Ir al contenido

Página:El Cardenal Cisneros (11).djvu/11

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

Las guerras entre España y Francia, que no tardaron en llegar, la empeñada lucha, el prolongado duelo que sostuvieron Cárlos V y Francisco I, los sucesos todos que tuvieron lugar poco después, demuestran la admirable exactitud de las previsiones del Cardenal y la razón de sus desconfianzas.


LXVIII.

Tócanos ahora decir algo respecto á las providencias tomadas por Cisneros para mejorar la condición de los Indios del Nuevo Mundo.

Mientras vivió la Reina Católica, un ángel tutelar velaba por la suerte de estos desdichados. La magnánima Isabel dispuso desde un principio «que los Indios fuesen bien tratados, y con dádivas y buenas obras atraidos á la Religión, castigándose severamente á los Castellanos que los tratasen mal.» Cuando el Gobernador Ovando pasó á la Isla Española para remediar los males que se advertían en la colonia, mandó expresamente «que todos los Indios de los Españoles fuesen libres de servidumbre, y que no fuesen molestados de alguno, sino que viviesen como vasallos libres, gobernados y conservados en justicia, como lo eran los vasallos de los reinos de Castilla.» Por último, cuando murió, como si quisiera ser la Providencia de aquellos infelices más allá de la tumba, en cargó en su testamento al Rey, su marido, y á los Príncipes, sus hijos, «que no consintieran que los Indios de las tierras ganadas y por ganar reciban en sus personas y bienes agravio, sino que sean bien tratados, y que si alguno hubiesen recibido lo remedien.»

Pero muerta aquella gran Reina, que más que los Castellanos, que tanto la lloraron, debieron llorar los Indios; y habiendo quedado D. Fernando como usufructuario vitalicio de la mitad de los aprovechamientos de las colonias, los Ministros del Rey Católico no pensaron más que en acrecentar las rentas, aun á costa de su ruina y pérdida total. Lope de Conchillos, el Secretario de Don Fernando y el Obispo Juan Rodríguez de Fonseca, entendían desde la Península en las cosas de América, y allá tenían á Miguelillo de Pasamonte, también aragones, y criado del Rey Católico, que, con industria infame y pérfida codícia, convertia toda la vida