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un párrafo y frunce estraordinariamente el ceño: permanece así un rato y luego esclama:

―Al fin quiso el cielo concederme lo que tanto deseaba.

―¿Qué es eso Señor D. Diego? dijo el médico al oir la esclamacion.

―Oh amigo, es largo de contar. V. está ahora ocupado y yo tengo mucha prisa: permitame V. que me lleve esta hoja del periódico y pronto le contaré una historia que le dará á conocer mi carácter.

―Sea como V. guste.

Despidiéronse dicho esto, salió D. Diego apresurado y al llegar á su casa, aun con la hoja del periódico en la mano, hizo llamar á su muger é hija y les habló de esta manera:

―Al fin ha querido el cielo descubrirme el paradero de aquel falsario, para que no quede impune la infamia que nos hizo.

―Ay, papá, sosiéguese V. que se va á poner malo: está V. muy alterado, dijo Anita.

―Lejos de eso, hija mia, este es el principio de una satisfaccion que me espera, porque puedo ya pensar en escarmentar al hombre que desagradeciendo nuestros favores quiso burlarse de nosotros.

―¿Pero qué es ello? preguntó D.ª Leonor.

―Oye y verás: esta hoja es de un periódico de Medicina que se publica en Madrid y que he visto casualmente en casa de nuestro médico. Mira aquí lo que dice:

«Ayer tomó el grado de Licenciado en Medicina y Cirujia D. Luis Herrera. Leyó una interesante memoria sobre la