Página:El Cardenal Cisneros (11).djvu/31

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manos de Adriano aquellos papeles, y éste comunicó al Infante las cartas que se dirigian á él, enviando después á Cisnerós las suyas, de modo que, cuando el asunto debia verificarse sin ruido, por disposiciones que éste tomara, el Infante y todos los empleados de su casa lo supieron ántes que nadie y se alborotaron. El joven Don Fernando vio á Cisnerós al dia siguiente, produciéndose en su presencia, á veces con sentimiento, á veces con ira, quejándose de que sin razon se le quitasen sus fieles servidores, haciéndole tal afrenta el Cardenal, á quien siempre habia mirado como á un amigo y casi como á un padre. Cisneros procuró consolarle, quiso hacerle comprender el deber en que estaba de adelantarse á las órdenes de su hermano y señor, le aconsejó que no le convenia tomar otro camino, porque de esta manera causaria la ruina de aquellos cuyos intereses tomase inconsideradamente por su cuenta. No persuadieron al Infante estos razonamientos, replicó ásperamente al Cardenal, y le dijo: que pues quería la perdición de su casa, él buscaría medios de salvarla. Buscad, pues, esos medios, —le contestó el Cardenal con entereza,— y yo os juro, por la vida de vuestro hermano, que ni vos, ni toda España junta impediréis que las órdenes que yo he recibido del Rey, no sean mañana ejecutadas.

Grande fué la arrogancia de D. Fernando en esta ocasion, pero no tenía fuerzas para cumplir las amenazas que proferia. Cisneros que amaba á este joven, pero que estaba dispuesto á mantener la causa de la legitimidad que representaba su hermano, la cual en todos tiempos tiene tanta fuerza, tomó sus medidas para frustrar todo plan que en su desesperacion pudieran imaginar el Infante y sus consejeros. Tenia sitiado el pueblo y vigilada la casa de Don Fernando, de modo que éste pasó la noche profiriendo vanas amenazas, y el dia siguiente quedaron cumplidas las órdenes del Cardenal en todas sus partes, bien que con una estéril protesta del Infante formulada ante el Consejo de Estado, algunos Obispos que habia en Aranda y los dos Nuncios del Papa.

Gran mérito dió la Corte de Bruselas á este servicio que consideraban como un golpe de Estado contra la casa del Infante á quien suponían con grandes simpatías en Castilla y con medios para encender la guerra civil. Quisieron los Flamencos al ménos ganarse al Marques de Astorga y al Conde de Lemos, inmediatos parientes de los servidores principales del Infante, y enviaron á