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―Ahora necesito con mas precision ver á D. Diego. Digale V. que hay aquí una persona que desea hablarle de un asunto de la mayor importancia, relativo á su hija.

No insistió mas el criado al ver la decision del desconocido y entró el recado á su amo.

Hacia cinco dias que una fiebre maligna habia atacado á la desgraciada Anita, con toda la intensidad de sus funestos síntomas.

Desde el primer momento sus desconsolados padres no quisieron abandonar la cabecera de su cama, habiéndose conseguido á duras penas que lo hicieran para descansar algunos ratos y volver á redoblar sus amorosos cuidados.

Estaba D. Diego contemplando á su idolatrada hija con los ojos fijos en ella y como deseando atraer hácia sí la enfermedad con su mirada, cuando le dió el criado el recado que acababa de recibir. Apenas oyó que se trataba de un asunto de importancia relativo á su hija, encomendó el cuidado de esta á su madre, y salió del cuarto ansioso de saber si podria esperar algo de aquella entrevista.

―Siento mucho, caballero, dijo D. Julian al verle, que la fatalidad haya hecho que tenga el gusto de conocer á V. en tan críticas circunstancias. Soy el padre de D. Luis Herrera (D. Diego no pudo contener un movimiento de sorpresa), y hace cuatro horas que he llegado con él de Madrid, habiéndole acompañado con el solo objeto de pedir á V. en su nombre la mano de su hija, despues de haber deshecho amistosamente el compromiso contraido con su primo D. Teodoro Gomez, como probará á V. esta carta.