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rona, y volverme de camino por los Cantones de los esguízaros y por Ginebra a otras diligencias deste modo, por sobornar con algunos servicios a mi amo, que debe de estar muy indignado contra mí por la travesura pasada; que yo estaré contigo antes que den las siete de la mañana.

Y, diciendo y haciendo, se metió por esos aires como por una viña vendimiada, meando la pajuela (1) a todo pajarote y ciudadano de la región etérea, a fuer de los de la jerigonza crítica, y don Cleofás se entró a tomar posada, que, aunque estaba llena de muchos pasajeros que habían venido con los galeones y pasaban a la Corte, con todo, al Huésped nuevo hicieron cortesía, porque la persona de don Cleofás traía consigo cartas de recomendación, como dicen los cortesanos antiguos.

Convidáronle a cenar unos caballeros soldados aquella noche, preguntándole nuevas de Madrid, y después de haber cumplido con la celebridad de los brindis por el Rey (Dios le guarde), por sus damas y sus amigos, y haber dado las aceitunas con los palillos carta de pago de la cena, se fué cada uno a recoger a su aposento, porque habían de tomar la madrugada para llegar con tiempo a Madrid, y don Cleofás hizo lo mismo en el que le señaló el Huésped, sintiendo la soledad del compañero en algún modo, porque le traía tan entretenido: y haciendo varios discursos sobre el almohada, se quedó como un pajarito, jurando al (1) Aventajando.