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Muy grande atrevimiento—dijo don Cleofás ha sido quererlas apostar contigo, siendo tú el demonio más travieso del infierno, y no te la hará nadie que no te la pague.

—Estos pobres—dijo el Cojuelo, como son de Sevilla, campan también de valientes, y reñirán con los diablos; pero no se alabará, si yo puedo, éste de haber salido horro desta chanza; que en el mundo se me han atrevido solamente tres linajes de gente: representantes, ciegos y pobres; que los demás embusteros y gente deste género pasan por demonios como yo.

En esto, se había acomodado, o sentádose en el suelo, el Piedepalo, Diablo Cojuelo segundo deste nombre, diciendo muchas galanterías a las damas, y entró el Murciélago, llamado así porque pedía de noche a gritos por las calles, con Sopaenvino, que le había encontrado agazapado en una taberna y sacado por el rastro de los mosquitos que salían dél, como de la cuba de Sahagún. Convidóles con su asiento al Chicharro y el Gallo, el uno, que cantaba pidiendo por las siestas en verano y despertando los lirones; el otro, mendigaba por las madrugadas; y tomando el suelo por mejor asiento, porque cualquiera cosa más alta los desvanecía, y estando en esto, entró un pobre en un carretón, a quien llamaban el Duque, y todos se levantaron, ellos y ellas, a hacelle cortesía; y él, quitándose un sombrerillo que había sido de un carril de un pozo, dijo:

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