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esa satisfaccion; dijo levantándose el oficial resentido de aquella respuesta.

―Estoy pronto, con tal de que sea á la mayor brevedad, replicó D. Luis dejando tambien su asiento.

―Esos son tambien mis deseos, por lo que solo espero que elija V. armas, padrino, sitio y hora.

―Sirvase V. dejarme las señas de su habitacion, y esta tarde quedará enterado de todo.

Hízolo así el oficial, y despidiéndose de su antagonista, que le acompañó cortesmente hasta la puerta, se dirigió á buscar un amigo que le sirviera de padrino.

D. Luis salió á poco con el mismo objeto.

Habrá estrañado el lector que este esperase la visita de su rival, y estuviese tan enterado de sus relaciones y compromisos con su prima. Esto depende de que la carta que con tanta complacencia acababa de leer cuando aquel llegó, la escribió Anita el mismo dia que salió su primo de Barcelona. Decíale en ella que le amaba aun, á pesar del desprecio que le habia hecho, y mereceria su perdon si le daba pruebas de que se arrepentia de su conducta, volviendo á concederle su cariño de que tanto necesitaba. Enterábale del compromiso que contrajera con su primo, al que solo habia accedido desesperanzada de volver á saber de él, por dar gusto á su padre; compromiso que estaba pronta á romper si él se casaba con ella: y últimamente le noticiaba el viaje de Teodoro á la corte, que, decia ella, iba á activar las diligencias para la boda.

Deseando el oficial por su parte hacerse agradable á los