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ojos de su prima, y creyendo empresa nada dificil la que iba á acometer, fué su primer cuidado así que llegó á Madrid informarse en la Universidad de la casa de su adversario é ir á verle.

Las cinco de la tarde serian del dia en que esto tuvo lugar, cuando uno de los amigos de D. Luis fué á ver al oficial, al que encontró con otro de los suyos, elegido para ser su padrino. Les dijo quien era, y que iba en nombre de su protejido á decirles que el duelo se verificaria con pistola á las siete de la mañana del dia siguiente, y que dejaba á eleccion de los padrinos el sitio y las condiciones, si D. Teodoro no tenia inconveniente. Este accedíó.

Precaviéronse ambos contendientes, escribiéndo el oficial á su tio y D. Luis á su padre, para el caso en que uno de los dos quedase en el campo, entregando cada uno una carta á su padrino para que le diese direccion en caso necesario.

Sentían los dos cierta repugnancia á batirse, cuando pasado el primer impetu reflexionaron sobre el compromiso que acababan de contraer; pero fué acallada por un sentimiento de honor mal entendido. Así es que cuando llegados al sitio á la hora determinada intentaron los padrinos por última vez disuadirles de su propósito, poniéndoles á la vista la seriedad de aquel acto y las terribles consecuencias que pudiera tener, solo pudieron conseguir que terminaria despues de haber tirado cada uno una sola vez.

Echaron suertes y tocó al oficial el primer tiro. Apuntó con pulso trémulo, esperándole su adversario con la frente