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El hombre mediocre

«así» y quiso vivir como era, sin desteñirse en el semitono de los demás.

En horas crueles, cuando los mediocres le agredían para desbaratar sus ideales de cultura, en vano intentaría Sarmiento rebelarse á su destino. Una fatalidad incontrastable lo había elegido portavoz de su tiempo, hostigándole á perseverar sin tregua hasta el borde mismo de la tumba. En pleno arreciar de la vejez siguió pensando por sí mismo, siempre alerta para avalancharse contra los que desplumaban el ala de sus grandes ensueños: habría osado desmantelar la tumba más gloriosa si en ello hubiera entrevisto la esperanza de que algo resucitaría de entre las cenizas.

Había gestos de águila prisionera en los desequilibrios de Sarmiento. Fué «inactual» en su medio; el genio importa siempre una anticipación. Su originalidad pareció rayana en desequilibrio. Lo había, ciertamente: mas no era intrínseco en su personalidad, sino extrínseco, entre ella y su medio. Su inquietud no era inconstancia, su labor no era agitación. Su genio era una suprema cordura en todo lo que á sus ideales tocaba. Parecía lo contrario por contraste con la niebla de mediocridad que le circuía.

Tenía los descompaginamientos que la vida moderna hace sufrir á todos los caracteres militantes; pero la revelación más indudable de su genialidad está en la eficacia de su obra, á pesar de los aparentes desequilibrios. Personificó la más grande lucha entre el pasado y el porvenir del conti