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Página:El Cardenal Cisneros (11).djvu/12

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de los naturales y toda la sustancia de la colonia en oro para sí y para su amo y demás favorecedores. En seis años perdiéronse cuarenta y seis mil de los sesenta mil hombres que componian la población indígena de la Española, y diéronse entónces los codiciosos explotadores del Nuevo Mundo á hacer el comercio de esclavos por las islas inmediatas con actos de piratería, asi como á disputas encarnizadísimas entre sí para alcanzar el mayor número de Indios del ya corto que quedaba en la isla.

En vano los padres Dominicos, que si en Europa entónces tenían sobre sí la responsabilidad del establecimiento y horrores de la Inquisición, abogaban nobilísimamente en América en favor de los Indios, tronaban desde el pulpito contra tales escándalos con la indignación de los antiguos Apóstoles, porque Pasamonte avisaba á los cortesanos del Rey Católico para que pusieran término á sus predicaciones, y cuan lo el más elocuente y el más varonil de aquellos padres Dominicos, Fray Antonio Montesino, pasaba á España, en nombre de todos, para representar al Rey, se encontró con que éste declaraba, después de oír á su Consejo y á muchos sabios teólogos y juristas, que los repartimientos de Indios eran legítimos y estaban autorizados además por la Santa Sede. ¿Qué habia de ocurrir al fin y al cabo sino esto, cuando los empleados de Indias tenían asignados más ó ménos naturales, según la calidad de sus empleos, y cuando los repartimientos favorecían también á los cortesanos del Rey, que no se movían de la Península, teniendo Conchillos mil y cien Indios, ochocientos el Obispo Fonseca, doscientos Hernando de la Vega, y así los demás? De esta manera, aunque por aquel mismo tiempo se expidieron ordenanzas favorables á los pobres Indios, no pasaron del papel en que se escribían, á convertirse en hechos, y en 1514 Rodrigo de Alburquerque, pariente del licenciado Zapata, que era del Consejo del Rey Católico, y estaba en Santo Domingo con un empleo, consiguió, á fuerza de dinero, autorización de la Corte de Castilla para proceder á un nuevo repartimiento. Hízolo el cínico Alburquerque de modo que se indemnizara con creces del desembolso que había hecho, porque es seguro que empleo que se alcanza con dádivas no más que á servicio de las dádivas se pone, y desde entónces los dos bandos que dividieron la Isla Española, el del hijo de Colon con los antiguos pobladores, y el de Pasamonte con los oficiales del Rey, no disputaban por favorecer á los Indios el uno