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Un leve rubor tiñó por un momento el rostro pálido de la enferma. El médico continuó: ―le he preguntado por él y me ha dicho que salieron el mismo dia de Madrid.

―Para Murcia sin duda, dijo ella en tono de triste conviccion.

―Creo que no, voy á traerle, y él la enterará á V. de todo lo que desee saber.

Salió en efecto, y estuvo un rato en la sala aguardando á D. Julian y su hijo que no tardaron en llegar.

Latia con violencia el corazon de Anita al ver la igualdad de circunstancias de la persona que iba á ver con su amado Luis; una consoladora idea habia venido á halagar su imaginacion, desechándola al mismo tiempo, temerosa de un desengaño que hubiera sido cruel. Observábanla sus padres sin atreverse á interrumpir su silencio, cuando á poco de haber salido el médico del cuarto, entró seguido de su recien llegado compañero. El rostro pálido y descompuesto de este, hacia adivinar el efecto que en su corazon habia producido la inesperada noticia que su padre acababa de comunicarle. La leve claridad que se difundia por el cuarto dando á los objetos un aspecto siniestro; el profundo silencio que en él reinaba, y la ansiedad que se pintaba en los semblantes de los que la presenciaban, contribuian á hacer esta escena mas imponente.

Incorporóse la enferma cuanto pudo luego que vió á su amante, y pasándose con ardor febril las manos por los ojos, esclamó:

—¡Luis!!!....