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―En ese caso es solo un interés secundario el que V. encuentra en la amistad de la Marquesa, y no es ese del que yo he querido hablar. Y sin embargo es tan buena, que sin duda se alegraria si supiese que aunque impensadamente ha proporcionado ese placer á uno de sus amigos.

―Otra persona prefiriera yo que se alegrase de ello, ó al menos no la disgustase, dijo él dirigiéndola una mirada indagadora, á la que ella permaneció impasible. D. Luis continuó: V. podria sacarme de la duda, si quisiera tener la amabilidad de hacerlo.

―¿Yo? preguntó ella fingiendo admirarse: si aun no sé la persona de que V. me habla.

―La misma de que he hablado á V. al principio de nuestra conversacion, por la que tanto me intereso y que creo no será necesario nombrar para que V. sepa quien es.

―Sin duda que lo ignoraré mientras V. no lo diga: son tantas las jóvenes bonitas que hay en el salon, que no puedo adivinar cual merecerá la preferencia de V.

―Pero al menos, replicó él, confesará V. que ninguna es tan interesante como la que tantas veces ha llamado la atencion esta noche, especialmente cuando con tanta espresion ha cantado la cavatina de los Puritanos.

―Doy á V. mil gracias en nombre de esa señorita, dijo ella, por la galantería y por el favor que V. la dispensa.

―¡Oh! no, Anita, dijo él con emocion; yo le suplico á V. que crea que no es una cosa ni otra, sino una verdad