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han desterrado estos abusos y no debo ocuparme de ellos puesto que no hay ya que corregirlos.

Las carreras de S. Juan y S. Pedro son en el dia una diversion honesta, grata y que puede utilizarse en bien del pais; habiendo desaparecido de ellas todo cuanto tenian de inmoral y vicioso. Mas empiezan ya á tocar al otro estremo, esto es, pierden su atractivo y se van haciendo cada dia mas insípidas. No llega ni á la mitad el número de los ginetes, las Señoras abandonan este medio de lucir su gallardía; de manera que si no procura remediarse, llegará dia en que solo se conserve un recuerdo de lo que ha sido y es aun una de las mejores fiestas del país.

Apesar de esta decadencia es agradable el ver las parejas que despues de las cinco de la tarde, y no á las doce del dia, recorren las limpias y hermosas calles de Puerto-Rico. Todavía algunas jóvenes elegantemente vestidas ostentan su habilidad, manejando con soltura y sobradísimo garbo briosos y ligeros potros de Caguas y Yabucoa, que parten como el rayo, y se detienen al movimiento de una manita que apenas alcanza á abrazar las riendas. Los balcones ostentan cuanto hay en la Capital de distinguido, bello y de buen tono; y el pueblo esparcido por las calles y las plazas, se entrega al gozo que le produce una diversion tan de su gusto.

Una ó dos horas despues de oscurecer está llena la plaza de armas de caballos buenos y malos, feos y bonitos, flacos y gordos, veloces y pesados: ninguno está excluido de ella para que los aficionados menos ricos ó que no quie-