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José Ingenieros

escuelas estéticas, porque todas las maneras del naturalismo y del realismo pueden constituir un ideal de arte, cuando sus sacerdotes son Miguel Ángel, Ticiano, Flaubert ó Wagner; el esfuerzo imaginativo de los que persiguen una ideal armonía de ritmos, de colores, de líneas ó de sonidos, se equivale, siempre que su obra transparente un modo de belleza ó una original personalidad.

No le confundiremos, en fin, con cierto idealismo ético que tiende á monopolizar el culto de la perfección en favor de alguno de los fanatismos religiosos predominantes en cada época, pues sobre no existir un Bien ideal, difícilmente cabría en los catecismos para mentes obtusas. El esfuerzo individual hacia la virtud puede ser tan magníficamente concebido y realizado por el peripatético como por el cirenaico, por el cristiano como por el anarquista, por el filántropo como por el epicúreo. Todos ellos pueden ser idealistas, si saben iluminarse en su doctrina. La perfección posible no es patrimonio de ningún credo: recuerda el agua de aquella fuente, citada por Platón, que no podía contenerse en ningún vaso.

La experiencia, sólo ella, decide sobre la legitimidad de los ideales, en cada tiempo y lugar. En el curso de la vida social se seleccionan naturalmente; sobreviven los más adaptados al sentido de la evolución, es decir, los coincidentes con el perfeccionamiento efectivo. Mientras se ignora ese fallo, todo ideal es respetable, aunque parezca