Página:El Cardenal Cisneros (11).djvu/22

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida

como estas sean cosas de justicia hanse de dexar que vayan por sus términos conforme á derecho, y no agraviar á la vna parte ni á la otra, pues ninguna rrazon ay para que tal se haga, que suplico á su alteza mande que se vea y determine el dicho pleyto conforme ajusticia como en vida de la cathólica majestad, y después acá se ha hecho.» No esta sólo, sino varias cartas escribió Cisneros á Flándes sobre el asunto del Señorío de Veleña, retiró el Rey la cédula de suspension que habia dado, y el pleito, que siguió en Valladolid, fué al fin fallado en favor del Conde de la Coruña, con lo que llegó á su colmo la cólera del Duque del Infantado, que prometió vengarse del Cardenal.

Pueril fué esta venganza. El Vicario general que tenía Cisneros en Alcalá de Henares dispuso que un delegado suyo pasara á Guadalajara para tomar informes acerca de algunos eclesiásticos á quienes se acusaba de varias faltas. Cuando lo supo el Duque del Infantado, hizo prender á dicho eclesiástico, y dispuso que se le castigase materialmente, con el pretexto de que invadía atribuciones de su hermano D. Bernardino, que desempeñaba el Arcedianato de Guadalajara, cargo de bastante importancia en aquella diócesis y no poco lucrativo también. Cuando supo Cisneros el atentado, dijo públicamente que allí se habian cometido dos crímenes, contra la religión el uno y el otro contra el Estado; de modo que, como Arzobispo excomulgaba al Duque del Infantado, y como Regente del reino le confiscaba su título y sus bienes. Realmente Cisneros no se proponía con esta severidad más que aterrar al Duque y hacer que le buscase por medio de tercera persona; pero lejos de hacerlo éste asi, comisionó á un Capellán suyo para que viese á Cisneros y lo abrumase de injurias y de amenazas en su nombre. El bueno del Capellán se presentó en el palacio de Cisneros, se le puso de rodillas, y pidiéndole perdón por las injurias que estaba encargado de repetirle, no omitió ninguna de las que le dijo el Duque. Cisneros oyó con paciencia á este ingenuo ó sandio mensajero, y cuando pareció haber concluido, después de contestar negativamente á la pregunta que le hizo Cisneros de si tenía algo más que decir, lo despidió dulcemente, añadiendo: id, amigo, y volved a vuestro amo, que ya lo hallaréis avergonzado de la comision que os ha dado. Asi ocurrió en efecto: el Duque, pasado el paroxismo de la cólera, ya sólo estaba irritado porque le habían obedecido con tal puntualidad y exactitud, aumentando su confusion