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risa y aplausos de regocijo en una casa baja, edificio humilde que se indiciaba de jardín por unas pequeñas verjas de una reja algo alta del suelo, que malparía algunos relámpagos de luces, escasamente conocidos de los que pasaban. Y prepreguntóle al Cojuelo don Cleofás qué casa era aquella donde había tanto regocijo a aquellas horas. El Diablillo le respondió:

—Este se llama el garito de los pobres; que aquí se juntan ellos y ellas, después de haber pedido todo el día, a entretenerse y a jugar, y a nombrar los puestos donde han de mendigar esotro día, porque no se encuentren unas limosnas con otras. Entremos dentro y nos entretendremos un rato; que, sin ser vistos ni oídos, haciéndonos invisibles con mi buena maña, hemos de registrar este conclave de San Lázaro.

Y con estas palabras, tomando a don Cleofás per la mano, se entraron por un balconcillo que a la mano derecha tenía la mendiga habitación, porque en la puerta tenían puesto portero por que no entrasen más de los que ellos quisiesen y los que fuesen señalados de la mano de Dios; y bajando por un caracolillo a una sala baja, algo espaciosa, cuyas ventanas salían a un jardini!lo de ortigas y malvas, como de gente que había nacido en ellas (1), la hallaron ocupada con mucho orden de los pobres que habían venido, comenzando a jugar al rentoy limetas (2) de vino (1) Nacido en humilde hogar.

(2) Botellas.