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V.

Dos dias despues de los sucesos que acabamos de referir, salian de Madrid D. Luis y su padre con direccion á la antigua capital del Principado. Durante su viage fué Anita objeto esclusivo de la conversacion, como la mas intere sante para el joven, cuya alegría era mayor á medida que se acercaban á la hermosa ciudad, bien que pareciéndole harto perezosas las mulas que conducian la diligencia, aunque hacian á escape la mayor parte del camino.

Llegado que hubieron al término de su viage, y despues de haber descansado algunas horas, determinaron que D. Julian iria solo á preparar á D. Diego y allanar las dificultades que pudiera oponer á sus designios.

Hízolo así, y habiéndole abierto con sigilo un criado á quien preguntó si estaba en casa su amo, le respondió:

―Si Señor, pero en este momento no puede vérsele.

―Es que tengo que hablarle con precision.

―Tal vez ignora V. la desgracia que le ha sobrevenido.

―Como que hace pocas que estoy en Barcelona. ¿Y qué desgracia es esa?

―Que está la Señorita enferma de tanta gravedad que los médicos dan poca esperanza de poder salvarla.

Quedóse D. Julian como paralizado al oir esta respuesta, y recobrando poco á poco el ánimo, dijo al criado.