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Página:El hombre mediocre (1913).pdf/18

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José Ingenieros

error ó la desarmonía. De otro modo concebiríamos perfecciones imperfectas.

Los ideales están en perpetuo devenir, como la realidad á que se anticipan. La imaginación los extrae de la naturaleza y de la experiencia; después de formados ya no están en ellas, son distintos de ellas, viven sobre ellas para señalar su futuro. Y cuando la realidad evoluciona hacia un ideal antes previsto, la imaginación se aparta de nuevo, aleja el ideal, proporcionalmente: «prometa más lo mucho, y la mejor acción deje siempre esperanzas de mayores», que dijo Baltasar Gracián. La realidad nunca puede igualarse al ensueño en la perpetua persecución de la quimera. El ideal es un «límite»: toda realidad es una dimensión «variable» que puede acercársele indefinidamente, sin alcanzarlo nunca. Por mucho que lo «variable» se acerque á su «límite», se concibe que podría acercársele más.

Todo ideal es relativo á una imperfecta realidad presente. No los hay abstractos ni absolutos. Afirmarlo implica abjurar su esencia misma, negando la posibilidad infinita de la perfección. Erraban los viejos moralistas al creer que en su punto y momento convergían todo el espacio y todo el tiempo. Para la ética nueva, libre de esa grave falacia, es un postulado fundamental la relatividad de los ideales. Sólo poseen un carácter común: su perfeccionamiento ilimitado.

Es propia de hombres primitivos toda moral cimentada en prejuicios absolutos. Y es falsa, por ig-