluida su carrera, en cuya época esperaba que la edad y la esperiencia despejasen su razon en términos de poder pensar en un asuntó de tanta importancia con la madurez y detenimiento que él exige.
Esta idea fué la primera que ocurrió á D. Luis al saber la determinacion de D. Diego, y la que ocupó su imaginacion durante los diez días que siguieron á la entrevista que tuvo con su amante. Temia por una parte dar un disgusto á su padre, y por otra ser ingrato á su amada Anita, de la que era tan bien correspondido. Iba ya á vencer en esta lucha el amor filial, cuando le ocurrió una idea á su parecer conciliadora, y sin esperar que pasasen los cinco
