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mente que los entienda, mandamos que se les den otros cincuenta vocablos más de ayuda de costa, del tesoro de la Academia, para valerse dellos, con tal que, si no lo hicieren, caigan en pena de men—guados y de no ser entendidos, como si hablaran en vascuence.

"Item, que en las comedias se quite el desmesurarse los embajadores con los reyes, y que de aquí adelante no le valga la ley del mensajero; que ningún príncipe en ellas se finja hortelano por ninguna infanta, y que a las de León se les vuelva su honra con chirimías, por los testimonios que las han levantado; que los lacayos graciosos no se entremetan con las personas reales si no es en el campo, o en las calles de noche; que para querer dormirse sin qué ni para qué, no se diga: "Sueño me toma", ni otros versos por el consonante, como decir a rey, "porque es justísima ley", ni a radre, "porque a mi honra más cuadre", ni las demás: "A furia me provocó", "Aquí para entre los dos" y otras civilidades, ni que se disculpen sin disculparse, diciendo:

"Porque un consonante obliga a lo que el hombre no plensa." Y al poeta que en ellas incurriere de aquí adelante, la primera vez le silben, y la segunda, sirva a su Majestad con dos comedias en Orán.

"Item, que los poetas más antiguos se repartan por sus turnos a dar limosna de sonetos, canciones, madrigales, silvas, décimas, romances y todos los demás géneros de versos a poetas vergon.