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Página:El Cardenal Cisneros (11).djvu/26

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su posesor en favor de su sobrino Antonio Zúñiga, hermano del Duque de Béjar, con beneplácito del Rey Felipe el Hermoso, y confirmación del Papa: pero cuando subió el Rey Católico á la Gobernación de Castilla, consiguió del Gran Maestre de Rodas que se desposeyese á Zúniga, porque él, y no el Papa, era el que debia dar este cargo, y nombrase á D. Diego de Toledo en su lugar, hijo tercero del Duque de Alba, para premiar en él la fidelidad del padre. Mientras vivió D. Fernando, Zúñiga nada consiguió: ni el Papa ni la Corte de Flándes pudieron ayudarle; pero una vez muerto el Rey Católico, el pleito se falló en su favor, á pesar de las influencias del Duque de Alba, y, provisto de las ejecutorias del Papa y de cartas del Rey, se presentó á Cisneros pidiendo la posesión de su priorato; en la inteligencia que el Duque de Béjar y toda su casa, con otros muchos Señores, le prometian la asistencia necesaria contra el Duque de Alba, si éste resistia, pues de público se aseguraba, y era en efecto cierto, que el último habia resuelto defender los que conceptuaba sus derechos, no contra el Rey, sino contra el Cardenal.

Unos y otros se apercibían para el combate: temíase que vinieran á las manos en las mismas calles de Madrid, y agravaba la situación una terrible enfermedad que tenía postrado en cama á Cisneros, por cuya salud se hacian rogativas públicas y se interesó todo el reino. Gracias á que Francisco Ruiz, Obispo de Avila, tomó medidas de precaución, y pudo conservarse la tranquilidad hasta el restablecimiento del Cardenal del recio mal que padecía. Cisneros entónces quiso buscar un acomodamiento entre las dos casas rivales, mas no se conformó la de Alba, que intrigaba activamente, lo mismo en el Consejo de Madrid que en el de Bruselas, para vencer á Béjar: pero aunque Cárlos estuvo á punto de convertirse á las miras de Alba, y aunque en Madrid los Flamencos y la Reina Germana lo favorecian, el Rey, al fin, por consejo del Cardenal, se mantuvo firme en su anterior resolucion, disponiendo que todos los bienes del Priorato quedasen como en depósito para que el arbitro de las contiendas fuese el Soberano. El Duque de Alba no se conformó, y apeló á las armas para sostener su causa y evitar que el Cardenal ocupase sus bienes en nombre del Rey. Adriano y Laxao temieron la guerra civil; otros señores, que parecían imparciales, temieron lo mismo; Fonseca, uno de los mejores capitanes de su tiempo, se lo dijo así personalmente á Cisneros;