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liar en los pedazos de la redoma, y mojados sus papeles, y el tal Espíritu ausente; y viendo el estrago y la falta de su Demoñuelo, comenzó a mesarse las barbas y los cabellos, y a romper sus vestiduras, como rey a lo antiguo. Y estando haciendo semejantes extremos y lamentaciones, entró un diablejo zurdo, mozo de retrete de Satanás, diciendo que Satanás su señor le besaba las manos; que había sentido la bellaquería que había usado el Cojuelo; que él trataría de que se castigase, y que entre tanto se quedase él sirviéndole en su lugar. Agradeció mucho el cuidado el Astrólogo, y encerró el tal Espíritu en una sortija de un topacio grande, que traía en un dedo, que antes había sido de un médico, con que a todos cuantos había tomado el pulso había muerto. Y en el infierno se juntaron entre tanto, en sala plena, los más graves jueces de aquel distrito, y haciendo notorio a todos el delito del tal Cojuelo, mandaron despachar requisitoria para que le prendiesen en cualquier parte que le hallasen, y se le dió esta comisión a Cienllamas, demonio comisionario que había dado muy buena cuenta de otras que le habían encargado, y llevándose consigo por corchetes a Chispa y a Redina, demonios a las veinte (1), y subiéndose en la mula de Liñán, salió del—infierno con vara alta de justicia en busca del dicho delincuente.

En este tiempo, sobre la paga de lo que habían (1) Demonios rápidos, como los correos a las velnte (obligados a andar veinte leguas al día).