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azufre. Pero tú has llegado a tiempo que me puedes rescatar, porque este a cuyos conjuros estoy asistiendo me tiene ocioso, sin emplearme en nada, siendo yo el espíritu más travieso del infierno.

Don Cleofás, espumando valor, prerrogativa de estudiante de Alcalá, le dijo:

—¿Eres demonio plebeyo u de los de nombre?

—Y de gran nombre—le repitió el vidro endemoniado, y el más celebrado en entrambosmundos.

—¿Eres Lucifer?—le repitió don Cleofás.

—Ese es demonio de dueñas y escuderos—le respondió la voz.

—¿Eres Satanás?—prosiguió el Estudiante.

—Ese es demonio de sastres y carniceros—volvió la voz a repetille.

—¿Eres Bercebú?—volvió a preguntalle don Cleofás.

Y la voz a respondelle:

—Ese es demonio de tahures, amancebados y carreteros.

—¿Eres Barrabás, Belial, Astarot?—finalmente le dijo el Estudiante.

—Esos son demonios de mayores ocupaciones—le respondió la voz—: demonio más por menudo soy, aunque me meto en todo: yo soy las pulgas del infierno, la chisme, el enredo, la usura, la mohatra; yo truje al mundo la zarabanda, el déligo, la chacona, el bullicuzcuz, las cosquillas de la capona, el guiriguirigay, el zambapalo, la mariona, el avilipinti, el pollo, la carretería, el hermano