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continuó: perdone V. que no le haya dado parte de mi eleccion, temerosa de que no la aprobase; pero ahora que lo sabe V. todo, quiero que oiga de mi boca que amo á D. Luis, y que mi felicidad consiste en que pueda llamarme un dia su esposa.

―Bien, hija mia, estás perdonada con la condicion de que le manifiestes mis deseos, y hagas que no pierda tiempo en cumplirlos, dijo D. Diego, cuyo semblante parecia haber rejuvenecido al ver el contento de su hija.

―¡Ah! sí, dijo ella enjugándose dos hermosas lágrimas que el placer habia hecho saltar de sus negros ojos, no dude V. que lo hará. ¡Me quiere tanto! y como si le faltase el tiempo, añadió: ahora permítame V. que vaya á ver á mi mamá.

Dirigióse en efecto al cuarto de esta, y abrazándola cariñosamente la dijo: ―Mamá, déme V. dos besos por el triunfo que acabo de obtener.

Contóle en seguida la entrevista que había tenido con su padre, de que ya ella estaba poco mas ó menos enterada, y despues escribió un billete á su amante dándole cita para casa de su tia, desde cuyo balcon, como hemos visto, habian hablado algunas veces.

Apresurose D. Luis á asistir á la cita, y ¡cuál fué su sorpresa al enterarle Anita de aquel lance, tanto mas inesperado, cuanto que él creia que las precauciones que habia tomado serian suficientes para hacer que sus relaciones fuesen un secreto! Así lo manifestó á Anita, diciéndola que aunque no se hallaba todavía en estado de