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· 50 ofreciéndose el chiste, miren esos respetos; pero esto lo digo yo en galantería, y la amistad que hay ya entre nosotros. Mas dejando esto aparte, ¿cómo nos ha ido por esos mundos?

—Hice todo a lo que fuí, y mucho más—respondió el genízaro recién venido—, y si quisiera, me jurara por Gran Turco aquella buena gente; que a fe que alguna guarda mejor su palabra, y saben decir verdad y hacer amistades, que vosotros los cristianos.

—¡Qué presto te pagaste!—dijo don Cleofás—.

Algún cuarto debes de tener de demonio villano.

—Es imposible—respondió el Cojuelo, porque decendemos todos de la más noble y más alta Montaña de la tierra y del cielo, y aunque seamos zapateros de viejo, en siendo montañeses, todos somos hidalgos; que muchos dellos nacen, como los escarabajos y los ratones, de la putrefacción.

—Bien sé que sabes Filosofía le dijo don Cleofás—mejor que si la hubieras estudiado en Alcalá, y que eres maestro en primeras licencias. Dejemos estas digresiones y acaba de darme cuenta de tu jornada.

—Con el traje del país, como ves—respondió el Diablillo, por ensuciallos todos, como cierto amigo que, por desaseado en estremo, ensució el de soldado, el de peregrino y estudiante, volví por los Cantones, por la Bertolina (1) y Ginebra, y no tuve que hacer nada en estos países, por(1) La Valtelina.