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garejo, de la insignia de San Juan, ingenio eminente en la Música y en la Poesía, cuya casa fué siempre el museo de la Poesía y de la Música. Era secretario Alvaro de Cubillo, ingenio granadino que había venido a Sevilla a algunos negocios de su importancia, excelente cómico y grande versificador, con aquel fuego andaluz que todos los que nacen en aquel clima tienen, y Blas de las Casas era fiscal, espíritu divino en lo divino y humano. Eran, entre los demás académicos, conocidos don Cristóbal de Rozas y don Diego de Rosas, ingenios peregrinos que han honrado el poema dramático, y don García de Coronel y Salzedo, fénix de las letras humanas y primer Pindaro andaluz.

Levantáronse todos cuando entraron los forasteros, haciéndolos acomodar en los mejores lugares que se hallaron, y, sosegada la Academia al repique de la campanilla del presidente, habiendo referido algunos versos de los sujetos (1) que habían dado en la pasada, y que daban fin en los que entonces había leído con una silva al Fénix, que leyó doña Ana Caro, décima musa sevillana, les pidió el presidente a los dos forasteros que por honrar aquella academia repitiesen algunos versos suyos, que era imposible dejar de hacerlos muy buenos los que habían entrado a oír los pasados; y don Cleofás, sin hacerse más de rogar, por parecer castellano entendido y cortesano de nacimiento, dijo:

(1) Asuntoswa