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Página:El Cardenal Cisneros (11).djvu/2

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cuando lo supo el Conde de Cuellar, movido por su esposa é incitado por algunos Grandes que le prometian su ayuda, se apoderó á viva fuerza de Arévalo, y no quiso entregarla. Conocía Cisneros íntimamente al Conde de Cuellar, á cuyo bondadoso carácter hacía justicia; pero viendo que hacía poco caso de sus exhortaciones amistosas, dispuso que el Comisario Real, Cornejo, acompañado de un buen contingente de tropas, se dirigiese á Arévalo para tomar la villa de grado ó por fuerza, anunciando que serian tratados como reos de lesa majestad los que se opusiesen, confiscándoseles sus bienes y expulsándolos para siempre á ellos y á sus hijos de entre las filas de la nobleza. Rindióse el Conde, y lo perdonó el Cardenal, aunque sabiendo que la mano del Almirante de Castilla y de otros Nobles habia movido estas revueltas secretamente para no correr ningún riesgo, como hacen tantos y tantos conspiradores de todos tiempos: cuando dio cuenta al Rey de estos sucesos, hablando de los últimos, decia: «Que la obediencia que los vasallos deben al Soberano es cosa frágil si no se mantiene con el respeto y con el temor, y que en todos los Estados, y principalmente en España, la disciplina no se mantiene sino con estos ejemplares.» Mientras Cisneros pasaba por estos disgustos para dar á Doña Germana la posesión de estas villas, la ilustre viuda tenía tratos secretos con los amigos del Infante D. Fernando para colocarlo en el Trono, para lo cual podían servir de no poco su autoridad y las cuatro villas que recientemente se la daban, tan bien fortificadas éstas, que era común decir en España: Quien posea á Olmedo y Arévalo será, Señor de Castilla. Tuvo noticias Cisneros de estos principios de conspiracion, y él, que tan despierto estaba en todas las cosas que se relacionaban con el Infante, tomó medidas rápidas y eficaces, dejando sólo á la Reina las rentas de Madrigal, y reservando á la Corona las otras tres villas, por suponer que así lo reclamaban, como consta que lo hizo Arévalo, porque privilegios que le otorgaron antiguos Reyes no le permitian pertenecer á otros dominios que al del Soberano reinante.

En cuanto al Infante D. Fernando, ya se recordará lo que atrás queda dicho respecto á las pretensiones que tuvo de gobernar á Castilla cuando murió su abuelo. Cisneros, desde entonces, no perdió de vista todos sus pasos, hasta tal punto que el mismo Cardenal dice que fué á Guadalupe sólo con este objeto, llevándole á vivir consigo y pidiendo que se nombrasen dos personas para su