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No tardó aquel en llegar y en cumplir la órden de su tio. Encerróse este con él, y le habló en estos términos:

―Hasta ahora nada te habíamos querido decir de un asunto en el que está interesado nuestro amor propio, porque ignorando la residencia del que quiso jugar con él, hubieran sido inútiles nuestros proyectos de venganza. Hoy sin embargo ha hecho la casualidad que podamos pensar en ella, y nadie mas á proposito que tú que vas á ser pronto el esposo de mi hija, para tomarla del hombre que creyó despreciarla impunemente, y olvidó los beneficios que creyéndole pundonoroso y de buena fé le dispensamos todos en esta casa.

Contóle en seguida todo lo sucedido hasta entonces con D. Luis desde el principio de sus amores con su hija, produciendo esta relacion en el oficial el efecto que D. Diego esperaba.

Levantóse encolerizado de su asiento y estendiendo su mano derecha al tio, le dijo:

―Le juro á V. no casarme con Anila ni volver de Madrid hasta no traerle pruebas de que D. Luis ha satisfecho del modo mas cumplido el ultraje que ha hecho á ustedes.

―No esperaba yo menos de tí, respondió D. Diego apretando con cordialidad la mano de su sobrino: y en prueba de la intima conviccion en que estoy de que cumplirás tu palabra, deseo que celebres tu matrimonio antes de emprender el viaje si es de tu gusto.

―V. que sabe cuanto amo á mi prima, respondió Teodoro, debe estar persuadido de que ese seria mi mayor