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―¡Anita mia! dijo él acercándose, obedeciendo á una seña del médico.

Tomó ella fuera de sí la cabeza de su amante entre sus manos, y despues de contemplarla un rato, dijo con voz apagada:

―¿Es él ó estoy soñando......?

―No, Anita, es tu Luis que viene á implorar tu perdon, que te ama mas que nunca, y solo espera que estés buena para llamarte su esposa....

La organizacion ya débil de la enferma no pudo resistir mas aquella fuerte impresion. Faltáronle las fuerzas, y su cabeza cayó sin movimiento sobre las almohadas.

D. Luis salió del cuarto á instancias del médico, el cual administró á la enferma los ausilios necesarios: una hora despues volvió esta en sí, se le aumentó la calentura, y á poco comenzó á aparecer un saludable y copioso sudor.

Preguntó sí era realidad cuanto le habia pasado, á lo que el médico contestó:

―Sí, Anita, pero ahora es necesario que deseche V. toda idea que pueda afectarla demasiado, y procure estar muy tranquila. Si como espero logramos conservar ese sudor por algunas horas, creo poder salvarla á V. para que sea muy feliz.

A poco un apacible sueño embargó sus sentidos, y al despertar seis horas despues se hallaba casi sin calentura.

El médico no se habia equivocado en su pronóstico. A los cuatro dias estaba Anita fuera de cuidado, y á los veinte habia recobrado su rostro encantador toda su natu-