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I' 95 que solicitaban por mí la tienen allá, hasta que vaya estotra mitad, que es el cuerpo, a regalarse en aquellos baños de piedra azufre.

—¡Con aus tizones se lo coma!—dijo don Cleofás.

Y la Rufina estaba absorta mirando su calle Mayor, que no les entendió la plática, y volviéndose a ella el Cojuelo, le dijo:

—Ya vamos llegando, señora Huéspeda, donde cumpla lo que desea; que ésa es la puerta del Sol y la plaza de armas de la mejor fruta que hay en Madrid. Aquella bellísima fuente de lapislázuli y alabastro es la del Buen Suceso, adonde, como en pleito de acreedores, están los aguadores gallegos y coritos gozando de sus antelaciones para Ilenar de agua los cántaros. Aquélla es la Victoria, de frailes mínimos de San Francisco de Paula, retrato de aquel humilde y seráfico portento que en el palacio de Dios ocupa el asiento de nuestro soberbio príncipe Lucifer; y mire allí enfrente los retratos que yo la prometí enseñar;—sin estar la dicha mulata en la plática que hacia don Cleofás había dirigido el tal Cojuelo, y diciendo:

Qué linda hilera de señores, que parece que están vivos!

—El Rey nuestro señor es el primero—dijo el Cojuelo.

—Qué hombre está!—dijo la Mulata. ¡Qué bizarros bigotes tiene, y cómo parece rey en la cara y en el arte! ¡Qué hermosa que está junto a él la Reina nuestra señora, y qué bien vestida y